Especulación y precios
Libertad Digital, Madrid
Tituló Público: "La especulación infla la burbuja de los alimentos. El hedge fund Armajaro acaparó el cacao para disparar su precio… El hambre de ganancias infla el precio de la comida. Fondos de alto riesgo acaparan toneladas de un producto para disparar su precio".
La idea está clara: acaparar para encarecer, comprar para que el precio suba. La condena ética es también diáfana: los que hacen eso son unos malvados. Abordemos en primer lugar esta cuestión. Si comprar para que el precio suba es malo, entonces vender para que el precio baje será bueno. Si el especulador es un demonio en el primer caso, resulta un ángel en el segundo. No puede haber, por tanto, reproche moral fundado.
Desde el lado económico, Público sostiene que el objetivo de los especuladores es encarecer lo que compran. Es un objetivo extraño. Independientemente de las intenciones de los adquirentes, el precio tiende a subir si sube la demanda: el acto de acaparar presiona el precio al alza, igual que el acto de vender lo hace a la baja. Pero si eso fuera todo, los especuladores serían idiotas que compran cuando el precio sube y venden cuando baja.
El razonamiento de Público, que repite una antigua crítica de los socialistas de todos los partidos, no es del todo correcto. Los especuladores no compran para subir el precio sino confiando en que los precios suban y en que ellos puedan después encontrar compradores dispuestos a pagar esos precios elevados a los que ellos no estarán dispuestos a comprar sino deseosos de vender.
Este escenario plantea asuntos que rara vez son analizados por el pensamiento único. Puede suceder y sucede, dada la imprevisibilidad de la evolución de los precios, que los especuladores hambrientos de ganancias se queden al final del proceso especulativo con cosas que han comprado cada vez más caras pero que no pueden vender, con lo que deben bajar el precio y soportar pérdidas. Es posible que un hedge fund como Armajaro compre cacao (o petróleo, o casas, o suelo…) y vea que sus beneficios potenciales se esfuman. La especulación, por tanto, es una actividad de alto riesgo, que es el nombre que reciben, no por casualidad, los fondos que invierten en ella.
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