Los héroes de Arizona
Nueva York. – Varios héroes evitaron que Jared Lee Loughner hubiera provocado una sangría todavía mayor de la que llevó a cabo durante la mañana del sábado. Mientras Daniel Hernández ponía en práctica sus conocimientos en primeros auxilios con la congresista herida de gravedad, Gabrielle Giffords, otras cuatro personas se encargaron de reducir al asesino de Tucson.
Patricia Maisch escuchó el primer disparo. Ese que atravesó el cráneo de Giffords. Acto seguido, una pequeña pausa precedió a la batería de balas que continuaron saliendo de la Glock de 9 milímetros que Loughner utilizó para acabar indiscriminadamente con la vida de seis personas en su intento por asesinar a la congresista demócrata. Esas balas son las que comenzaron a alcanzar a asistentes y ciudadanos que se disponían a saludar a Giffords.
Maisch tenía dos opciones: salir corriendo o tirarse al suelo. "Pensé que me convertiría en objetivo de sus disparos si corría, así que decidí tumbarme. Creía que sería la próxima persona en recibir un tiro", comenta esta mujer de pelo blanco, que con 61 años contribuyó a evitar que la tragedia fuera a mayores.
Narra con modestia lo sucedido en esos momentos de confusión y olor a pólvora. Loughner no eligió a Maisch para asesinarla. En su lugar, descargó tres balas sobre una madre que yacía a su lado sobre su hija. Tras los disparos, el joven se quedó sin munición, fue entonces cuando Roger Salzgeber y Bill Badger, de 61 y 74 años respectivamente, se abalanzaron sobre Loughner.
"Dos caballeros le tiraron al suelo y en ese momento escuché: ¡Coge el arma!". Entonces pudo agarrar la pistola antes que el atacante, que estuvo a punto de recuperarla en un intento desesperado para continuar con la sangría que había dejado más de una docena de heridos y seis personas fallecidas. "No soy una heroína", afirmó Maisch a los medios, "simplemente hice las veces de asistente de los dos hombres que se abalanzaron sobre él. Ellos son los verdaderos héroes".
Una catástrofe que podría haber ido a mayores
El mayor de ellos, Badger, un coronel retirado de las Fuerzas Armadas estadounidenses, le agarró del brazo izquierdo mientras que Salzgeber hizo lo propio con el derecho. "Yo le agarré del cuello mientras que el otro hombre puso su rodilla en la espalda del chico", relata Bagder, "De repente, vi sangre y me di cuenta de que provenía de mi cabeza". En ese momento Maisch tuvo que controlar su pánico. "Debía serenarme. Le dije que se sentara tranquilo". Fue entonces cuando le facilitó algunas toallitas sanitarias para que tapara su herida.
Según el sheriff, Clarence Dupnik, amigo personal de la congresista herida, la actuación de Maisch evitó que la catástrofe tuviera unas dimensiones mayores. Opinión que coincide con el cuarto encargado de reducir a Loughner. Joe Zamudio salió a comprar tabaco y se encontró con una matanza que podía haber ido a más. "Iba a seguir disparando, estaba preparado para la guerra".
Este joven de 24 años, jugador de fútbol americano y trabajador de la galería de arte de su madre, no dudó en salir corriendo de la caja registradora donde estaba pagando su compra para tratar de detener a Loughner. Cuando llegó, pudo comprobar cómo Salzgeber gritaba preso de la histeria. "¡Te voy a matar!", espetaba. Zamudio se tiró sobre él, pensaba que era el asesino y rápidamente la gente le dijo que se trataba del hombre equivocado.
Entre todos acabaron por reducir al perturbado Loughner, que sigue sin colaborar con las autoridades y que comparecerá a través de videoconferencia ante el juez encargado del caso. Está acusado de asesinar a seis personas y herir a otras 13.
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