China: el desarrollo opacado por Marx

Hace pocas semanas se confirmaba que la economía china superaba a la japonesa y la desplazaba al tercer lugar en el mundo. El PIB chino se incrementó considerablemente frente al de Japón, por lo que la opinión pública internacional se mostró muy favorable a las acciones del gobierno comunista tendientes a reforzar el desarrollo. También se anunció que el ejército del gran país asiático era el más numeroso, con 2,3 millones de soldados.

Aun así y a pesar de las grandes reformas económicas experimentadas en los últimos años, Pekín sigue imponiendo su dictadura a más de 1.300 millones de habitantes, que viven la contradicción de un régimen comunista autoritario con un sistema de “libre mercado” controlado.

El goce de una existencia semicapitalista permite no solo la apertura económica, sino filosófica y política. Gracias a la expansión del mercado los chinos, con decenas de censuras y prohibiciones, pueden acceder a internet y enterarse de lo que está ocurriendo en el mundo. A pesar de los controles al respecto, los ciudadanos tuvieron conocimiento de las revueltas en Túnez, Egipto, Libia y otros países del Medio Oriente y Norte de Africa y creyeron posible que lo mismo podría ocurrir en el gigante asiático.

Sin embargo, las autoridades comunistas limitaron más el acceso a la red de redes, advirtieron a los periodistas extranjeros sobre coberturas de manifestaciones opositoras y amenazaron a la población con que se generaría un caos si decidieran levantarse contra el poder arbitrario que ejerce el enemigo llamado Estado y representado, en este caso, por un totalitarismo de izquierda.

El crecimiento económico chino no servirá de mucho si, en vez de destinar el dinero público a la seguridad de los ciudadanos, se pagan las represiones que sufren los disidentes y se atenta contra las libertades fundamentales, violentadas sistemáticamente por un partido hegemónico, verticalista y pernicioso, como lo es el Partido Comunista Chino. El libre mercado permite acercar a la gente a la realidad, gracias a las opciones para conocer el mundo circundante los individuos de hoy están mucho más informados y formados e incentiva a ejercer mínimamente el pensamiento crítico con las herramientas que proporciona.

Los ciudadanos de esta república dictatorial soportan persecuciones, hostigamientos, cárcel, exilio y mucho miedo. Protestar en China en contra de las autoridades que ejercen el poder de manera irracional, desmedida y contra sus propios habitantes que les pagan los sueldos es un boleto seguro a una cárcel. No hay prensa libre, los máximos referentes de la oposición están presos, torturados o fueron enviados al extranjero. Los tibetanos y taiwaneses también sufren por la soberbia comunista y las ansias de poder de las autoridades de Pekín, los primeros con una invasión de más de medio siglo y los segundos con la amenaza constante de conflicto bélico por el control de la isla.

Gracias a internet, especialmente a las redes sociales Facebook y Twitter, el mundo se está reconfigurando en su escenario político y los actores sociales y culturales se están manifestando a favor de una mayor apertura de las decenas de dictaduras que aún existen en todo el planeta.

Lo que estamos viendo no es otra cosa que el retorno de la libertad individual a su verdadero sitio, a las manos de los propios ciudadanos. Por mucho tiempo los valores fundamentales estuvieron bajo el monopolio del Estado, acorralando a los defensores de ideas libres. Hoy presenciamos otra situación y es tiempo de que el poder estatal rinda cuentas por sus crímenes contra sus propios habitantes.

Las revueltas en las calles deben continuar, al igual que las protestas en internet. Con ello se tendrá la posibilidad de formar mejores sociedades no esclavizadas ni sometidas a un partido político o un jerarca, dictador o demócrata, que se impone para liquidar al individuo. Aunque existe el riesgo de volver a caer en la miseria, atraso y oscurantismo acostumbrado de los populistas.

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