Cambio climático: El rey carbón está para quedarse
Libertad Digital, Madrid
Cowlitz County, cerca del estado de Washington, se encuentra en la otra orilla del Río Columbia con respecto a Portland, Oregón, que fomenta el transporte público y la planificación demográfica de las zonas urbanas y constituye el reproche ecologista al resto del país. Hace poco, Cowlitz hizo algo que provocará que Portland se pregunte si reducir su aportación a las emisiones importa algo. Cowlitz aprobó la construcción de una terminal de exportación desde la que millones de toneladas de carbón estadounidense al año podrán enviarse a Asia.
Tanto Oregón como Washington están reduciendo progresivamente la electricidad generada por centrales térmicas, pero el futuro les parece a los verdes tan negro como el carbón. El futuro se parece mucho al pasado.
El historiador William Rosen (autor de La idea más potente del mundo, sobre la invención del motor de vapor) afirma que el carbón fue la respuesta de Europa a "la crisis de la madera" del siglo XII, cuando los cristianos despejaron grandes áreas forestales para destruir los refugios de los paganos y abrir terrenos a la explotación agrícola. El incremento de la población se tradujo en más carros de madera, más casas de madera y más barcos de madera, de forma que la madera pasó a ser una forma cara de calentar las viviendas o de cocinar. Hacia el año 1230, Inglaterra había talado tantos árboles que estaba importando la mayor parte de su madera y se estaba pasando al carbón.
"No fue sino hasta los primeros años del siglo XVII", escribe Rosen, "cuando los mineros británicos se pusieron creativos para encontrar la forma de superar el nivel freático y empezaron a buscar formas de llegar al yacimiento de carbón de debajo que era lo que les interesaba". Por aquella época se inventaron los motores de vapor para bombear el agua y sacar el carbón extraído a la superficie. Los motores se alimentaban de carbón.
Hoy, alrededor de la mitad de la electricidad de América y de la electricidad del mundo es generada por el carbón, mineral que, desde que alimentara la Revolución Industrial, ha sido una fuente de energía crucial. Durante los ocho últimos años, ha sido el combustible de mayor crecimiento en el mundo. The New York Times informaba hace poco del voraz apetito de carbón que tiene China, que es una de las razones por las que su precio se ha duplicado en cuestión de cinco años.
La mitad de las 6.000 millones de toneladas de carbón que se queman globalmente cada año se queman en China. Un portavoz del Sierra Club, que durante los últimos años ha ayudado a obstaculizar la construcción de 139 proyectos de plantas térmicas en América, dice "esto está minando todo lo que hemos logrado". América, dicen los medioambientalistas, exporta calentamiento global.
¿En serio se puede exportar algo que presuntamente está presente en el planeta entero? Da igual. De ser así, América tiene cómplices en este crimen contra natura. Una empresa australiana se ofrece a construir las instalaciones de Cowlitz; otra ha firmado un contrato de 60.000 millones de dólares para abastecer de carbón australiano las plantas térmicas chinas.
The Times dice que los barcos –consumidores de hidrocarburos todos– transportaron alrededor de 690 millones de toneladas de carbón de consumo este año, más que los 385 millones de 2001. China, que este año importó alrededor de 150 millones de toneladas, era un exportador neto de carbón hasta el año 2009, enviando al extranjero su carbón con impurezas e importando carbón de alto grado de pureza y bajo contenido en sulfuros de, por ejemplo, la Cuenca del Río Powder a su paso por Wyoming y Montana. Dado que gran parte de los colosales yacimientos de carbón de China se encuentran en el interior, lejos de las plantas costeras, a veces es más económico importar el carbón estadounidense o australiano.
Escribiendo en The Atlantic acerca del apetito de carbón de China y la probable disposición a utilizar el viejo combustible de formas nuevas más limpias, James Fallows cita a un funcionario chino diciendo que el sistema logístico del país es el único límite serio a lo rápido que las empresas de las plantas térmicas están elevando su consumo de carbón. Una razón de que China esté construyendo sistemas ferroviarios de alta velocidad es apartar el tráfico de pasajeros del camino de los trenes del carbón.
Fallows cuenta que dentro de 15 años China espera que 350 millones de personas vivan en ciudades que hoy no existen. Esto va a exigir sumar a su sistema de abastecimiento eléctrico una capacidad generadora casi comparable a la actual de EEUU. Los Estados Unidos, China, Rusia y la India albergan al 40% de la población mundial y el 60% de su carbón.
Un científico climático le decía a Fallows que estabilizar la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera exigirá que el mundo reduzca sus emisiones a los niveles de Kenia; en el caso de EEUU, una reducción del 96%. Los países con cientos de millones de personas en condiciones de pobreza, dice Fallows, "van a tener que renunciar al consumo energético generador de riqueza que ha caracterizado el desarrollo de EEUU durante tantos años".
En su nuevo compendio de politología (No vote: sólo alienta a los bastardos), P.J. O'Rourke dice "hay 1.300 millones de personas en China, y todas quieren un automóvil". Entonces "vaya usted a decir a 1.300 millones de chinos que nunca van a tener un automóvil". Si el futuro pertenece al coche eléctrico, los de China podrían funcionar con la energía almacenada ahora mismo bajo Wyoming y Montana.
- 23 de enero, 2009
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