Chile: De nuevo Frei y Allende
El renovado interés por las muertes de Allende y Frei obedece a qué. ¿A que por fin vamos a saber la verdad? ¿A motivaciones enredadísimas que impiden enterrar a los muertos? ¿A morbo y aprovechamiento político, o por el contrario, a una sana inquietud que exige respuesta?
Vamos por partes. Motivos judiciales los hay. El caso Frei no está cerrado, y el de Allende, si bien es procesalmente novedoso, se inserta dentro de un paquete de 726 requerimientos por violación a derechos humanos, y sabemos lo que es eso en Chile: procesos largos y vamos reviviendo el asunto todo de nuevo, es lo que se pide. Parézcannos o no pertinentes, pues, les compete a los tribunales revisar el mérito de las acusaciones.
Ello no obstante, que se planteen dudas es comprensible. A 38 y 29 años de los hechos las posibilidades de llegar a un esclarecimiento son bajas, por tanto, lo que seguramente, en su defecto, se ofrecerá como explicación hace temer lo peor. El terreno -un público crédulo, predispuesto a conspiraciones e intrigas- está abonado. Primero fue el "envenenamiento" de Napoleón, luego la "desaparición" de Hitler, los asesinos "múltiples" y "mafiosos" de Kennedy, y ahora último lo que ha estado intentando Chávez con Bolívar. En definitiva, cualquiera sea el dictamen de los tribunales vamos a seguir con Frei y Allende "vivos", aunque in articulo mortis, para un buen rato.
El otro motivo que hace augurar lo peor es nuestra herencia "egipcio-católica". Es decir, no concebimos muertos que no puedan "resucitar" y penarnos. Eva Perón y el Che son los ejemplos más patentes; claro que, a juzgar por la momia de Portales de unos años atrás, existen especímenes también locales del fenómeno. ¿A ese panteón están elevando a Allende y Frei, además, por fin "unidos en la muerte", ya que en vida sabemos qué pasó?
Dicho de otro modo, este renovado interés por la pareja no es en estricto rigor ni enteramente un asunto histórico. Si lo fuera, los personajes tendrían que estar muy muertos, cuestión que no lo parece. En segundo lugar, tendríamos que reconocer humildemente que hay cosas que sucedieron en el pasado que no se van a saber nunca, cuestión que frustra el deseo voyerista de querer saberlo todo y en detalle. Lo cual no significa -no se me malentienda- que a Frei no lo hayan matado (el dictamen penal sigue pendiente) y lo más probable es que Allende se haya suicidado (todas las presunciones apuntan a esa, no otra, posibilidad).
Lo que ocurre es que se confunden los planos. Quién mató a Frei y a Allende concita escalofriantes thrillers políticos, mientras que las circunstancias específicas de cómo murieron Frei y Allende son cuestiones periciales, propias de la medicina forense, lo que no necesariamente va a satisfacer una demanda imaginativa infinita. De ahí que sea válido preguntarse cómo calza en todo esto la historia. No mucho. Lo fundamental seguirá pendiente: el terror en tanto hecho indesmentible independientemente de quién mató a quién, y el hecho también indiscutible de que ambos personajes presidieron un período de luces y sombras cuyo trasfondo trágico sigue siendo recóndito. Esto último es lo que verdaderamente interesa llegar a entender, y que ni la imaginación ni los tribunales -sí los historiadores- pueden y deben resolver.
- 23 de enero, 2009
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