La refutación de la teoría cuantitativa (II)
(Parte I)
La segunda hipótesis en la que se sustenta la teoría cuantitativa es que la velocidad de circulación del dinero (V) es constante e independiente del resto de variables, quedando determinada por factores institucionales. Que la velocidad sea independiente es un requisito teórico para poder relacionar las variaciones de la cantidad de dinero (M) con las de los precios (P); que sea constante es una conveniencia empírica que ahorra trabajo a los economistas a la hora de recolectar datos y “demostrar” la fuerte relación entre oferta monetaria y precios. Como en las restantes relaciones entre variables, en este caso parece que se parte de una conclusión preconcebida (la teoría cuantitativa es cierta) para, a partir de ella, desplegar las hipótesis necesarias que la hagan verosímil; pero, como en los otros casos, constituye un error económico mayúsculo.
Recordemos que la velocidad del dinero no es más que la inversa de la demanda de dinero (esto es, la inversa del tiempo medio que los agentes atesoran una determinada cantidad de dinero). Por tanto, en lugar de pensar en términos de velocidad –las más de las veces un concepto poco intuitivo– podemos simplemente razonar en términos de atesoramiento de dinero.
Para empezar, debemos reconocer que el atesoramiento sí está en parte determinado por factores institucionales y consuetudinarios. Cuanto más desarrollado se encuentre el sistema de pagos de un país y cuanto menos habituados estén los agentes a abonar sus operaciones en efectivo, menos tiempo permanecerá cada unidad monetaria dentro de los saldos de caja de un individuo. Así, por ejemplo, una economía muy bancarizada donde el medio preferente de pago sean los cheques o las tarjetas de débito, lo habitual será que se produzcan un número de transacciones mucho mayor que en una economía donde todos los pagos se produzcan al contado y que, en consecuencia, la velocidad de circulación del dinero también sea mayor.
Ahora bien, que la velocidad del dinero esté en parte determinada por factores institucionales no significa ni que esté sólo determinada por factores institucionales ni que esté mayormente determinada por factores institucionales ni que sea independiente del resto de variables de la ecuación cuantitativa. Al contrario de lo que los cuantitativistas se ven forzados a suponer para no abandonar su insostenible teoría cuantitativa, el resto de variables sí ejercen una enorme influencia sobre la misma.
Empecemos por el lado derecho de la ecuación: el precio y la cantidad de bienes (P*Q). Hasta cierto punto, el atesoramiento presente viene determinado por el poder adquisitivo futuro del dinero (por cuántos bienes podrán adquirirse con una unidad monetaria): si el agente espera que los precios futuros caigan, incrementará su atesoramiento –esto es, se pondrá largo en dinero y corto en mercancías–; si en cambio espera que los precios futuros aumenten, reducirá su atesoramiento –esto es, se pondrá corto en dinero y largo en mercancías–.
No se trata, por supuesto, de una relación ni absolutamente rígida ni tenebrosamente apocalíptica como muchas veces nos quieren hacer creer los keynesianos a cuenta de Japón (“nadie consume porque todos esperan que caigan los precios”). Primero, porque el mero acto de atesorar o desatesorar dinero adelanta la caída o el aumento de precios esperado, de modo que la tendencia a atesorar o desatesorar dinero sólo continuará si las expectativas bajistas o alcistas se mantienen. Segundo, porque otra forma de ponerse largos en dinero futuro es invirtiendo el dinero presente en proyectos que venzan en el momento en que se desea disponer del dinero. Y tercero, porque aun cuando el dinero permaneciera atesorado, se desatarían otras fuerzas –como la caída del tipo de descuento– que permitirían reorientar la estructura productiva de la economía sin irresolubles quebrantos. Pero, por poco rígida o apocalíptica que sea la relación entre la velocidad del dinero y su poder adquisitivo, es indudable que ésta existe y que debe ser tenida en cuenta.
