El valor de la libertad
Rememoramos en estos días la Gesta de la Candelaria, que terminó con 35 años de dictadura del general Alfredo Stroessner con el apoyo del Partido Colorado. Algunos rindieron homenaje a los militares, otros, recordaron a los cientos de héroes civiles que ofrendaron sus vidas en su lucha por la democracia y la libertad. Si fuésemos a valorar el aporte de unos y otros, sin dudas pesará más el de la población civil que durante años peleó hasta que un grupo de militares tomó aquella decisión para librarse de su comandante en jefe y, de paso, resolver un problema coyuntural que arriesgaba sus privilegios.
Al mismo tiempo, y en coincidencia con la recordación del retorno de la democracia a nuestro país, estamos siendo testigos, casi en directo a través de los medios masivos, de la tenaz lucha ciudadana del pueblo egipcio para desprenderse de una dictadura que ya lleva más de 30 años en el poder. En dos semanas que ganaron las calles y las plazas, los acontecimientos ya han dejado más de 300 víctimas. Para los que conocimos la dictadura, sabemos que esa lucha va mucho más allá del desplazamiento de un tirano; es la guerra misma entre el sometimiento y la libertad; entre el silencio conformista y el grito de rebelión para romper con un sistema opresor.
Observamos también, en contraposición de esas manifestaciones, otros caudillos que parecen no comprender que perpetuarse en el poder tarde o temprano enciende la ira y la indignación ciudadana. He ahí a Hugo Chávez que lleva ya 12 años en el poder y pretende seguir quien sabe por cuánto más. Usa la falacia de una “Revolución Bolivariana”, que no es más otra que aquella era de Paz y Progreso que usaba Stroessner como propaganda. Tal vez, más temprano que tarde, el pueblo venezolano encuentre la senda para volver a su rica historia democrática. Y de ahí quizás la diosa Libertad tome vuelo hacia La Habana.
Paralelamente a estos acontecimientos, en nuestro país, nos preparamos para celebrar 200 años de república, libre y soberana. Más allá de los festejos, que al parecer será bien elitista, el evento nos debe servir para reflexionar sobre aquellos principios universales como la libertad y la independencia que impulsaron a los padres de la patria a fundar una nación autónoma.
Es para nosotros una buena oportunidad para elevarnos como ciudadanos, para valorar y perseverar en la lucha para librar a nuestro país de otras ataduras como la ignorancia y la pobreza. Estas falencias son el resultado del gran déficit de liderazgo que ha afectado, y sigue afectando, varios períodos de nuestra historia y que dejaron sus secuelas especialmente en la muy limitada educación de la población. Por tanto, el ambiente se presenta propicio para renovar y valorar la libertad en todas sus dimensiones: política, de pensamiento, de expresión, de prensa y de organización. En fin, libres de ataduras.
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