Lamentable insinuación del canciller argentino sobre El Salvador
Se llama Héctor Timerman, y es el canciller de la Argentina. Si bien sus torpezas son ya una desafortunada constante, en esta oportunidad el hombre se aplicó con especial esmero para cumplir con su tarea predilecta, que es la de hacernos sentir vergüenza a los ciudadanos argentinos.
Situándose en las antípodas de lo que se espera de un ¿diplomático?, y obsesionado como siempre con hacerles chicanas baratas a sus adversarios de turno en la política rioplatense, esta vez Timerman demostró no tener inconveniente alguno en agredir a El Salvador. Todo vale en su extravagante modo de actuar, en el cual el fin pareciera justificar cualquier medio.
En efecto, en un insólito reclamo al jefe de gobierno (alcalde) de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, por haber enviado efectivos de su policía municipal a un entrenamiento ofrecido en El Salvador por la Academia Internacional para el Cumplimiento de la Ley (ILEA, por sus siglas en inglés), no tuvo empacho en afirmar que se trata de una escuela donde se ofrecen "cursos de tortura" y "técnicas golpistas".
La ILEA, creada por Bill Clinton, tiene por misión capacitar a sus alumnos para resolver problemas de crímenes transnacionales, derechos humanos, tráfico de drogas, trata de personas, terrorismo, lavado de dinero y otros crímenes financieros. Cosas que, evidentemente, a Timerman parecieran no interesarle. Aunque debieran.
No viene al caso profundizar sobre quién fue el circunstancial adversario al que Timerman pretendió descalificar con semejante disparate. Lo que sí viene al caso es la preocupación que debiera tener la presidenta Kirchner por la incontinencia verbal del invidividuo al que nombró en el cargo de canciller.
La agresión, es evidente, estuvo principalmente destinada a los Estados Unidos. Timerman sabe que despotricar contra la primera potencia mundial siempre genera barriobajeros réditos políticos, incluso si quien despotrica es él…, que antes de asumir como canciller había sido embajador en Washington (¡?), y que para su exilio político de hace más de treinta años había elegido la elegante Nueva York como destino. El fulbito para la tribuna es una especialidad de estos pseudoprogresistas de opereta. La hipocresía también.
Tal como reflexionaba el pasado domingo un prestigioso columnista del diario La Nación, de Buenos Aires, cabría preguntarse: "¿Barack Obama apaña la tortura, como se infiere de la denuncia de Timerman? Un disparate".
El otro país afectado por la verborragia ministerial fue El Salvador, acerca del cual Timerman evidenció ignorar demasiadas cosas. Parafraseando al columnista de La Nación, cabría preguntarse: "¿El Salvador acepta ser sede de una academia donde se apaña la tortura, como insinúa la denuncia de Timerman?". Otro disparate.
Pese a ser ministro de Relaciones Exteriores, con su insinuación sobre supuestos "cursos de tortura" y "técnicas golpistas" en playas cuscatlecas, Timerman dejó en claro que de El Salvador sólo sabe que es el país que le da nombre a una calle de Palermo, el barrio porteño que sirvió de inspiración a Borges para muchos de sus cuentos sobre malevos y cuchilleros. De hecho, en una de sus esquinas se cruzan las calles El Salvador y Borges. Un lujo.
El canciller argentino debería pedir dos disculpas: una a El Salvador, por el burdo y gratuito agravio de insinuar que es sede de un curso de tortura y técnicas golpistas. Y el otro a los ciudadanos argentinos, por representarnos de una manera tan irresponsable.
No conforme con hacer ese tipo de declaraciones periodísticas, ahora las deja escritas en el ciberespacio, colmando la capacidad de asombro de propios y extraños con un febril tipeo en su cuenta de Twitter. Desde la cual, además de hacer alarde de su inmadurez emocional, se encarga de demostrar las obvias razones por las cuales es imposible que alguna calle de Palermo en el futuro tenga su nombre. Jamás existirá la esquina de El Salvador y Timerman. Evidentemente.
Una noticia menos previsible, claro, es que el canciller argentino realmente pida disculpas por sus exabruptos. Lamentablemente.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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