La revolución tuitera
En 1990 se empezaron a filtrar hacia Occidente los primeros ciudadanos del Este de Europa que se escapaban por las grietas que dejaba la Policía corrupta o ablandada de Checoslovaquia. Llegaban en los trenes como polizones hasta donde les permitiera el humor del guarda. Plata no tenían. Eran jóvenes, varones y mujeres, a veces con sus hijos y nada más. Habían dejado todo lo que tenían del otro lado y se marchaban con lo puesto. Dejaron sin fuerza laboral a Checoslovaquia, Hungría y Alemania Oriental. Esos regímenes, gobernados por déspotas que se las daban de comunistas se cayeron pronto. Siguieron Polonia, Rumania, Yugoslavia, Bulgaria y luego la Unión Soviética que se desbarató en mil pedazos. Cada año había que cambiar los Atlas porque se ponían viejos. Surgían países y desaparecían otros. Todo cambió. Pero, sobre todo, se cayeron esas dictaduras disfrazadas de democracias populares del Este de Europa.
En estos días de nuevo están pasando cosas excepcionales en el mundo y no dudaría en compararlas con aquellas. Hasta soy capaz de afirmar que tendrán consecuencias mayores. Tengo la sensación de que de nuevo cambiarán los mapas, empezando por el de Somalia. También están cayendo dictaduras despóticas disfrazadas de paternalismos democráticos. Efecto dominó le dicen cuando la caída de una provoca la de la vecina y es curioso que el dominó se conozca por semejante efecto que no tiene nada que ver con el juego.
Los grandes cambios políticos suelen suceder a grandes cambios sociales. Y los grandes cambios sociales son provocados por grandes cambios tecnológicos. La imprenta cambió el mundo y también el modo de gobernarlo. Ahora lo que está cambiando a nuestra sociedad son las redes sociales: la posibilidad de comunicarnos y organizarnos en tiempo real. Twitter y Facebook sirven para decirnos cosas, conocer personas, compartir fotos, invitar a fiestas… pero también sirven para terminar con la falta de información, la manipulación del periodismo y la voz única de los tiranos.
Es que esos tiranos, dictadores y déspotas que todavía gobiernan parte del mundo tienen todo el poder en sus manos. No hay jueces ni legisladores independientes ni topes a su megalomanía. Ellos hacen las leyes y las derogan. Ellos nombran y desnombran a jueces y legisladores para condenar o absolver a sus súbditos según su humor, que a veces coincide con la Justicia.
Ellos, por fin, manejan la información: todo está bien; todos son buenos; no hay delitos ni catástrofes; no hay corrupción ni disidentes y el tirano es el Padre de la Patria amado y admirado por sus hijos/ciudadanos. En muchas de ellas hay elecciones cada cierto tiempo, pero solo se puede elegir al Gran Salvador de la Humanidad.
Las redes sociales basadas en internet están cambiando al mundo porque han terminado con la barrera informativa impuesta por los que quieren que todos piensen como ellos.
Y esta es la razón por la que los gobernantes con ínfulas de déspotas –esos que enmarañan la verdad con palabras en nuestra América mestiza– intentan terminar con la prensa independiente… Ahí estamos. Y que cada cual se ponga el sayo que le quepa, que el primero que se queje es el que tiene rabo de paja.
El periodismo es el único recurso de la libertad en los países en los que el poder maneja a su antojo a jueces y legisladores. Por eso es el objetivo de los déspotas de micrófono y billetera. Inventarán recursos muy democráticos para acrecentar su poder. Convocarán a una consulta popular para que el pueblo decida la camiseta de la selección nacional y si los que plantan cacao pueden fabricar chocolate, pero el fin es acallar al periodismo y a los pocos jueces independientes que quedan. Y cuando consigan dominar a la prensa, entonces intentarán quedarse para siempre.
Mientras esto pasa, las redes sociales y el efecto dominó harán su trabajo. Si no hay prensa, habrá Twitter o Facebook y si no hay televisión habrá YouTube. Y de a uno los dictadores se irán sumando al Club de Ceaucescu y Mubarak. No hay fuerza capaz de oponerse a los grandes cambios tecnológicos y sociales, que siempre vienen con más libertad. Deberían saberlo los distinguidos socios para no intentarlo.
Ante un razonamiento parecido me preguntaba un amigo en estos días: ¿Cómo puede ser que en épocas en que se caen como pianos las dictaduras verborrágicas del Norte de África, se consoliden las de nuestra América querida? Hay una explicación: lo del Norte de África y Medio Oriente es recién el fin de la borrachera, mientras que lo de aquí es el chuchaqui de los despotismos de otro tiempo. Ya les va a llegar a ellos la resaca del poder trasnochado y ya verán con qué encebollado se lo sacan.
- 23 de enero, 2009
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