De Bagdad a Bengasi
Diversas voces por todo el mundo, de Europa a América pasando por Libia, piden la intervención estadounidense para ayudar a deponer a Muammar Gaddafi. Pero por deponer a Saddam Hussein, Estados Unidos ha sido denunciado diversamente por agresión, engaño, arrogancia e imperialismo.
Una extraña inversión moral, teniendo en cuenta que el mal de Saddam pertenecía a un orden de magnitud más allá del de Gaddafi. Gaddafi es un asesino caprichoso; Saddam era uno sistemático. Gadafi también es demasiado inestable y perturbado para empezar a rivalizar con el aparato baazista: un sistema nacional integral de terror, torturas y asesinato a gran escala, gaseando aldeas enteras para dar lugar a lo que el autor Kanan Makiya llama "una República del Miedo".
Además, esa brutalidad sistematizada hacía inmutable a Sadam en un sentido que Gadafi no es. Libios apenas armados ya se han hecho con la mitad del país por su cuenta. Pero en Irak, no existía ninguna posibilidad de poner fin al régimen sin el terrible mandoble (hicieron falta tres semanas enteras) de los Estados Unidos.
No importa lo hipócrita del doble rasero. Ahora que las revoluciones asolan el Medio Oriente y todo hijo de vecino es un converso a la agenda de la libertad de George W. Bush, Irak no es lo único que ha caído en el olvido. También olvidado queda el "realismo" orgullosamente proclamado de los años Uno y Dos de política exterior del Presidente Obama — el antídoto del "poder inteligente" al presunto idealismo empañado de Bush.
Empezó con motivo de la primera visita a Asia de la Secretario de Estado Hillary Clinton cuando públicamente restó importancia a los problemas de derechos humanos en China. La administración también recortó un 50% el apoyo a la promoción de la democracia en Egipto. Y recortó los fondos destinados a la sociedad civil — fondos destinados precisamente a las organizaciones que ahora nos hacen falta para apoyar la democracia egipcia — un 70%.
Este nuevo realismo alcanzó su apogeo con las reservas y el retraso de Obama a la hora de manifestar cualquier cosa en apoyo a la Revolución Verde de 2009 en Irán. Por el contrario, Obama dejaba claro que las negociaciones nucleares con el desacreditado y criminal régimen (conversaciones que hasta un niño podía ver que no iban a ningún lado) tenían preferencia sobre los revolucionarios demócratas de las calles — hasta el extremo de que los manifestantes de Teherán cantaban "Obama, Obama, o estás con nosotros o con ellos".
Ahora que la revolución se ha extendido de Túnez a Omán, sin embargo, la administración se lanza a ponerse a la altura de la nueva dispensa, reiterando el pilar fundamental de la Doctrina Bush de que los árabes no son ninguna excepción a la sed universal de dignidad y libertad.
Irak, por supuesto, exigió una implicación militar estadounidense mantenida en el tiempo para invertir las fuerzas totalitarias que tratan de asfixiar al nuevo Irak. ¿Pero no es esto lo que se nos está pidiendo que hagamos con una zona de exclusión aérea sobre Libia? En condiciones de guerra civil activa, tomar el control del espacio aéreo libio exige un compromiso militar en el tiempo.
Bien, se puede afirmar que el precio en sangre y recursos que América pagó para establecer la democracia de Irak fue demasiado elevado. Pero con independencia de la parte de esa cuestión que usted tome, lo innegable es que para el habitante de Oriente Próximo, Irak es hoy la única democracia árabe funcional, con elecciones pluripartidistas y la prensa más libre. Su democracia es frágil e imperfecta – la semana pasada, las fuerzas de seguridad reprimieron a los manifestantes que exigían mejores servicios públicos — pero si Egipto estuviera igual de desarrollado políticamente dentro de, digamos un año como Irak hoy, nos parecería un gran éxito.
Para los libios, el efecto de la Guerra de Irak es más concreto aún. Al margen del baño de sangre al que se enfrentan, se les ha ahorrado la amenaza del genocidio. Gadafi estaba tan aterrorizado por lo que hicimos a Saddam e Hijos que alcanzó un acuerdo de culpabilidad renunciando a sus armas de destrucción masiva. Para el rebelde en Bengasi, no es una cuestión baladí.
Pero se nos dice incesantemente que Irak envenenó la mentalidad árabe contra América. ¿En serio? ¿Dónde está el antiamericanismo campando a sus anchas por cualquiera de estas revoluciones? Son el presidente de Yemen y el delirante Gadafi los que se despachan contra conspiraciones estadounidenses para gobernar y esclavizar. Los manifestantes de las calles de Egipto, Irán o Libia vienen deseando que América ayude. No corean lemas pacifistas — ¿se acuerda del "No más sangre por petróleo"? – de la izquierda estadounidense. ¿Por qué iban a hacerlo? América se marcha de Irak sin coger ningún petróleo, sin haber establecido ninguna base permanente, sin dejar atrás un régimen títere sino una democracia funcional. Esto, tras los comicios de los dedos entintados en unas elecciones libres en Irak vistos por televisión en todas partes, sirve de ejemplo a la región entera.
Facebook y Twitter habrán mediado sin duda en este esfuerzo pan-árabe (e iraní) por alcanzar la dignidad y la libertad. Pero la Doctrina Bush despejó el terreno.
© 2011, The Washington Post Writers Group
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