¿La revolución egipcia o la revolución de las redes sociales?
El 2009, después de las elecciones en Irán, un grupo de jóvenes se alzó en contra del gobierno de Ahmadinejad alegando que las elecciones habían sido fraudulentas. Pocos días más tarde, la prensa occidental bautizó este evento como la “Revolución Twitter”. La razón: se detectaron miles de mensajes en Twitter durante los mismos momentos del alzamiento que llamaban a marchar y protestar contra el régimen. Los más audaces pensaron que la revuelta fue organizada gracias a la red social y trascendió que el mismo gobierno de Estados Unidos le habría solicitado a la empresa que retrasara un corte programado de su servicio para no afectar lo que estaba pasando en Irán. Finalmente la revolución nunca fue y el Presidente iraní sigue en el poder hasta el día de hoy.
Incluso, análisis posteriores sobre el uso de Twitter en esos días demostraron que el número de cuentas activas en Irán era bajísimo y que la mayoría de los mensajes que se transmitieron provenían de fuera del país. Es decir, Twitter no fue un elemento central del alzamiento y, aunque lo hubiera sido, no logró derrocar al gobierno.
El caso de Egipto es distinto. En primer lugar, Hosni Mubarak tuvo que entregar su puesto luego de 18 días de protestas. Hoy, Egipto se encuentra bajo el mando de una Junta Militar, con el Parlamento disuelto y con un incierto futuro acerca de cuándo el Ejército soltará el poder y permitirá que los egipcios definan su propio futuro. Es decir, aunque nos gustaría que la democracia estuviera más cerca de Egipto, todavía tenemos que ser cautos y observar qué es lo que ocurrirá. Pero hay algo en que las protestas de Irán y las de Egipto se parecen: expertos y no expertos de todo el mundo plantean que Twitter fue una herramienta esencial en la articulación de este movimiento.
En el inicio de las protestas, el gobierno de Mubarak desconectó al país de internet. El miedo a que los manifestantes subieran videos y fotos o que compartieran información en alguna red social los llevó a una medida drástica. La presión internacional pudo más, y Mubarak debió retractarse, permitiendo el uso de esta tecnología nuevamente. Con ello, tuvimos acceso a información proporcionada por egipcios desde la plaza Tahrir, de periodistas que estaban en el lugar mismo de los hechos y que nos contaban de los abusos cometidos por el gobierno, entre otras revelaciones. ¿Pero es Twitter responsable de la revolución egipcia?
Sin Twitter e internet, es probable que todo el proceso egipcio hubiese sido más lento y menos cubierto internacionalmente de lo que fue. Sin duda fue una herramienta útil para el éxito de la revolución. Sin embargo, hay algunos como Evgeny Morozov, periodista bielorruso que vive en EE.UU., que en su libro “The Net Delusión” plantea que el activismo online es una fantasía y que no podemos pretender que por hacer clic en “me gusta” en una página en Facebook o “retweetear” a un periodista en Egipto vamos a causar la revolución. Morozov nos invita a mirar desde la otra vereda, desde la que plantea que internet no nos pertenece y que no está gobernado por los usuarios. China, Rusia o Irán, por mencionar algunos, manipulan internet para transmitir propaganda, censurar o hasta vigilar a los disidentes. Dice que las empresas como Google acceden a peticiones de gobiernos totalitarios para modificar los contenidos que transmiten en sus países. En fin, él nos dice que en vez de fomentar la revolución y promover la democracia, internet puede ser usada para darnos una falsa sensación de poder, para adormecernos ante lo que nos indigna y para dormirnos tranquilos con sólo unirnos a una causa en Facebook. Yo no estoy de acuerdo con él, ya que en países democráticos estas tecnologías sí han generado sociedades más horizontales y le han dado poder a la comunidad para lograr cambios en muchas materias que de otra manera no hubiesen podido.
Pasarán meses antes que los cientistas sociales dedicados al análisis de estas tecnologías nos puedan seguir entreteniendo con sus teorías acerca de si internet ayudó o no a la caída de Mubarak. Por mientras, lo que sí está claro es que la revolución egipcia tiene un doble mérito: por un lado, logró derrocar a un dictador con más de 30 años en el poder; por otro, logró organizarse gracias a –o a pesar de– internet y la existencia de Twitter.
- 23 de julio, 2015
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