¿Apretarían el gatillo los soldados cubanos?
Infolatam/New Herald
Madrid. -1989 fue un buen año para la libertad. Únicamente en China, el Partido Comunista abatió a los manifestantes que poco a poco tomaron posesión de la Plaza de Tiananmen el 14 de abril. Cuando llegaron los tanques y los soldados entre el 3 y el 4 de junio, una multitud de gente llenaba la plaza. Más de 1.500 personas fueron masacradas.
Incluso Tiananmen nos dejó una imagen para la esperanza: el hombre que en repetidas ocasiones bloqueó el paso del tanque mientras el soldado que lo conducía no le pasó por encima. En China, las búsquedas en Internet para “hombre del tanque” no dan resultados. Aquí obtendría cerca de nueve millones. El desafío de ese hombre y la negativa de los soldados a matarle siguen siendo una amenaza para los dirigentes chinos.
En Europa del Este, los regímenes comunistas cayeron como fichas de dominó. La “Doctrina Sinatra” de Mikhail Gorbachev – Moscú ya no intervendría para apoyarles – dejó a los líderes comunistas de la región a su suerte. Cuando los ciudadanos tomaron las calles, todos menos Nicolae Ceausescu de Rumanía parpadearon en lugar de dar la orden de disparar.
Cuba tuvo su propia experiencia en 1989. En junio, un grupo de militares y agentes de seguridad del Estado fueron arrestados y juzgados por tráfico de drogas. Cuatro fueron llevados ante los pelotones de fusilamiento. Quizás estos hombres estuvieron también implicados en los intentos de reforma. No importa, está claro que el escándalo puso de manifiesto que el régimen estaba en un aprieto.
La demanda de Fidel Castro de lealtad incondicional de la élite exigió un alto grado de tolerancia hacia el comportamiento de la élite. Conociera o no las actividades de los agentes, toda la responsabilidad cayó sobre su estilo de Gobierno. La Habana, sin embargo, culpó a unas pocas manzanas podridas, aunque dos de los hombres ejecutados – el general Arnaldo Ochoa y el Coronel Antonio de la Guardia – estuvieron mucho tiempo cerca de Castro.
Hoy en día estamos siendo testigos de las revueltas de los jóvenes por la libertad en Oriente Medio. A diferencia de Europa del Este, sin embargo, los regímenes de Oriente Medio surgieron desde dentro, en ese sentido, son más parecidos a China. Las autocracias en Egipto y Túnez se marchitaron con poco derramamiento de sangre. No ha ocurrido así en Libia, donde Muamar al Gadafi ha dispuesto a sus tropas leales, mercenarios extranjeros y ataques aéreos contra el pueblo. Cientos de personas han muerto y el régimen no controla ya el este de Libia.
Después de 1989, se pensó que Cuba sería la siguiente. En Miami, era fácil ver pegatinas con el mensaje: “En el noventa, ¡Fidel revienta!”. George H. W. Bush pensó que la libertad volvería a Cuba bajo su mandato. Castro, sin embargo, sobrevivió y transfirió el poder a Raúl en 2006.
Sea como fuere, el estilo del mayor de los Castro sigue siendo aún el origen del problema. Fidel siempre prefirió gobernar por su cuenta antes que a través de instituciones no democráticas. A Raúl le llevó un tiempo poner la casa en orden. Ahora, él y sus seguidores más veteranos se encuentran atrapados.
Por un lado, la idea de que serían los que perderían el poder les mantiene insomnes. Por el otro, se han comprometido a salvar el legado de Fidel, que es también el suyo. Todavía, la negativa de Castro de considerar los intereses de los cubanos de a pie como el motor de su Gobierno le ha complicado a Raúl su trabajo. Se ha perdido demasiado tiempo y los costes ahora son incluso más altos.
Los cubanos se enfrentan a despidos que alcanzan los 1,8 millones en cuatro años. Aunque hay informes contradictorios sobre si la primera ronda de 500.000 ha comenzado, el mero anuncio de los despidos sugiere un nuevo contrato social. “Dependes de ti mismo”, es lo que quieren decir las autoridades.
Lo que está ocurriendo en Libia podría ser un problema especialmente para las autoridades cubanas. Fidel Castro y Gadafi una vez mantuvieron una estrecha relación. No sabemos cuánto saben los cubanos sobre la evolución de Libia. Las élites en el ejército, el Estado y los partidos, sin embargo, son muy conscientes de las deserciones de sus homólogos en Libia.
¿Estarían los jóvenes cubanos dispuestos a enfrentarse a la ira del régimen tomando las calles? ¿Daría el régimen la orden de abrir fuego contra ellos? ¿Apretarían los dirigentes y los soldados el gatillo? Éstas no son preguntas banales. Las reformas incipientes están ya sacudiendo a la sociedad cubana y ése es el lugar para buscar el cambio.
La autora es Vicepresidenta para la gobernabilidad democrática de Diálogo Interamericano en Washington y profesora de la Universidad Internacional de la Florida en Miami.
- 31 de octubre, 2006
- 23 de julio, 2015
- 23 de enero, 2009
- 4 de septiembre, 2015
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