Venezuela después de las inundaciones
El presidente estaba de humor conciliador. La pérdida de la mayoría de dos tercios por parte de su partido en el Congreso en las elecciones de hace unos meses había calado hondo, pero cuando los nuevos miembros de la oposición se reunieron para escuchar su discurso anual sobre el estado de la nación, los saludó de forma cortés. Le dijo a su audiencia que los adversarios políticos no debían ser considerados enemigos.
Sin embargo cuesta creer que el ideólogo de extrema izquierda tuviera intención alguna de moverse hacia el centro. Parecía más probable que estuviera montando un espectáculo para pulir su imagen de cara a las elecciones de 2012.
El escepticismo estaba justificado. Sólo días después del discurso del 15 de enero ante la legislatura venezolana, Hugo Chávez volvió a sus andanzas, al amenazar a los propietarios con expropiaciones y alentar a la muchedumbre. Además, retiró una oferta para poner fin al período de 18 meses de "gobierno por decreto" que le había otorgado el Congreso anterior.
¿Entonces por qué el hombre fuerte sintió que necesitaba poner en marcha una campaña de persuasión? En una palabra: vivienda.
La mayoría de las instituciones democráticas de Venezuela han sido destruidas por Chávez. Pero Caracas aún no es Pyongyang ni La Habana, y una oleada de descontento popular podría derrocarlo. Su estrategia favorita para hacerle frente a este riesgo es repartir fondos estatales y redistribuir la riqueza privada. Sin embargo, pese a la reasignación de cientos de millones de dólares durante la última década bajo el chavismo, la vida de los pobres venezolanos se ha vuelto más difícil. La popularidad de Chávez ha estado cayendo, algo que los avances de la oposición en el Congreso dejan en evidencia.
Luego llegaron las lluvias de fines de noviembre.
Unas 130.000 personas quedaron sin techo cuando la parte norte del país fue azotada por lluvias torrenciales que se prolongaron hasta adentrado diciembre. Su difícil situación se ha convertido en el tema principal de todos los discursos del presidente, quien ha tenido dificultades para encontrarles refugio. Fueron enviados a vivir en clínicas y oficinas del gobierno, más de 150 hoteles e incluso Miraflores, el palacio presidencial. En un momento Chávez ofreció levantar una carpa beduina —un regalo del líder libio Muammar Gadafi— en el jardín del palacio para albergar a las víctimas de las inundaciones.
Todo esto ha puesto de relieve un problema estructural de escasez de vivienda que muchos seguidores de Chávez preveían que el mandatario resolviera cuando llegó al poder. En cambio, el problema ha empeorado.
Según Aquiles Martini, el presidente de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela, a quien entrevisté por teléfono desde Caracas la semana pasada, el crecimiento de la población requiere entre 80.000 y 100.000 hogares nuevos al año. Pero durante el chavismo, sostiene, el país sumó, en promedio, sólo 40.000 unidades anuales. Venezuela ahora tiene un déficit de dos millones de unidades. Esto explica por qué tantos venezolanos viven en frágiles viviendas en asentamientos precarios y sufren tanto durante los desastres naturales.
Martini afirma que 2009 fue un buen año, con 92.000 unidades nuevas. Pero en 2010 la cantidad descendió a 50.000, y el pronóstico para el año próximo es de aún menos casas. Un motivo es la nacionalización de empresas que producen cemento y acero. La producción de acero venezolano se redujo el año pasado en 40% y la de cemento en 12%, lo que provocó escasez de materiales de construcción.
Hay otros factores negativos. Los constructores tradicionalmente se protegieron contra la inflación, que ahora bordea el 30% anual, al indexar sus contratos con compradores para cubrir el alza en los costos durante la construcción. Pero en 2009 el gobierno prohibió esta práctica. El año pasado, las acusaciones de que algunos constructores aún intentaban protegerse llevó al gobierno a amenazar con severas multas e incluso el encarcelamiento de algunas personas. Muchas constructoras privadas han desaparecido desde entonces. Los inversionistas que podrían querer construir un apartamento para conseguir un ingreso a través del alquiler también se retiraron del mercado ya que, según Martini, los propietarios ya no tienen el derecho de desalojar a los inquilinos que no pagan.
Martini indica que históricamente el sector privado construye alrededor de 75% de las viviendas nuevas y que el sector público provee el resto. Pero cuando el sector privado está en retirada, Chávez deberá hacerse cargo de la diferencia.
Nadie prevé que alcance su meta de 150.000 viviendas nuevas este año y 350.000 en los próximos dos. Tal vez el propio Chávez no lo crea, lo que explicaría por qué sigue endureciendo su postura. En las últimas semanas anunció la expropiación de 31 grandes granjas productivas al sur del Lago Maracaibo, incitó a sus seguidores a tomar por la fuerza propiedad privada y sugirió que tiene en la mira a los campos de golf en Caracas. La semana pasada amenazó con expropiar uno de los mayores bancos del país porque no le gustaba una de sus decisiones de préstamos.
En este contexto, es más fácil comprender el espectáculo de bondad de Chávez durante el discurso sobre el estado de la nación. Quiere que los venezolanos lo vean como el líder razonable que intentó llevarse bien con sus codiciosos y testarudos oponentes. Y mientras las opciones de vivienda siguen reduciéndose, espera que los votantes los culpen a ellos.
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