El Estado in the pendiente
Entre las funciones básicas del Estado está la de resolver disputas entre privados, obrando en su calidad de árbitro imparcial. Otra de las actividades esenciales que le corresponden es oficiar de administrador de los bienes públicos, entre los cuales la recaudación tributaria ocupa evidentemente un lugar relevante.
De todos modos, la tarea que mejor representa la razón de ser del Estado es hacer respetar la ley. Y para que pueda cumplir con tal mandato, que incluye garantizar el orden público, la sociedad le ha delegado una herramienta clave: el uso monopólico de la fuerza. Nada menos.
Los Estados modernos, además, han incorporado funciones adicionales, tales como proveer educación universal y salud pública. El alcance específico que le corresponde a estas nuevas funciones suele ser objeto de debate. Y es normal que así sea, aún cuando las discusiones tengan habitualmente poca racionalidad y demasiada pseudo-ideología, tanto de un lado como del otro…, terminando en conversaciones de sordos. O de necios, que ostentan posiciones intransigentes. Como si esa fuese la manera adecuada de discutir políticas públicas.
En efecto, algunos de los que dicen ser de derecha olvidan que una adecuada función subsidiaria del Estado les permitiría vivir en una sociedad con menos resentimientos, de esos que tan a flor de piel están en El Salvador, al punto que habría que ser ciego para no verlos. Una sociedad en la cual nadie carezca de cierto nivel educativo ni de determinada cobertura de salud.
Sobre este punto el periodista argentino Carlos Mira hace una acertada reflexión en su libro "La idolatría del Estado", indicando que: "una sociedad sana, consciente, que disfruta de una red sanitaria moderna y sustentada por impuestos, amplia, limpia y a disposición de todos, se siente segura y por lo tanto su pensamiento no está perturbado por la preocupación acerca de lo que hará si cae en la desgracia de la enfermedad o el accidente", agregando una observación clave: "su mente estará liberada para pensar, y al pensar podrá discernir si lo que le ofrecen (en materia política) la conforma o la disgusta".
Lo que nadie en sus cabales debiera aceptar como normal es que se ponga en tela de juicio la inexcusable obligación del Estado de ejercer sus funciones básicas, comenzando por garantizar el orden público. Es algo que jamás debiera estar en discusión.
No es un tema de ideologías. Invocarlas para justificar el desorden es una excusa barata, que lejos de ser "progresista" es miserablemente regresiva: a quienes más perjudica el desorden es a las personas humildes, que no andan con guardaespaldas ni se trasladan en carros blindados. Esa inmensa mayoría de la población que no es ni gran empresario ni funcionario.
No es cuestión de tamaño sino de fortaleza: el Estado no necesariamente debe ser grande, pero obligatoriamente debe ser fuerte. Un Estado débil, o peor aún, ausente, deja el camino pavimentado a la delincuencia. A algunos ingenuos les han hecho creer que el orden es un símbolo de la derecha (¡?), ante lo cual es oportuno recordar que el ex presidente Lula no cambió la bandera de Brasil, que sigue diciendo "Orden y progreso".
En verdad, cada vez queda más en evidencia que la distinción relevante es entre autoritarios y liberales, no entre derechas e izquierdas. El autoritarismo se nutre del desorden. La libertad requiere orden.
Hay autoritarios que dicen ser de derecha y autoritarios que dicen ser de izquierda, hecho que confirma la inutilidad de esa clasificación maniquea entre derecha e izquierda, tan vieja como la Revolución francesa. En la cual, dicho sea de paso, los liberales se sentaron a la izquierda.
Ante los episodios de huelgas y toma de edificios que afectan a El Salvador, la reacción que se espera del Estado es, simplemente, que cumpla con la obligación que le exige su función básica: imponer orden. Actuando de manera independiente. Y dejando de estar en la pendiente. En la pendiente descendente.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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