El complicado verano austral de Cristina Kirchner
Madrid. – Las masivas muestras de dolor tras la muerte de Néstor Kirchner hicieron pensar a numerosos políticos próximos a Cristina Fernández que la creación de un movimiento kirchnerista, de fuerte identidad propia, no era descabellada. En alguna medida, los reacomodamientos producidos tanto en el gobierno y sus círculos concéntricos, como en las estructuras peronistas más cercanas al poder, buscaban ese objetivo. La influencia creciente de “La Cámpora”, la organización liderada por Máximo Kirchner, es sólo un dato más a tener presente.
Si bien Cristina Kirchner no ha terminado de definir si se presentará o no a la reelección en octubre próximo, ella y su entorno actúan como si la respuesta frente a la pregunta decisiva fuera afirmativa. Por eso, ya se ha puesto en marcha todo el aparato mediático y publicitario gubernamental, con recursos millonarios, eso sí, de origen público. En la dinámica abierta en diciembre pasado, el verano era una gran oportunidad para consolidar este proceso, aunque esto no fue así. El verano está siendo más conflictivo de lo que parecía, con algunos sucesos, como las ocupaciones de tierras públicas en Villa Soldati, que han repercutido negativamente en la imagen de Cristina Kirchner.
A esto se unió la batalla por el control del voto de la provincia de Buenos Aires, clave para el resultado electoral. La provincia está gobernada por Daniel Scioli, a la vez presidente interino del Partido Justicialista tras el fallecimiento de Néstor Kirchner. De modo que Scioli es simultáneamente uno de los principales aliados y respaldos de la presidenta en su camino a la reelección y su principal rival potencial en el peronismo de cara a la elección presidencial de octubre próximo.
El respaldo popular que Cristina Kichner tiene hoy no sería suficiente para imponerse en la primera vuelta, y por eso necesita el llamado voto “progresista”. Pese a la reforma electoral del gobierno, que propuso realizar elecciones internas abiertas y obligatorias, la presidencia impulsa el retorno de las listas “colectoras” (distintos candidatos a gobernador o alcaldes solicitan simultáneamente el voto para un mismo candidato a la elección superior). Para la próxima elección a gobernador de la provincia de Buenos Aires, que a priori debía coincidir con las presidenciales, la presidente apoya a Martín Sabbatella frente a las aspiraciones reeleccionistas de Scioli.
Sabbatella, diputado de Nuevo Encuentro, presenta a los ojos de Cristina Kirchner un perfil más progresista que su teórico y natural aliado. En ésta, como en otras ocasiones, la prisa suele ser mala consejera y el gobierno está tensando demasiado la cuerda y acorralando a Scioli. Por eso hay interés en negociar y llegar a un arreglo, pero también en liquidar cualquier atisbo opositor. En círculos próximos a la presidente afirman al mismo tiempo: “Tenemos que hablar con Daniel [Scioli] y llegar a un acuerdo” y “Scioli tendrá que aceptar y ceder; no creemos que se rebele. Se va a encolumnar. No tiene alternativa”.
Al kirchnerismo de matriz montonera y “setentista” no le agrada la ortodoxia peronista, demasiado pegada a la corrupta “burocracia sindical”, con numerosas desviaciones “neoliberales”. De ahí la preferencia en diseñar una estrategia propia. Lo intentó Néstor Kirchner con su política transversal pero fracasó y debió volver a las raíces peronistas. Lo está intentando Cristina Kirchner y sus muchachos pero la duda es ¿hasta dónde llegarán? ¿Podrá su manejo del poder mantener encolumnado lo que queda del vasto entramado de gobernadores, parlamentarios e intendentes (alcaldes)? En el caso de la provincia de Buenos Aires el riesgo de tirar la manta desde la izquierda es que ésta finalmente se rompa y sólo las hilachas sigan controladas por el kirchnerismo ante una desafección numerosa de cuadros locales y regionales bien al sciolismo, bien al duhaldismo o bien a una entente que busque la recomposición peronista. Ya se habla de la posibilidad de desdoblar las elecciones y de que Scioli convoque las provinciales antes que las presidenciales. Si lo hace, evitaría el papel de arrastre de las “colectoras” pero terminaría enfrentado con Cristina Kirchner y fracturaría al peronismo.
La situación volátil del peronismo se ha visto más agitada tras el encarcelamiento y posterior liberación de Gerónimo “Momo” Venegas, un sindicalista próximo al ex presidente Eduardo Duhalde, acusado de fraude con medicamentos falsos. El impacto de la orden de prisión dada por un juez próximo al gobierno, el mismo que archivó la causa por enriquecimiento ilícito del matrimonio presidencial, quebró la calma veraniega. La movilización política y sindical (a la que se sumó incluso el pro oficialista Hugo Moyano), obligó al juez a decretar su liberación y fue una clara señal de la pérdida de control político por el gobierno, incluyendo el control de la calle.
La semana pasada hubo otro suceso digno de mención, aunque afectó más las relaciones con EEUU, últimamente bastante vapuleadas por la febril actividad “twitera” del ministro de Exteriores Héctor Timerman. La llegada de un avión militar de EEUU, con “material sensible” para utilizar en unas maniobras de entrenamiento policial, fue la nueva fuente de escándalo. En esta ocasión, al igual que en una vez anterior, la declaración oficial del material importado no coincidía con lo declarado. Esto provocó un importante movimiento de autoridades variopintas en el aeropuerto de Ezeiza. Como muestra la columna de Horacio Verbistsky en el oficialista Página 12, el gobierno, con Timerman a la cabeza, intentará sacar partido del discurso “antiimperialista” claramente orientado a esa franja “progresista” del electorado, vital para su triunfo electoral.
Por ahora la oposición sigue sumida en sus múltiples problemas internos y no ha avanzado demasiado en aclarar el panorama electoral. Por eso, la mayor parte de los focos iluminan el escenario gubernamental y se centran en sus errores y fracasos. Esta falta de definición es la que permite a la presidente liderar cómodamente las encuestas, aunque habrá que ver que ocurrirá cuando se definan los candidatos opositores. Visto lo visto hasta ahora, el mayor riesgo que enfrenta la campaña gubernamental es que de tanto tensar la cuerda a siniestra termine quebrándose por su diestra.
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