Correa se inmiscuye en los asuntos de la Iglesia Católica ecuatoriana
Las relaciones de los marxistas con la Iglesia Católica, sean ellos profesos y abiertos o vergonzantes y disfrazados, nunca son demasiado buenas. Las de los “bolivarianos”, por ende, son, como cabía suponer, muy malas. En todas partes. Siempre.
Sin tapujos de ningún tipo en Venezuela, Bolivia y Nicaragua, donde el enfrentamiento de los respectivos regímenes autoritarios con la Iglesia Católica es duro y ostensible.
Con astutas “cortinas de humo”, para “disimular”, en la República Argentina, donde el conocido, mañoso y permanente “doble discurso” de los Kirchner ha tratado siempre de desfigurar la verdad, aunque con suerte variada, las relaciones del oficialismo argentino con la Iglesia Católica son francamente malas. Particularmente cuando del respetado Cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio se trata, a quien los Kirchner han eludido sistemáticamente.
A punto tal, que curiosamente no asisten jamás al los tradicionales “Te Deums” recordatorios de las fiestas patrias que se celebran en la Catedral de Buenos Aires, lo que es absolutamente inédito. Ambos adoptaron la política de escabullirse, por obvio temor a lo que tengan que escuchar -de manos del Cardenal- en las homilías que se pronuncian desde el púlpito de la sede cardenalicia. Ocurre que Monseñor Bergoglio, con una dosis de reconocida prudencia, es siempre claro al tiempo de expresar sus ideas o formular recriminaciones. Lo que políticamente “no es correcto”. De allí que algunos elijan huir, despavoridos.
Ahora es el turno en Ecuador de enemistarse con la Iglesia Católica. También Rafael Correa está, de pronto, claramente “de punta” con la conducción de la Iglesia Católica de su país.
Ante la designación de un obispo para la Amazonía que no le cae bien a su patológico paladar, Correa acaba de amenazar con recurrir a una presunta atribución que derivaría de un viejo concordato con la Iglesia Católica que, según sostiene Correa, lo habilitaría a usar una suerte de “veto” ante las designaciones de obispos por parte del Vaticano, cuando ellas no son del agrado del poder de turno.
Esto jamás se ha usado en el Ecuador, naturalmente por respeto elemental a la separación que debe existir entre lo que es del César y lo que es de Dios. Pero Correa debe creer que no sólo es César, sino también Dios, porque objeta públicamente la designación por el Vaticano de un obispo que pertenece a una orden religiosa a la que Correa tiene por “conservadora”, una especie de maldición sin atenuantes para los marxistas.
Se trata de impugnar a Rafael Ibarguren, de los Hermanos del Evangelio, quien asumirá la titularidad de la diócesis de la provincia oriental del Ecuador, en reemplazo de Gonzalo López, que pertenece a los Carmelitas Descalzos, orden que ha trabajado por espacio de cuatro décadas en esa zona tropical.
Para Correa, no oponerse a Rafael Ibarguren sería algo así como “lavarse las manos como Poncio Pilatos”, lo que suena groseramente exagerado. Engañosamente dice a quien quiera oírlo que no se trata de inmiscuirse en “asuntos religiosos”, sino de cuidar de “no afectar la labor social” que viene siendo realizada en ese territorio. Por parte de la Iglesia, por supuesto.
Como si no hubiera escuchado los atropellos de Rafael Correa o en todo caso los quisiera minimizar, Monseñor Antonio Arregui, quien preside la Conferencia Episcopal de Ecuador, sostiene que la autoridades civiles simplemente “no son competentes” para opinar sobre las designaciones de obispos que realiza, como debe, la autoridad eclesiástica.
Pero los “totalitarios”, como Correa, creen que ellos tienen el derecho irrestricto de opinar sobre todo. También sobre lo que tiene que ver con la conducción de la Iglesia Católica. Como sucede en China. De allí ciertamente lo de “totalitarios”.
Veremos como termina este lamentable episodio, pero lo cierto es que Rafael Correa se ha “dado el lujo” de integrar ahora la lista corta de líderes políticos de la región que -a la manera de los hermanos Castro, en Cuba- tratan de someter de mil distintas maneras a la Iglesia Católica. No es fácil, sin embargo. Pero por el momento en San Miguel de Sucumbíos los cristianos viven un instante lamentable de desencuentro. Con enfrentamientos innecesarios propagados hasta por los medios radiales, con dos emisoras propagando los argumentos y visiones de quienes, fogoneados, están enfrascados en una frustrante disputa. Correa ha tomado partido. Sin que nadie lo convocara.
Emilio J. Cárdenas fue Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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