El piqueterismo intelectual
Ya no recuerdo quién fue de mis amigos el que, a comienzo de la década del 80, me regaló un libro delicioso con la mejor promoción que podía tener un libro en esos tiempos de dictadura: Ojo, no lo muestres mucho que está prohibido…, fue la recomendación. Escrito con buena prosa e ironías perfectas, La Tía Julia y el escribidor me aproximó a la obra del peruano Mario Vargas Llosa, del que enseguida conocería novelas más profundas y más tenebrosas. La Tía… había sido prohibida en estas tierras porque relataba en clave erótica y autobiográfica la relación escandalosa entre el joven escritor y una tía deseable con la que al final se casó.
¿Porqué los censores argentinos de entonces se ensañaron con La Tíay no con La Ciudad y los perros, que destrozaba la educación rígida de los militares, o con La fiesta del Chivo, que apestillaba al dictador dominicano Rafael Trujillo? Por una sola razón y es que el aroma sexy que despedía la novela los incomodaba peor a los pacatos administradores del miedo.
El travesti ideológico. La historia literaria que acompaña a Vargas Llosa, la otra estrella del boom narrativo latinoamericano junto al colombiano Gabriel García Márquez, no alcanzó sin embargo para evitar el papelón del grupete de intelectuales argentinos que conspiró para que el peruano no inaugure nuestra Feria del Libro en Buenos Aires.Quizás hayan sido los recelos generacionales o simplemente un rapto de envidia. Algunos de los que lo cuestionan jamás han escrito un párrafo que quede en la memoria pero el pecado mayor que le asignan es el travestismo ideológico. Vargas Llosa pasó de acompañar la izquierda nacanpop de los 60 y los 70 a convertirse en un inesperado exégeta del liberalismo económico, ganándose el rencor eterno de aquellos que todavía se emocionan cuando observan una foto de Fidel Castro y el Gabo en guayabera.
Invento nacional. La operación anti Vargas Llosa de los intelectuales K acudió al último invento argentino en materia social: el piquete. Si lo usa Hugo Moyano contra sus muchos adversarios; lo usan algunos estudiantes contra las escuelas sin estufas; si lo usan los vecinos de Lezama contra los turistas de la ruta dos, ¿porqué no lo iban a usar nuestros escritores y filósofos contra este peruano de ideas livianas que ahora se dedica a criticar a los Kirchner y a Hugo Chávez? El piquete intelectual buscó frenar la presencia de Vargas Llosa en la tribuna mediática de la Feria pero no reparó en un detalle, de esos que a los cientistas sociales les suelen pasar desapercibidos. El 2011 es un año electoral y en octubre Cristina se juega la continuidad. Atenta como pocos a las brisas del humor social, la Presidenta cortó de un sólo golpe la intentona. No quiere que la censura a un Premio Nobel retumbe luego por todo el planeta. No siete meses antes de las elecciones.
Borges y Cortázar. Es curioso el caso de estos intelectuales argentinos. Han sido educados por la excelencia de la enseñanza pública que nos distinguía en la región hace algunas décadas. Han sufrido la intolerancia, el exilio o el terror durante los años oscuros. Y aún así no aprenden. Se puede disfrutar a Jorge Luis Borges y también enfurecerse por haber dicho que el peronismo era incorregible. Se puede considerar a Rayuela la mejor novela de la literatura argentina y criticar a Julio Cortázar por alguna interpretación antiperonista de su magnífico cuento Casa tomada. Lo que no puede hacer el país adolescente es bloquear los canales por dónde fluyen las ideas. No hay pensamiento único, como no hay ideología única ni partido ni diario ni memoria única. La sociedad es cada vez más compleja y los muros, el de Berlín y ahora el de las autocracias, siguen derrumbándose.
Como el sarampión. ¿Se ha topado usted en la vida con argentinos? Cuando vea uno, cámbiese de vereda, porque la argentinidad, como el sarampión, es contagiosa, dice Pedro Camacho, personaje delirante de La Tía Julia. Una frase ficcional de Vargas Llosa como para que los piqueteros intelectuales vuelvan a sus demonios y vean a sus enemigos en todas partes. Aún en una buena novela escrita hace más de 30 años.
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