De Néstor a Cristina
El País, Montevideo
En los tres meses que han transcurrido desde la muerte de Néstor Kirchner, ¿en qué ha cambiado la situación política argentina? La pregunta es pertinente, por supuesto, para los propios argentinos, pero tiene cierto interés, además, para el conjunto de los países latinoamericanos, no tanto porque la influencia de la Argentina haya crecido en nuestra región -más bien, lo contrario- sino porque en tiempos de los dos Kirchner la Argentina había ocupado una posición intermedia entre los dos grandes bloques que dividen a las naciones latinoamericanas. Hasta la muerte de Kirchner, más por imperio de las circunstancias que por propia gravitación, Argentina se había convertido en algo así como "el fiel de la balanza" en la pugna entre aquellos dos grandes bloques regionales. ¿Lo sigue siendo hoy, ahora que Néstor ya no está al lado de Cristina?
La línea divisoria que separa a una América Latina mayoritaria de otra América Latina minoritaria es la reelección presidencial. De Norte a Sur, desde México hasta Uruguay, la mayoría de nuestras naciones son "repúblicas democráticas" o, dicho con otras palabras, naciones en las cuales impera algún tipo de límite institucional a la reelección. Este límite admite diversas variaciones, desde la prohibición absoluta que ostenta México hasta la prohibición de toda reelección presidencial "consecutiva" que exhibe Uruguay, pasando por la admisión de sólo una reelección consecutiva que consagra Brasil pero, de una manera o de la otra, todos los países que integran el lote mayoritario le ponen un tope al continuismo presidencial. Este no es el caso en el lote minoritario de naciones, con la Venezuela de Chávez a la cabeza, cuyos presidentes albergan intenciones vitalicias. Este segundo lote, que además de Venezuela integran el Ecuador de Correa, la Bolivia de Morales y la Nicaragua de Ortega, no obedece al principio republicano de la rotación de los presidentes en el poder sino que, no siendo "institucional" sino "personalista", ata su destino a una biografía personal.
En tiempos de ambos Kirchner, la Argentina parecía inclinarse hacia el modelo chavista de la reelección indefinida mediante una argucia bipersonalista: lo que dio en llamarse "la alternancia conyugal". Néstor Kirchner había gobernado de 2003 a 2007. Cristina Kirchner lo está haciendo entre 2007 y 2011. Su esposo pretendía una segunda reelección este año pero el destino viene de refutarlo. El simple hecho biológico de su muerte ha cambiado de cuajo el régimen político argentino porque Cristina, si procura ahora su propia reelección y aun si la consigue, deberá descender sí o sí de la presidencia en 2015. Lo cual quiere decir que, a pesar de las aspiraciones "infinitas" de los Kirchner, mi país acaba de engrosar la lista de las repúblicas democráticas latinoamericanas. Si se tiene en cuenta que la pretensión reeleccionista ya fracasó en Honduras, donde ahora impera un gobierno democrático "normal", y que Chávez y Morales tienen crecientes dificultades para gobernar, a este retroceso del bloque personalista latinoamericanos habrá que agregarle ahora la agonía del proyecto de reelecciones incesantes que había concebido el kirchnerismo. El "fiel de balanza" argentino en nuestra región, en resumidas cuentas, ya no existe.
A esta decisiva novedad institucional se le está agregando ahora otra pregunta: ¿podrá Cristina Kirchner llenar por sí sola el vacío de poder que le ha dejado Néstor? Homero decía que Ulises era "fecundo en ardides". Salvando las distancias, también podría decirse que Néstor fue un político "creativo" porque cada día inventaba una nueva iniciativa contra sus rivales. Cristina carece de esta cualidad. Lo que se ha visto de ella en estos tres meses de soledad es que, más que iniciar día por día una nueva ofensiva contra sus opositores, tiende a recorrer una y otra vez, sin innovación alguna, la huellas que le había marcado su antecesor. Mientras a Néstor lo guiaba la creatividad, aunque según sus críticos fuera para el mal, a Cristina parece gobernarla, en cambio, la ley de la inercia. Esta falta de originalidad, este cerrado apego al estilo y al núcleo de colaboradores íntimos de su marido, ¿le serán suficientes para enfrentar con éxito la despiadada lucha por el poder que se cierne sobre ella?
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