Chile: Es la libertad, no la salud
Inesperadamente y gracias a una columna de opinión, irrumpió en el debate un proyecto de ley desconocido, a punto de ser aprobado, que pretende regular la venta y publicidad de alimentos considerados dañinos para la salud. Para algunos, esto demuestra que hay que elevar el nivel del debate, con temas verdaderamente importantes. Se equivocan, el asunto tiene importancia: está en juego la libertad de las personas.
La obesidad en Chile es creciente y preocupante. Es un problema que provoca externalidades y costos a la sociedad, por lo que se justifica legislar y restringir en algún grado los derechos, con el fin de proteger la salud colectiva. El dilema, por cierto, es cuánto. La premisa debiera ser lo estrictamente necesario y teniendo presente que muchas regulaciones bien intencionadas son impracticables y contraproducentes. Lo conveniente es convencer e incentivar, más que prohibir.
Pero como está formulado hoy, el proyecto no es un asunto de salud, sino de libertad. Porque para proteger aquella bastaba y sobraba el texto que despachó la Cámara de Diputados, aunque fuera discutible en más de algún aspecto. Sin embargo, en su trámite posterior ha sido radicalizado por quienes quieren imponernos su visión y normas de conducta, utilizando la salud como un pretexto. No creen en la libertad de las personas, porque ellos son los poseedores de la verdad, y los que no concordamos con sus designios estamos al servicio de siniestros intereses económicos.
Se habrán equivocado -dirá usted-, pero aseverar que buscan restringir nuestra libertad es un extremismo. Veamos si es así con dos ejemplos.
La Cámara, después de un largo debate, propuso una prohibición de vender alimentos considerados dañinos en establecimientos parvularios, de educación básica y media. Discutible, pero entendible: los menores no tienen la madurez suficiente para resistir la tentación de las golosinas. Sin embargo, esa norma fue sustituida por otra, que prohíbe venderlos en todo tipo de establecimientos educacionales, lo que importa extender su alcance a universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica, a los que concurren jóvenes mayores de edad. El cambio es deliberado, no casual. ¿Qué justificación puede haber para regular la vida y restringir la capacidad de decisión de quienes ya son plenamente responsables?
También establecía que los alimentos sucedáneos de la leche materna deben informar la superioridad de la lactancia natural. Hoy se va más allá: se prohíbe publicitar los sucedáneos de la leche materna. Se impide así que haya información -aunque tenga un fin comercial, la publicidad cumple ese rol-, lo que disminuye la capacidad de las madres de decidir y se les dificulta trabajar. Nadie puede sostener que tales sucedáneos hagan daño a la salud -como sucedería con las golosinas en los niños-, sino que no tendrían la riqueza de la lactancia materna. Entonces, no sólo se prohíbe lo que sería malo, sino que se pretende imponer lo que se considera mejor. ¿Dónde quedó el discurso sobre la discriminación contra la mujer?
Los proyectos no se radicalizan por error, sino por convicción. Responsabilidad tienen aquellos que los dejan actuar y que eluden defender la libertad.
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