Más significativa, con todo, es la relación entre M y V. Fijémonos en que ambas variables son necesarias para explicar cuánto dinero se está utilizando con el propósito de adquirir bienes (Q): M es la oferta monetaria, entendida como el stock de medios de pago, y V es la (inversa de la) demanda monetaria, entendida como la parte del stock de dinero que se está utilizando para efectuar pagos. V nos informa de qué porcentaje o múltiplo de los medios de pago se destinan en un momento dado para alcanzar bienes. Parece claro, pues, que difícilmente podrán estas dos variables ser independientes cuando V necesita nutrirse de M, esto es, cuando la constitución de los saldos deseados de tesorería se realizará a partir de una oferta monetaria determinada. Así por ejemplo, si en ciertos contextos como el actual los agentes atesoran todos los medios de pago que el banco central pone a su disposición –esto es, si deciden no hacer uso de los medios de pago que el banco central pone a su disposición–, M aumentará a la vez que V disminuirá: habrá más oferta de dinero pero ésta será completamente reabsorbida por la demanda. El cuantitativismo es demasiado simple al presuponer que todo aumento en la cantidad de dinero dará lugar a un incremento proporcional en la circulación de dinero: en ocasiones un aumento de M generará un incremento más que proporcional de V (inflaciones o hiperinflaciones) y en otras una reducción (deflaciones).
De este modo, por visualizar las relaciones entre M y V en un horizonte temporal más prolongado, tengamos en cuenta que cuando aumenta la oferta monetaria en sentido amplio –esto es, el dinero (M’) y las promesas a entregar dinero (M’’)– merced a la emisión de promesas de pago (M’’) garantizadas por bienes de consumo futuros (Q que todavía no resulta consumible en el presente), el nuevo crédito presionará al alza los precios de todos los bienes presentes (P), lo que incentivará por los motivos ya apuntados un desatesoramiento de dinero (aumento de V) que hasta cierto punto se realimentará con el aumento esperado de precios. Conforme M’’ siga aumentando, llegará un momento en el que los agentes comenzarán a darse cuenta de que la calidad de esas promesas de pago se ha ido deteriorando en la medida en que no pueden satisfacerse todas (los bienes necesarios para saldarlas no existen en el presente), por lo que procederán a ponerse cortos en las promesas de pago (M’’) y largos en dinero (M’); es decir, comenzarán a liquidar las promesas de pago de peor calidad y a atesorar dinero (reducción de V). Este atesoramiento de dinero unido a la hipertrofia de las promesas de entregar dinero generará una cadena de impagos en estas últimas (contracción de M’’), lo que a su vez dará lugar a una caída de precios (reducción de P) y ésta, a su vez, reforzará el atesoramiento de dinero (reducción V) hasta que la calidad de las promesas de pago se estabilice y los precios relativos de los bienes se hayan ajustado a la baja.
Vemos, por consiguiente, que lejos de ser variables independientes, M, P y Q influyen decisivamente sobre V y V influye decisivamente sobre M, P y Q. El problema es que relajar la hipótesis de esta independencia socavaría la teoría cuantitativa: si un aumento de M puede dar lugar a una caída a corto o a largo plazo de V, o si un aumento de P puede realimentarse con aumentos de V, parece claro que no podrá establecerse una relación unívoca entre P y M: M podrá aumentar sin que lo haga P y P podrá aumentar sin que lo haga M.
- 23 de julio, 2015
- 4 de septiembre, 2015
- 5 de noviembre, 2015
- 15 de abril, 2019
Artículo de blog relacionados
- 29 de agosto, 2008
Editorial – ABC EL caudillo venezolano está definitivamente perdido y desesperado. Con tantos...
13 de septiembre, 2008El Nuevo Herald Si el primer viaje al exterior del presidente electo mexicano...
20 de septiembre, 2012Algo extraño sucedió en el camino hacia las urnas: los estadounidenses descubrieron que...
1 de diciembre, 2010