La libertad de Cuba: Una marcha lenta y angustiosa
La desaparición del régimen castrista es un proceso que marcha lentamente. Si se revisa la historia de los países latinoamericanos, dudamos que se encuentre un caso similar al de Cuba, en que tras medio siglo de implacable tiranía no se haya derrumbado la armazón de su régimen.
Recordamos haber leído que la muerte de Juan Vicente Gómez, “el tirano de los Andes”, como se le llamaba al dictador de Venezuela, no fue anunciada hasta varios días después de ocurrida, por temor a las consecuencias que traería su divulgación.
Es incontable el número de teorías elaboradas sobre el fin del régimen cubano. Desde el atentado personal hasta el secuestro, desde el golpe de Estado hasta la renuncia voluntaria del tirano, desde su arresto en un país extranjero por mandato judicial hasta un accidente de aviación, desde un levantamiento armado hasta una invasión de infantes de marina norteamericanos: esas y muchas más han sido las ideas concebidas en torno al final de la dictadura castrista.
El nombre de Fidel Castro, sin embargo, ya está consagrado en la historia. Gústenos o no, su papel de guerrillero y de jefe de Estado aparece en millares de libros en numerosos idiomas, y su fama recorre hoy los rincones más lejanos del planeta.
Pero en este período que vive Cuba en los días presentes, en este claro-oscuro donde no se oye su voz pero se siente aún su poder, sabemos que se mueve la mano de Dios y que sólo El puede actuar por encima de la voluntad humana.
Nos viene a la mente el caso de Oliver Cromwell (1599-1658), el famoso gobernante inglés cuyo cadáver fue sepultado en la Abadía de Westminster con todos los honores, y poco tiempo después fue sacado de su tumba, colgado y decapitado por sus adversarios al ocupar el poder.
Nada podemos saber del futuro de Cuba, como no sea conjeturar. En medio siglo han ocurrido cosas increíbles que pugnan con la lógica y chocan con la tradición de siglos. Que confunden al más cuidadoso observador, que dejan la impresión de que algo superior que escapa a nuestros más avanzados intérpretes, ha dispuesto el curso de la historia y ha trazado el camino de los acontecimientos.
Se han cumplido las palabras de Fidel, pronunciadas en la ciudad de Güines en uno de sus tantos discursos y recogidas en un libro escrito por Fulgencio Batista a raíz de su caída. Nos referimos a la frase con que el Comandante pronosticaba el futuro del país: “Aquí no va a quedar ni donde amarrar la chiva”.
Esta conocida expresión, tan usada y abusada por los cubanos, se ha hecho palpable en estos cincuenta años de ruina y devastación de todo cuanto valía en la Isla.
La marcha hacia la libertad se ha hecho lenta, muy lenta, porque las circunstancias han favorecido al régimen, cuyo líder ha contado, como un personaje de leyenda, con el apoyo y simpatía del inmenso sector de los amargados, de los frustrados, de los envidiosos, de los incapaces, que suman millones en el mundo y a quienes no les faltan recursos ni voluntad para expresar su odio y su desprecio por la verdad y la justicia.
- 23 de enero, 2009
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