¿Y si cambiamos a Perón por Vargas Llosa?
El País, Madrid
Tarde o temprano, todo encaja. Lo único que hay que tener es la misma paciencia que Jorge Luis Borges le recomendó a una estudiante que le dijo estar muy preocupada porque no le gustaban las obras de Shakespeare: "No se preocupe y siga leyendo, eso es solo que Shakespeare aún no escribió para usted". Y para demostrar que si uno espera y va apilando, al final cada cosa viene a ocupar su sitio, resulta que llega de la nada el día de ayer y al hombre que hoy dirige la Biblioteca Nacional de Argentina, es decir, alguien que se sienta en la misma silla en la que se sentaba el autor de El Aleph e Historia universal de la infamia, se le ocurre poner el grito en el suelo porque Mario Vargas Llosa vaya a inaugurar la Feria del Libro de Buenos Aires, sin duda a causa de la poca simpatía que el premio Nobel de Literatura le tiene al peronismo, y de inmediato uno se da cuenta de lo bien que le encaja a su censor la frase con que el propio Borges explicaba la impresión que le había causado el dictador Videla: "Es increíble que un solo hombre pueda ignorar tanto". No hay más que recortarle esa frase al militar y multiplicarla por dos, para que lo que le valía a un general de brigada le sirva al director de la Biblioteca Nacional, y ya tenemos a cada marioneta con su traje. Los que hemos estado más de una vez en esa prodigiosa Feria del Libro de Buenos Aires y sabemos que los argentinos son el público más culto y acogedor del planeta, nos hemos puesto tristes, solitarios y finales, como decía Osvaldo Soriano.
Pero la vida está llena de casualidades, y la verdad es que el ataque a ese liberal llamado Mario Vargas Llosa al que aquí hizo español un presidente del Gobierno socialista, Felipe González, para protegerlo del acoso del medio dictador y criminal entero Alberto Fujimori, y al que ahora algunos consideran tan peligroso para la Argentina, coincide con una conversación que mi amigo Juan Urbano y yo tuvimos la otra tarde al pasar junto a la estatua de Perón que hay en Madrid, en la avenida que lleva su nombre: ¿Y por qué tiene que estar ahí? Ya sabemos que el personaje es de una ambigüedad tan llena de curvas que digas lo que digas sobre él no podrás pasarlo a limpio ni abarcar todos sus ángulos, pero ¿no se trata de un militar implicado al menos en dos golpes de Estado?
Sea como sea, a nosotros se nos ocurre que podíamos cambiar la estatua a Perón por una a Vargas Llosa, que tiene su casa en Madrid y nos ha dado medio premio Nobel puesto que es medio español, y llevar la del tres veces presidente argentino al parque que tiene su mujer, Eva Duarte, en el barrio de Salamanca. Tendría gracia, porque como él está de cuerpo entero y ella es un busto, sería un modo de apoyar el rumor de que en ese matrimonio la que pensaba era ella.
Ya sé que al joven cadete Vargas Llosa no le hacen falta monumentos, porque el que tiene se lo ha hecho él solo con La ciudad y los perros, Conversación en la catedral, La fiesta del Chivo o El sueño del celta, pero a Juan Urbano y a mí nos haría ilusión poder sentarnos en su pedestal a releer esas y otras de las que somos firmes partidarios como ¿Quién mató a Palomino Molero? o Travesuras de la niña mala.
- 23 de enero, 2009
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