Por la despenalización, desregulación y liberalización de la eutanasia y el suicidio
Si nuestro cuerpo es nuestro, ¿qué derecho tienen otros a decidir sobre él? Si el suicidio y la eutanasia (término procedente del griego que significa muerte digna) son una necesidad de algunos individuos, ¿por qué no despenalizar, desregular y liberalizar tal acción para que se creen grupos de apoyo al suicidio, empresas y dar así una respuesta a una realidad que, por más que cerremos los ojos, existe?
Los católicos creen en el Derecho Natural. Es la misma ética en la que se basa el liberalismo aunque con diferencias importantes de base. Un católico no se puede suicidad ni tiene ‘opción’ al aborto. Sus principios teóricos se deben a la inalienabilidad de los derechos (otros autores liberales no necesariamente religiosos como Randy Barnett también consideran los derechos del hombre inalienables). Para la Iglesia Católica el cuerpo y la vida de un hombre no son suyos, sino de Dios, y solo Éste puede arrebatarlos. La inalienabilidad de los derechos es una visión que solo se sostiene desde la fe —o raramente no considerándola— ya que implica que los derechos son anteriores al hombre. Desde un ángulo no religioso, ¿cómo se explica que los derechos existan antes que el primer hombre? Prescindiendo de la fe, solo podremos llegar a la conclusión de que los derechos del hombre nacen, ya no cuando se crea el primer hombre, sino cuanto éste interactúa con el resto (Praxeología). ¿Están los católicos en su derecho a no suicidarse o no aprobar la eutanasia? Por supuesto. Pero eso no niega que exista más vida fuera de la moral católica y que otras personas crean que el cuerpo es en realidad su propiedad privada (Locke). Si el cuerpo es nuestro, solo nosotros tenemos la última palabra sobre él.
Ludwig von Mises llegó a decir que "en una sociedad absolutamente totalitaria, la única libertad que se le deja a la persona —porque no se le puede negar— es la libertad de cometer suicidio". Pues no tanto. En todos los países occidentales el suicidio y asistencia al miso está prohibido o regulado. La razón lógica que sustenta tales leyes es que la propiedad de nuestro cuerpo es del Poder. Las razones morales para prohibirlo, al ser contingentes, no son más que excusas morales y propaganda. La única razón por la cual se nos prohíbe el suicidio y la eutanasia es porque el político, el juez y el burócrata son propietarios de nuestro cuerpo. Son el Dios terrenal que obra milagros mediante la ley. Cuando un hombre es propietario de otro se vuelve un esclavo. Como dijo recientemente Roderick Long, el liberalismo se puede resumir en: "otras personas no son tu propiedad". Un Estado que desprecia tal concepto es una sociedad de dueños y esclavos.
Otro de los argumentos contra la eutanasia y suicidio es la llamada eugenesia del Estado. ¿Qué ocurría si un Gobierno abiertamente ecologista se dedicara a matar a personas incómodas según su doctrina para preservar la Tierra de la pérfida intromisión y superpoblación del hombre? Bien, haría lo que todos los liberales ya sabemos: que el Estado es la mayor organización criminal de la historia, y que la eugenesia es un medio para hacer lo que siempre han hecho los medios políticos, conseguir beneficios mediante el crimen (guerras, encarcelamientos, tortura, ocupación, matanzas…). Estar en contra del suicidio y eutanasia por un motivo así tiene tanto sentido como prohibir llevar dinero porque existen ladrones en la calle. El problema no es el derecho del individuo, sino las organizaciones criminales. El Estado, como monstruosa organización criminal que es, ha de ser apartada de una sociedad civilizada.
La explicación real por la cual aún están prohibidos el suicidio y la eutanasia es porque la gran mayoría de ciudadanos aún cree en los efectos mágicos de la ley (falacia del Nirvana). La realidad es que la prohibición al suicidio no evita que la gente se suicide. Y de la peor manera posible: tirándose desde balcones, al tren, a la carrera… Una sociedad que entiende y tolera el suicidio evitaría espectáculos así, que influyen tan negativamente en los espectadores involuntarios. Despenalización del suicidio significa que se le reconoce al hombre que su cuerpo es suyo y puede hacer con él lo que quiera. La desregulación significa que se otorga la máxima responsabilidad del hombre sobre sí mismo sin que un órgano central tenga que dar "licencias de libertad". Ni los burócratas ni médicos ni jueces ni políticos son nuestros dueños. Están para servirnos, no para condenarnos. Liberalización total y absoluta es el colofón final a la libertad de elección donde la sociedad civil maneja sin la extorsión de los medios políticos sus acciones. Psicólogos, asistentes, consejeros y médicos privados satisfarán el deseo del suicida —incluso curándolo— y del que sufre.
Tal vez piense que trato el tema de forma sórdida y frívola. Hace mucho tiempo una amiga mía se suicidó. Se tiró al tren. En los últimos meses de su vida iba literalmente drogada por órdenes del psiquiatra. Era una zombi. Tenía una convicción firme y los denostados esfuerzos de sus padres, familiares, innumerable cantidad de médicos que la atendieron y amigos no sirvieron de nada. Solo sirvió para eternizar una agonía. La sociedad y el Estado le negaron un derecho porque consideraban que ella era "nuestro" patrimonio. Es decir, propiedad estatal. A veces pienso en ella y se me ocurre que, tal vez, si el suicidio no fuese un tabú ilegalizado, al menos habría tenido la opción de tener una muerte digna en lugar de escoger forzosamente el brutal medio a la que le obligó la ley. Podemos persuadir a las personas para curarlas o convencerlas de nuestra moral, pero el mayor de los crímenes es considerar que la vida y deseos de otra persona sobre sí misma son nuestros.
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