Las reacciones a S&P en El Salvador: fáciles y equivocadas
La agencia Standard & Poor´s (S&P) acaba de reducir la calificación del riesgo soberano de El Salvador, otorgándole en lo sucesivo una nota "BB-", en reemplazo de la "BB", que había estado vigente desde el 12 de mayo de 2009. Cabe destacar que con anterioridad a esa fecha la calificación de S&P había sido "BB+". Las bajas en la calificación nunca son buenas noticias. Las reacciones fáciles y equivocadas, tampoco.
Sin embargo, desafortunadamente, esas reacciones estuvieron a la orden del día: los unos, los que dicen ser de derecha…, con incomprensible ironía declaran "esta gente viene perdiendo un grado por año", como si se estuviesen refiriendo a un país lejano y ajeno. Y los otros, los que dicen ser de izquierda…, se enojan con el espejo, cuyo reflejo reclama una mejora en la gestión. No sólo del Ejecutivo.
Tiene razón el ministro de Hacienda, en quien no cae toda la responsabilidad de esta baja, cuando recuerda que las calificadoras de riesgo, entre ellas S&P, Moody´s y Fitch Ratings, "ni siquiera pudieron preveer la crisis de Estados Unidos". El dato es innegable.
Inclusive se quedó corto en la crítica, pues posiblemente no fue error de cálculo lo que les hizo actuar a las calificadoras, antes de la debacle financiera internacional, como si el riesgo de insolvencia hubiese sido nulo: habría que preguntarse por la independencia, la objetividad, (¿y los escrúpulos?) de tales agencias, que asignaban calificaciones indefendiblemente buenas a deudas evidentemente malas. Deudas subprime que no debieran haber merecido aplausos. La sospecha que pesa sobre S&P es inevitable.
Más aún, el ministro hasta tendría algo de razón si cuestionase el conocimiento que de la realidad salvadoreña pudiera tener la analista que escribió el reporte de S&P en su oficina de Nueva York.
En tal caso, sin embargo, tendría sólo un poco de razón. Pero no toda, pues el reporte está bien escrito, es objetivo y no afirma nada que sorprenda a quienes vivimos en El Salvador. Por más que provenga de los sospechosos de S&P.
En uno de sus párrafos, por ejemplo, el reporte indica: "la incertidumbre política afecta negativamente al clima de inversión, impide el avance de varias reformas cruciales, y en definitiva debilita la flexibilidad fiscal y las perspectivas de progreso económico". Coincide, casi literalmente, con las conclusiones del último Informe de Coyuntura Económica publicado por Fusades (3er. trimestre, 2010). Coincide, también, con la realidad.
Podrá discutirse si la principal causa de la incertidumbre política radica en las diferencias existentes entre el presidente y su partido, tal como afirma S&P, o si se debe a la ¿irreconciliable? relación entre los dos principales partidos (quienes para conciliar mutuos intereses partidarios en la Asamblea fueron más rápidos que Speedy González…). En todo caso, la innegable incertidumbre es resultado de los muchos vicios que tiene la política en El Salvador.
Vicios en los cuales, debe aceptarse, ni siquiera hay originalidad, pues el panorama político que se observa en estas playas cuscatlecas se parece al de tantos otros arrabales latinoamericanos. Apenas cambian las formas.
Por supuesto que hubo, además, hechos que afectaron puntualmente a la calificación salvadoreña: a) la criminalidad, y b) el creciente porcentaje que representa el monto de la deuda pública con respecto al PIB. El tamaño de la deuda pública total a noviembre de 2010 era de $11,693.8 millones (bcr.gob.sv), mientras que según el presupuesto presentado para el año actual, el PIB de 2010 terminararía siendo de $21,796 millones. La relación deuda/PIB resulta en un preocupante 53.7%
Las calificaciones de las agencias tienen un impacto concreto en el bienestar futuro de la gente: una baja implica que los intereses de las nuevas deudas serán más altos. Y que el planeta, incluyendo a los empresarios salvadoreños, verá en El Salvador un lugar menos atractivo para invertir y generar empleos.
La situación se revertiría cambiando las señales. Esa sería, pese a los incrédulos, una reacción fácil. Y además, acertada.
Hasta la próxima.
El autor es ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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