El problema de la seguridad en El salvador
En un artículo anterior mencioné el concurso de blogueros jóvenes que la revista Economía y Negocios llevó a cabo recientemente. En dicho artículo mencioné que uno de los ganadores había sido Gabriel Gutiérrez, que escribió sobre la captura del problema de la seguridad ciudadana por el populismo que se ha apoderado de la política del país, y sobre cómo esta captura está retrasando indefinidamente la solución a este problema, con lo que, al no atenderse, éste se irá volviendo cada vez mayor y complejo. Gabriel Gutiérrez tiene razón y más gente debería de leerlo.
Una inspección breve del problema y de su tratamiento político en nuestro país revela tres cosas fundamentales: Primero, que en las discusiones políticas del tema la realidad ha brillado por su ausencia. Por la derecha, el énfasis ha sido en la solución, no en el diagnóstico: lo que se requiere es dureza en el tratamiento del crimen. Por la izquierda, lo que ha prevalecido es el prejuicio que la violencia y el crimen no son problemas en sí mismos sino síntomas de prolongadas injusticias sociales. Se supone que la solución surgirá como resultado de la corrección de dichas injusticias. En medio de estas dos posiciones, ignorada por ambas, está la realidad de la violencia del país, que hasta ahora no ha sido analizada con los métodos modernos de la criminología, para diseñar un método para combatirla de una manera efectiva.
Las dos posiciones han probado ser populistas porque se han usado políticamente pero no han logrado convertirse en planes efectivos de acción. Esto es cierto aun de la propuesta de la derecha, que aparentemente está orientada a dar una solución. Ciertamente que en todos los métodos efectivos para combatir el crimen la sociedad tiene que tomar una posición de dureza, pero la mejor manera de hacerlo y la combinación de recursos y con acciones de prevención dependen crucialmente de la naturaleza de la amenaza que el crimen impone a la sociedad y de las circunstancias en las que la lucha contra el crimen está dando.
El populismo es más flagrante en la visión de la izquierda, que no propone nada excepto vagas ideas de prevención que si no dan resultado es porque la estructura de la sociedad está viciada. Esta visión está fuera de la realidad. Está comprobado que el nivel de criminalidad de una sociedad no tiene ninguna relación directa con el ingreso de sus habitantes, ni con la distribución del ingreso, ni con ninguna otra variable que pueda concebirse como una medida de la "injusticia social". Conceptualmente, pues, esta posición es al menos inútil. Pero en la realidad es peor que inútil ya que distorsiona el problema moralmente al presentar al criminal como víctima. Esto tiene tres consecuencias: La primera es que el criminal se siente justificado moralmente en sus crímenes. La segunda es que bloquea cualquier acción drástica contra el criminal ya que castigarlo es equivalente a castigar a una víctima. La tercera es que justifica la inacción y la inefectividad de gobiernos que no pueden controlar la violencia.
El resultado es una actitud frente al crimen que es estructuralmente pasiva. La falta de acción de la izquierda no es el resultado, como en la derecha, de falta de dedicación y análisis, sino de la lógica misma del diagnóstico. Hay que esperar hasta que se resuelva la "injusticia social".
La triste verdad de nuestro país es que, por un camino o el otro, los gobiernos se han acomodado en una política contra el crimen, que no representa una estrategia sino sólo declaraciones sin contenido –tales como decir que sí, que el combate al crimen tiene que incluir medidas punitivas y preventivas–, además de decisiones impulsivas como incorporar al ejército en el combate contra el crimen, sin definir claramente el papel que deberá jugar en él ni mucho menos los resultados concretos que se esperan de sus acciones.
Con medidas evasivas como éstas, el problema de la criminalidad se ha convertido en un tema más del populismo, en el cual lo importante es dar la impresión de que se está haciendo mucho para resolver un problema sin que realmente se esté haciendo nada por resolverlo.
El bloqueo es político. Con todos los defectos que tiene la policía, captura mucho más criminales que los que el sector judicial procesa seriamente, y el ejército ha estado cumpliendo limpiamente con lo que le han encomendado. ¿En dónde está entonces el problema?
El problema está en el presidente de la república, que no ha tomado la decisión de combatir el crimen, posiblemente porque teme enfrentar a los críticos que le saldrían de la izquierda, acusándolo de haberse entregado a la derecha, ya que actuar contra el crimen implica reconocer que hay una dinámica del crimen mismo que no tiene nada qué ver con la distribución del ingreso o la tasa de crecimiento económico.
Una vez tomada esta decisión, el presidente debe trabajar una estrategia clara con profesionales del tema, no con comisiones de gente que puede ser muy buena en sus áreas pero que saben de combatir el crimen lo mismo que saben de las aceleraciones necesarias para tirar un cuerpo del Cabo Kennedy al planeta Marte.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
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