Surrealismo económico en Cuba
Con su característico humor intelectual, el escritor cubano Carlos Alberto Montaner define el comunismo como «el tiempo que los países pierden entre el capitalismo y el capitalismo''. El gobierno cubano, con cinco décadas de desarrollo económico perdidas, parece ignorante de cómo cambiar el rumbo del país. La plataforma económica del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, previsto para abril, revela un desconcierto ideológico evidente en medidas absurdas e incongruentes.
El Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social –el documento que propone guiar el futuro económico de Cuba– afirma que: «La política económica en la nueva etapa corresponderá con el principio de que sólo el socialismo [i.e. el comunismo cubano] es capaz de vencer las dificultades y que en la actualización del modelo económico, primará la planificación y no el mercado''.
El documento subraya los temas militaristas del general Castro enfatizando mayor eficiencia, disciplina y control. Se insiste, por ejemplo, en la fijación de precios según los dictados de la planificación central y se afirma que no se permitirá que actividades «no estatales'' (aparentemente no se puede hablar de un sector privado) conduzcan a la acumulación de riqueza. Raúl Castro no está interesado en el socialismo de mercado chino impulsado con el pronunciamiento de Deng Xiaoping que «hacerse rico es glorioso''.
No es sorprendente que Raúl Castro y sus generales se sientan más cómodos con la jerarquía de orden y mando de planificación centralizada que con las vicisitudes de un mercado libre. Lo que perpleja es su inhabilidad para percibir los principios fundamentales necesarios para el desarrollo económico.
Para enfatizar, es útil examinar algunos de los 178 oficios que serán autorizados para trabajadores por cuenta propia. Esta es una de las medidas claves en las «grandes reformas'' económicas del general Castro para resucitar la economía del país.
Después de mucho debate y con gran ansiedad los reformadores cubanos han decidido permitir que los 500,000 cubanos que queden desempleados soliciten permiso para auto-emplearse en actividades como:
Oficio número 23 Comprador-vendedor de libros de uso. 29 Cuidador de baños públicos (aparentemente para sobrevivir solicitando propinas). 34 Desmochador de palmas (evidentemente, otros árboles serán desmochados por el estado). 49 Forrador de botones. 61 Limpiabotas. 62 Limpiador y comprobador de bujías. 69 Mecanógrafo. 110 Reparador de bastidores de cama (no se debe confundir con el oficio número 116). 116 Reparador de colchones. 124 Reparador de paraguas y sombrillas. 125 Reparador y llenador de fosforeras. 150 Cartománticas. 156 Dandy (Sin definición técnica, ¿pareja masculina?). 158 Pelador de frutas naturales (independiente del oficio) 142 Vendedor de producción agrícola en quioscos.
Este extraño conjunto de actividades que serán permitidas no impulsará el desarrollo económico del país. No hay que ser economista para apreciar, por ejemplo, que rellenar fosforeras (ocupación permitida número 125) no es una actividad industrial que contribuirá al desarrollo económico de Cuba.
Es igualmente revelador que el gobierno considere necesario catalogar las actividades económicas permitidas con este grado de regulación y control. Un impedimento a iniciar reformas reales es que sin un nuevo liderazgo democráticamente inspirado los credos económicos de la tradición marxista no se cambiarán por otra serie de creencias.
Estas no son reformas para desatar la «mano invisible'' del mercado, sino para reafirmar el puño cerrado de los Castro.
n su mundo de sueños económicos de yuxtaposiciones surrealistas, el general Castro cree que el mejoramiento de la administración estatal es la forma de salvar el sistema comunista. La hostilidad en su programa económico hacia las libertades individuales y el éxito económico predice el inevitable fracaso de las reformas. El control de todos los aspectos de la vida cubana por parte de los militares y del Partido es la antítesis de las libertades individuales y la autonomía necesaria para lograr un renacimiento económico.
El general Castro ignora lo que José Martí enfatizó en 1884 en su carta de renuncia reprobando a su comandante militar Máximo Gómez: «No se funda un pueblo, general, como se manda un campamento''. Lo mismo aplica para el desarrollo exitoso de una economía.
El autor es Analista investigador del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami y autor del recién publicado libro Mañana in Cuba.
- 23 de julio, 2015
- 19 de diciembre, 2024
- 29 de febrero, 2016
Artículo de blog relacionados
Por Bhushan Bahree, en Nueva York y Russell Gold The Wall Street Journal...
10 de julio, 2006Quienes defendemos la economía de mercado por sobre el estatismo a menudo somos...
16 de noviembre, 2012- 24 de mayo, 2007
Siglo 21 La inmerecida muerte de Facundo Cabral es la gota que derramó...
13 de julio, 2011