Esclavitud con móvil
La Vanguardia, Barcelona
Mauritania permite que sus castas blancas esclavicen a los africanos negros, como siempre han hecho
Cuando hace años escribí un libro sobre los derechos de la infancia titulado Historia de Ada –cuyos beneficios fueron a Intermón-Oxfam–, me topé de bruces con la esclavitud. A pesar de vivir en un siglo capaz de alcanzar grandes sueños tecnológicos, la esclavitud de siempre, la de la compra y secuestro de personas para uso privado, se mantenía inalterable en algunos países.
Tanto que la organización más prestigiosa que lucha contra esta malvada lacra, Anti-Slavery International, nació en la época de la vieja esclavitud, cuando los barcos viajaban abarrotados de carne humana. Y continúa luchando… Las últimas noticias no pueden ser más negras. Uno de los grandes luchadores abolicionistas, el mauritano Biram Dah Ould Abeid, está siendo juzgado junto a cinco activistas más del frente que preside, la Initiative de Résurgence du Mouvement Abolitionniste en Mauritanie.
La fiscalía le pide un millón de uguillas (2.700 euros, en un país donde el 25% de la población vive con menos de un euro al día) y tres años de cárcel, con la excusa de una manifestación donde supuestamente había agredido a un policía. En el momento del arresto luchaban contra la esclavitud de dos niñas haratin, la etnia que la sufre desde hace siglos. De hecho, la esclavitud en Mauritania es hereditaria (el 100% de los esclavos actuales vienen de los esclavos de antes) y, aunque está prohibida desde el 2007, los activistas la sitúan en más del 20% de la población. La abogada Fatimata Mbaye, icono de los derechos humanos, presidenta de la Association Mauritanienne des Droits de l’Homme y tres veces encarcelada, habla de práctica sistemática. Y es así como esta República Islámica amiga, teórico baluarte de la lucha contra el fenómeno yihadista que actúa en la zona, permite que sus castas blancas continúen esclavizando a los africanos negros, tal como han hecho desde hace siglos. Al respecto, no puede ser más significativo el juicio contra Biram, cuyo mensaje público es claro: el Gobierno tiene más interés en perseguir a los antiesclavistas que en juzgar a los esclavistas.
Pero Mauritania no es el único caso y Anti-Slavery es contundente: hay millones de esclavos en el mundo. Sudán se lleva la palma, junto con Emiratos, Pakistán, Haití y la propia Mauritania, pero en forma de trabajo no remunerado, la práctica se extiende a muchos otros países.
El juicio contra Biram resulta, por tanto, una auténtica tragedia. Sin embargo, expreso mi desánimo. ¿A quién le importa en nuestros lares? Mauritania queda tan lejos de nuestro mapa mental que no motivará ningún quiebro interior. Y sin embargo, estas realidades son las que deberían rompernos si realmente fuéramos ciudadanos de este mundo, y no simples habitantes del pequeño planeta interior. En fin. Acabo con el lema de Anti- Slavery International: “Hoy luchamos por la libertad de mañana”.
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