Venezuela: La enfermedad del antiimperialismo
En estos días, un teórico del socialismo XXI, un internacionalista revolucionario, decía en un programa de radio que el imperio tenía un plan macabro para acabar con Gadafi. Todo lo que está pasando en el Medio Oriente es una vaina de la CIA.
Resulta que Facebook y Twitter son unos inventos del Pentágono para penetrar en estos países con la idea de tumbar a todos los mandatarios nacionalistas que no se calan ni responden a los intereses de los norteamericanos.
A través de estos aparatos infernales, los celulares, las computadoras, el Departamento de Estado se mete en la cabeza de los jóvenes, de las mujeres, y, cual títeres, manipula sus cerebros para que salgan a la calle a quemar cauchos, a protestar por cualquier cosa.
El objetivo del plan es meterle mano al petróleo y a las materias primas, robar a estos pobres e indefensos pueblos, Este tipo de razonamientos son típicos en la vieja izquierda, en el radicalismo revolucionario.
En estos sectores hay una tendencia a creer que todo lo que pasa en el planeta es culpa del imperialismo y de nadie más.
Para el izquierdismo tradicional no hay dictadores o malos gobiernos. Si un mandatario lleva siglos en el poder, viola los derechos humanos y persigue a sus adversarios hasta aniquilarlos, nada de eso importa. Cualquier villano es un patriota, un hermano, si su posición es antiimperialista.
Estos señores cuando están en la oposición, viven en una sola protesta. No hay método de lucha que no se utilice si contribuye a conquistar la liberación nacional y el socialismo. Huelgas, paros, insurrecciones militares, guerrilla, todo vale con tal de salvar al pueblo de la opresión yanqui.
Todas esas consideraciones cambian estando ellos en el gobierno. Cualquier protesta es considerada una conspiración, un intento de magnicidio o algo peor.
El que piensa distinto es un traidor, un vende-patria. En la revolución el descontento siempre tiene que ver con un plan de la CIA, no con las causas reales que lo producen.
Si se va la luz, es el imperio. Si aumenta la inflación, es el imperio. Si hay desabastecimiento, es el imperio. El imperio es como las cucarachas, está por todos lados.
Esta manera de ver la política constituye una enfermedad peligrosa. Puede llevar al que la padece a perder contacto con la realidad, a equivocaciones e injusticias terribles.
Este esquema, dividir a la gente en Pro y Antiimperialista, resulta una limitación para entender las fuerzas internas que habitan en cada sociedad, sus necesidades y verdaderos intereses. Y no es que el imperio esté lleno de puros angelitos o algo parecido.
Cierto que EEUU intervino en los asuntos internos en Latinoamérica, que tumbó gobierno y respaldó dictaduras bestiales en todo el mundo. Pero, ver la complejidad, la diversidad de nuestra realidad social o la del cualquier país, única y exclusivamente en relación con los Estados Unidos, más que un error, constituye atraso y torpeza política.
Si la postura que se tiene es democrática, en Pro de los derechos ciudadanos, a favor de la paz y de las mejores causas no se puede respaldar bajo ningún concepto a un gobernante que utiliza la violencia contra su propio pueblo. Nada lo debe salvar del repudio público, ni el que sea de derecha o de izquierda.
Es mentira que se tiene un pensamiento progresista si no se ve lo que ocurre en el Medio Oriente con simpatía.
Si no se reconoce que las nuevas tecnologías, las redes sociales contribuyen a facilitar y democratizar la información. Que las masas en estos medios encuentran mayor protagonismo y cercanía.
Lo coherente es condenar a Gadafi y a cualquier intento de intervención militar en Libia. Lo loco es inventar que las protestas en el Medio Oriente son puro invento del imperialismo y desconocer las razones que tienen todos esos pueblos para levantarse, para exigir renovación en el liderazgo de sus países.
Qué es eso de que nos consta el derramamiento de sangre inocente cuando el propio Gadafi habla de exterminar a las ratas, y las ratas son los opositores. La posición del gobierno venezolano en el conflicto del Medio Oriente ratifica una vez más que el antiimperialismo se ha constituido en una obsesión para el chavismo.
En una venda que le impide ver el mundo que viene, el futuro, las nuevas corrientes democratizadoras que apuntan a darle de verdad más poder a la gente.
La izquierda vieja y radical solía decir que los grandes medios audiovisuales manipulaban a las audiencias según los intereses de sus dueños. Aparecen los celulares, las computadoras que son majados por los propios usuarios y entonces ahora resulta que igual son una calamidad. No pegamos una.
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