We want internet
Hsata los más escépticos sobre internet y sus alcances como herramienta política -yo, entre ellos- han debido rendirse ante la evidencia del sorprendente y decisivo rol que ésta ha tenido en la revolución árabe democrática en curso y que ya ha dejado tras de sí a los regímenes de Túnez y Egipto, considerados hasta ayer sólidos y estables.
Según Foreign Policy, la revuelta tunecina no sólo tuvo como antecedente la dramática autoinmolación del ciudadano Mohamed Buoazizi, sino la revelación por wikileaks de un cable de la diplomacia americana, que describía con detalle la corrupción y nepotismo del gobierno de Ben Ali. En este caso, wikileaks no fue inocuo o desestimado, como ha ocurrido con otras revelaciones, sino que aceleró y dio argumentos para extender el malestar y la protesta.
Desde el inicio de la revuelta tunecina y su rápida propagación, los gobiernos autocráticos árabes identificaron a internet entre sus enemigos principales: el gobierno de Túnez cerró 2.000 sitios web los primeros días de protestas; el de Egipto "apagó" la red completa por un día y desconectó la telefonía móvil, y Arabia Saudita y Emiratos Arabes bloquearon BlackBerry durante semanas.
Sintomático de esta centralidad de internet ha sido uno de los rostros más emblemáticos de la rebelión árabe (Wael Ghonim), encargado de Google para Medio Oriente, apresado durante 12 días y perseguido como si se tratara de un peligroso revolucionario. Al ser liberado, Ghonim se despachó la siguiente frase: "Agradezco a Facebook por su rol en la liberación de Egipto".
Como en una guerra o tal vez en un videojuego (sólo que aquí caían personas de verdad en la plaza Tahir de El Cairo), el ataque gubernamental a internet fue respondido por un grupo de cyberactivistas del combativo grupo virtual Anonymous, derribando los sitios web de ministerios y entidades comerciales. Estos ya antes se habían mostrado capaces de atacar a Mastercard en represalia por la detención de Julian Assange.
¿Ha cambiado o está cambiando internet la política? Sí y no. No, porque nadie ha reemplazado a los ciudadanos movilizados, ni la necesidad de construir alianzas nacionales e internacionales exitosas ni esa violencia que está en su naturaleza más profunda y que no tiene nada de virtual (han quedado decenas de muertos en el camino). Por otro lado, sí es cierto que internet está revolucionando los mecanismos de información y coordinación, organización y protesta, desplazando los modos tradicionales de que se valía la política para ello.
La cuota de mesura sobre internet es que sigue siendo tan cierto como siempre que, en política, no basta con tener los medios para decir algo, también hay que tener algo que decir. Si no se ha logrado construir las condiciones y poner en movimiento esa "idea" a la cual le ha llegado su hora, no es mucho lo que internet u otros medios pueden hacer.
En todo caso, no deja de ser impresionante y aleccionador ver a los ciudadanos egipcios y tunecinos portando entre sus pancartas por más democracia, libertad y trabajo, unas que exigían "We want internet" como si se tratara de otro derecho a conquistar. Lo cierto es que para ellos, internet se había convertido en una herramienta política fundamental para lograr sus objetivos.
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