La revolución cubana, ¿fue o no necesaria?
A los cubanos de Miami nos desunen muchas cosas. Pero hay otras que nos dividen aún más. ¿La revolución cubana fue o no necesaria?
La revolución es un cambio violento en las estructuras de poder de cualquier país. Ya conceptualizar en tres líneas a la revolución cubana es complicadísimo porque fue sui generis. Las revoluciones tienen sus propias reglas internas; mientras mayor es la miseria y la corrupción, más violenta es dicha insurrección. Sorprendentemente, en Cuba no había una situación social tan traumática en 1958.
Millones de exiliados, decenas de miles de presos, miles de fusilados, ¿a cambio de qué? ¿Cómo se justifica la revolución castrista? Por otra parte, no la hicieron los desposeídos sino los ricos. Le dieron apoyo no los comunistas como Juan Marinello o Joaquín Ordoqui, sino demócratas como Miguel Angel Quevedo y su revista Bohemia. Y es que Batista no gustaba al poder económico cubano porque era inculto, mulato y no tenía clase.
Si lo anterior es cierto, ¿qué pasó? Esos cambios independientemente de razones objetivas y subjetivas, se deben a la voluntad de un solo hombre, y este es el caso cubano. La revolución cubana es Fidel Castro. No terminamos de entender que nos enfrentamos a un monstruo que nace uno cada 150 años. Por eso digo hasta el cansancio que hay que mantener contactos básicos, pero no se debe intentar un acercamiento serio con La Habana mientras Fidel esté vivo.
¿Qué podemos hacer desde Miami para ayudar a la desaparición del régimen? La Asamblea para la Resistencia Cubana ha propuesto la desobediencia civil. Un grupo compuesto por el siempre equivocado Lincoln Díaz-Balart, el Directorio Revolucionario Cubano, M.A.R. por Cuba y Otto Reich, apuestan todos, a un solo número, apoyar a la desobediencia civil en Cuba. Desobediencia que si estuviese allá quizás me sumaría a ella, pero desde aquí no puedo. Ahí está Kadafi. Mata a Libia completa y no mueven un dedo ni la Liga Arabe, ni la Unión Europea, ni la ONU, ni Estados Unidos. Y una desobediencia civil con los ingredientes externos adecuados puede desembocar en Cuba en una guerra civil que no apoyo.
Simpatizo con desobedecer civilmente al régimen, pero hay estrategias más adecuadas sin ríos de sangre. Al comunismo cubano lo sacuden multitud de cosas, pero lo defenestran solo dos: la información y el instinto de propiedad privada del cubano.
Indiscutiblemente la información debe ser nuestra prioridad apoyando a los blogueros Yoani, Claudia y el resto. Una información bien dada y desplegada en primera página cambia la historia de los pueblos y una simple e inocua noticia, en tiempos de guerra fría o caliente, es más mortífera que una bala. Las notician matan a las tiranías.
Mí segunda prioridad es oponerme a un exilio oficial que se niega a ayudar a las pequeñas empresas recientemente legalizadas en Cuba. En ambas orillas la incongruencia mete miedo. Es inconcebible que Raúl Castro promueva el auge del capital, algo así como si la a Casa Blanca regalase a cada norteamericano el libro El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Carlos Marx, promoviendo el comunismo. No sé, respeto todas las opiniones pero es un absurdo que el establishment de Miami se niegue a apoyar un incipiente capitalismo en Cuba.
Apuesto a la creatividad del cubano. Mi médico, alguien que tiene toda mi credibilidad y que por problemas familiares tuvo que viajar a Cuba, me narró dos anécdotas impresionantes.
Un amigo suyo fabrica en su casa refrescos con una calidad exacta a la Coca Cola y el Sprite; según él, el parecido es impresionante. Incluso le enseñó las fórmulas químicas de sus investigaciones científicas. Otro de sus amigos te mide los pies cúbicos de tu casa, y te fabrica pieza a pieza, con una exactitud rigurosa, el aire acondicionado ajustado exactamente a tus necesidades. ¿Dónde consiguen piezas y herramientas para culminar esta obra maestra de la ingeniería? Quien lo adivine, se vuelve loco.
Tengo mi propia experiencia sobre el tema. En mi laboratorio de vitaminas naturales empleé hace 20 años a un cubano recién llegado en una balsa, llamado José "Pepe'' Cabrera. No sé por dónde anda ahora; él me llama inexorablemente todos los 31 de diciembre. Hace 22 años, pasé de fabricar las cápsulas manualmente a una máquina muy sofisticada de Oklahoma. Llega a la máquina, y me dice Pepe que si le permitía montar la encapsuladora. Le advertí que fuese cuidadoso pero lo autoricé. Montó la encapsuladora en dos días. Cuando el técnico llegó de Oklahoma varios días después le presenté a Pepe, y media hora después el técnico llegó a mi oficina y me confesó: "Despreocúpese, fui uno de los que trabajó en la invención de esta máquina, y Pepe, su empleado, en tres días sabe más de ella que yo''.
Ese es el cubano. Persisto en mi punto de vista en contra de los que pretenden dirigir las estrategias políticas de este exilio frente al castrismo. La desobediencia civil la apoyo, pero más importante es poner el alma y dejar el alma en los blogueros cubanos y en darle alma, corazón y vida a los incipientes capitalistas, que comienzan a florecer en la isla. Porque ellos son los agentes activos del cambio que se producirá muy pronto en Cuba.
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