La OEA y Venezuela: Un bel morire
El abogado venezolano Pedro Nikken no es un exaltado. Qué va. Si de algo puede pecar es de todo lo contrario. Eso sí, es un intransigente defensor de los derechos humanos, además de destacado y reconocido jurista y profesor de derecho. Cumplió una brillante gestión como presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a la que catapultó a niveles muy altos durante su ejercicio.
Hace unas semanas escribió: "El régimen del presidente Chávez hizo abandono de su legitimidad democrática de origen y la pervirtió en su ejercicio. Entramos en la etapa de la dictadura, una palabra que muchas veces me rehusé a pronunciar cuando pervivían, aunque precarios, los espacios democráticos que se han cerrado abruptamente con la asonada parlamentaria de diciembre último. Se ha orquestado un golpe de estado contra las instituciones democráticas y contra la mayoría que votó contra el gobierno en las elecciones parlamentarias, al abrigo de la sorpresa y en plenas festividades navideñas. Ha sido una estratagema premeditada y bien tramada, propia de un gobierno que utiliza la astucia de los militares que gobiernan para tender emboscadas. La comunidad internacional debe ser movida a considerar la nueva situación venezolana''.
La propia Conferencia Episcopal Venezolana levanta su voz y expresa su temor por el futuro democrático venezolano. Miembros de la Mesa de Unidad Democrática de Venezuela en nombre de 17 partidos políticos nacionales que obtuvieron 5.3 millones de votos (más del 50%) en las últimas elecciones fueron a la OEA a reclamar por las violaciones de Chávez a la Constitución, lo que definieron como "fraude'' y "devastación de la democracia'' en Venezuela.
Ya no se puede dar mas vueltas. La nueva mayoría venezolana –que lo es aunque tengan menos diputados– dice que Chávez ha devastado la democracia pero es más que eso: el chavismo viene cometiendo una especie de genocidio contra las normas democráticas y republicanas desde que en el 2007 perdió el referendo para la reforma constitucional y recrudeció su fiereza, como pasa con todos los sistemas dictatoriales cuando se sienten débiles, después de perder las elecciones legislativas de septiembre pasado.
La OEA no podía seguir ignorando esta violación flagrante de su Carta Democrática y no lo ha hecho. Su secretario general, José Miguel Insulza, ha dicho que ni en el espíritu ni en la letra de la Carta Democrática Interamericana consta que un Congreso que se va pueda atarle las manos al Congreso que llega. Esto es, por si Chávez no entiende las sutilezas, que lo de sus jueguitos ya no se lo traga nadie.
En la OEA, será una partida histórica, en la que pueden pasar una de tres cosas. Que nuevamente se esquive el tema o a través de alguna retorcida maniobra se exima de sanciones a Venezuela, lo que ya hundiría en el desprestigio total al organismo y sus miembros; que se cumpla con sancionar severamente la violación para la mejor historia de la OEA , o que la existencia de grandes desacuerdos generara el retiro de varios miembros y de hecho la desaparición del organismo. Si fuera este el final y su causa la defensa de la democracia, no sería lo peor. En definitiva, un bel morire tutta la vita onora.
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