Egipto: Lo que el viento se llevó

Diario de América

Con Hosni Mubarak fuera del cuadro político de Egipto, luego de 18 días de protestas y los militares en el poder, las piezas que conforman el futuro de esa nación se ven borrosas e inciertas.

Innegablemente que Mubarak se aferró al poder demasiados tiempo y el pueblo estaba hastiado de su gobierno de más de 30 años, con miles de presos políticos, corrupción e injusticias de clases sociales, que son el caldo de cultivo de toda revolución contra las dictaduras.

Pero ahora existe el peligro, como dije en anteriores Apuntes, que una fuerza política peor se apodere del país.

La democracia en Egipto está más de nunca en este momento en un limbo ante una difícil transición política y todo depende del camino que dicten los militares, ahora en el poder.

La composición de la actual sociedad civil podría transformarse en forma radical, si se le da paso al Islam con todos sus prejuicios y feroz persecución de todo lo que sea moderno y occidental.

El Islam podría imponer su religión y drásticos cambios en la vida diaria como sucedió en Irán con la llegada al gobierno de Ali Hoseini-Khamenei en 1989 y luego  Mahmud Ahadinejad a la presidencia en el 2005. Con ese cambio surgió el fanatismo, el odio y las amenazas hacia Ocidente.
Egipto, bajo esa panorámica, sería otra nación perdida y transformada en enemiga del resto del mundo.

Hoy el pueblo egipcio ha ganado en su batalla de sacarse un dictador de encima. Hay que esperar que con esto se afirme la democracia con sus principios básicos, que se  inicia con las elecciones libres.

Dar comida, albergue y trabajo a las clases sociales desposeídas debería ser el centro de la lucha de quien quiera que reciba ahora el poder en Egipto en forma democrática y lo entregue al final de su término para dar de nuevo paso al presidente electo.

Sólo así valdría la pena la lucha y vidas sacrificadas, en la batalla que  pueblo de Egipto acaba de terminar.