Los amigos de Gadafi
NUEVA YORK. -El levantamiento popular libio en contra de la dictadura del coronel Gadafi; la cruel represión que Este ha liderado y que ha costado la vida de más de cinco mil civiles; y la crisis política internacional que se ha desatado –y todo esto en menos de un mes– han abierto una suerte de caja de Pandora de donde están saliendo a la luz las cosas más alucinantes.
Nadie contaba, por ejemplo, con que los principios de la democracia liberal iban a germinar en los desiertos del Norte de África y a la sombra de las mezquitas. Las ideas de Locke, John Adams, Thomas Jefferson, Montesquieu y del abate Sieyes sobre la libertad de los individuos, el pluralismo, la separación y balance de poderes, la libertad de expresión, la alternancia en el poder, los límites del Estado frente a la sociedad civil, entre otras, son ideas tan vitales como hace dos siglos. Forman parte de esa constelación de ideas que, como bien lo anota Michael Mandelbaum, han conquistado al mundo. Son ideas que ayer derrumbaron el muro de Berlín, que hoy vencen a los petrodictadores árabes; son las ideas que tanto asustan a los neofascistas como Chávez.
Han sido los influyentes círculos académicos europeos y estadounidense los que con una arrogancia etnocentrista dieron por imposible que las sociedades islámicas puedan vivir en sistemas democráticos. Han sido los enormes intereses económicos de las naciones industrializadas –del Oeste y del Este– los que siempre privilegiaron la estabilidad de las dictaduras a las incertidumbres propias de sociedades libres.
A estos amigos de Gadafi hay que sumar ahora nuestros Chávez, Castro, Ortega y compañía, todos ellos preocupados más por salvarle el pellejo a Gadafi con el discurso de la no intervención en asuntos internos, que el grito de hombres y mujeres que han dicho abiertamente que prefieren que los maten a seguir viviendo bajo una dictadura. ¿No será una muestra de sinceridad y valentía el que estos amigos del coronel Gadafi mejor vayan personalmente a defenderlo a Trípoli, como ayer pretendieron ir personalmente a Tegucigalpa? ¿Por qué no se lanzaron en una misión de paz para encontrar una salida pacífica cuando tambaleaba el dictador Mubarak de Egipto? ¿Qué tiene de diferente la crisis de Libia y la de Egipto que no sea la matanza que Gadafi ha protagonizado?
La perversa manipulación del principio de no intervención fue una de las causas directas de que la crisis de los Balcanes no se detenga a tiempo. Al parecer Occidente no ha aprendido de esa lección. Ese principio –como todo principio– tiene ciertos límites, y probablemente el más importante sea la protección de los derechos humanos. ¿Cuánto civiles deben morir todavía en Libia para que haya una intervención humanitaria? ¿Cien, mil, tres mil?
El gobierno de Gadafi terminará en su momento. A la vuelta de poco será historia. La historia de un tirano más. Pero junto a esa historia quedará en el registro el papelón de aquellos que salieron a defenderlo.
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