El camino a Grecia
Cuando la magnitud de los problemas de deuda de Grecia se volvieron públicos el año pasado, mucha gente se preguntó cómo es que un país puede endeudarse tanto sin que nadie lo note, lo que está sucediendo y nadie proteste para evitarlo. Igual pregunta se ha hecho la gente en todos los casos en los que, de un día para otro, se descubre que un país está gruesamente sobre-endeudado y que, como consecuencia, tiene que pasar por dolorosos procesos de ajuste, que afectan primordialmente a los pobres y a la clase media.
Ciertamente que cada caso tiene sus peculiaridades, pero todos los casos son esencialmente iguales: se trata de un gobierno que se desboca gastando para promocionarse políticamente, sin importarle cómo ni quién pagará las deudas contraídas para financiar ese gasto.
Si usted tiene curiosidad sobre este tema puede muy bien estudiar el caso de El Salvador mientras se va desenvolviendo. El endeudamiento de El Salvador, que hace sólo un par de años se consideraba uno de los países más disciplinados fiscalmente y por tanto más confiable en el pago de su deuda, está creciendo a una velocidad tremenda. De 36 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en 2008, ha pasado a 51 por ciento a fines de 2010. A ese ritmo estaremos a más del 70 por ciento en el año en el que termine esta administración. Un viaje tan rápido hacia la insolvencia no puede darse por casualidad. Siempre hay una historia detrás. En nuestro caso, como en todos, hay dos historias: la que cuenta el gobierno y la real. Podemos comenzar por la real.
La primera pregunta es, ¿cómo se está dando este aumento de la deuda? El problema ha sido que el gobierno ha seguido aumentando sus gastos a pesar de que sus ingresos disminuyeron desde fines de 2008, como consecuencia de la crisis mundial y de la contracción económica causada por la elección del FMLN a la Presidencia de la República.
¿Por qué han seguido creciendo los gastos? No ha sido para mejorar los servicios públicos porque éstos se han deteriorado drásticamente desde que la administración Funes está en el poder. La inversión pública ha caído. Después de que el país tenía las calles y carreteras mejores de Centro América, ahora éstas están llenas de hoyos. Hay escasez de medicinas en los hospitales. Entonces, ¿a dónde se está yendo todo este dinero? Dada la total falta de transparencia del gobierno es difícil saberlo, excepto en rubros muy gruesos, que indican que se está yendo en gastos corrientes y principalmente en salarios, tanto en aumentos como en la adición de nuevo personal en el gobierno.
Como se ha denunciado muy frecuentemente, el gobierno no sólo ha despedido a prácticamente todos los que no se identificaban con el FMLN, reemplazándolos con correligionarios de ese partido, sino que también ha creado muchas plazas nuevas para esta gente, dotándolas de carros de lujo, viajes al exterior y otros suntuosos beneficios. De esta forma, el gobierno se ha convertido en una gran agencia de clientelismo político. El hecho de que los servicios públicos se están deteriorando día a día porque muchos de estos nuevos funcionarios son incapaces no importa al FMLN. Para el FMLN el propósito de tener gente en el gobierno no es proveer servicios públicos sino consolidar el apoyo de los correligionarios contratados y controlar las instituciones del Estado para fines partidarios. Es para financiar este proceso que está gastando desaforadamente y endeudando excesivamente al país, y es para financiar este proceso que el gobierno está planeando incrementar los impuestos. Esta es la realidad.
Esta realidad, por supuesto, no es presentable. Hay necesidad de tener otra historia, a la que podamos llamar la "historia oficial". Ésta dice que el gobierno del presidente Funes podría ser muy eficiente si tuviera dinero, pero no lo tiene porque está siendo boicoteado por el negro empresariado salvadoreño, que le niega los votos para subir los impuestos y equilibrar el presupuesto, y está hasta planeando darle un golpe de estado.
Esta historia denigra al país y le niega a los desempleados el beneficio de atraer inversionistas que podrían crear nuevos puestos de trabajo. Nadie quiere invertir en un país en el que el mismo presidente habla mal del país. Esto hace que el país no crezca y que el peso de la deuda aumente aún más. Siga unos cuantos años más así y un día se despertará con la noticia de que hay una crisis fiscal en El Salvador y que es necesario imponer sacrificios enormes a la población, adicionales a los que ya está sufriendo. En ese momento no diga que nunca se lo advirtieron.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 28 de marzo, 2016
- 29 de mayo, 2015
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