La integración latinoamericana avanza, pero por el Pacífico
Hace más de medio siglo, con la firma del Tratado de Montevideo en 1960, comenzaban los esfuerzos institucionales multilaterales en búsqueda de una integración económica regional. Todos ellos han tenido un éxito que puede calificarse sólo de relativo.
La integración real, que supone la libre circulación de bienes, capitales y personas sigue siendo una asignatura pendiente más allá de la retórica política que ha envuelto los procesos.
Particularmente en el litoral atlántico de nuestra región, donde la filosofía del proteccionismo tiñe fuertemente la actitud de algunos. Integralmente a Venezuela, país absolutamente patológico en lo que a su andar económico y político se refiere. Bastante menos, ciertamente, al Brasil, país que crece con dinamismo, con un fuerte sesgo exportador. Pero cada vez más a una Argentina desconfiada y decadente que se ha vuelto un país con una economía con precios relativos caprichosamente desarticulados, con una inundación de subsidios de todo tipo y una corrupción descomunal, desconfía de cualquier apertura comercial. A punto tal, que las demoniza, como si se tratara de un camino imposible.
El camino del Pacífico
En el Pacífico está, en cambio, Chile. Una democracia madura, con una economía pujante. Una sociedad que destruye pobreza y avanza.
Con un PBI per cápita del orden de los u$s 15.300 anuales está dejando atrás a la Argentina. Sin decirlo, con hechos y ritmo. Con una inflación del 4,5% anual y una tasa de desocupación de un 7,5%, a pesar de la crisis reciente. Con una de las economías más abiertas del mundo. Con nada menos que 20 distintos Tratados de Libre Comercio (TLC) suscriptos con 56 países; esto es con el 86% del PBI mundial. Primera en el mundo en exportaciones de cobre. Primera en exportaciones de fruta al hemisferio norte. Segunda en ventas de salmón. Y tercera en celulosa.
Con uno de los sistemas financieros más estables del mundo y mejor supervisados. Miembro de la OECD, con la más baja percepción de corrupción de la región. Y firme entre las primeras diez naciones del mundo en materia de libertad económica. Estable y transparente. Con una presión fiscal del 19% sobre sus sociedades, un sistema educativo modernizado, que está siendo siempre puesto a prueba.
También están, en el Pacífico, Perú y Colombia. Así como México. Países abiertos al mundo, que no desconfían de si mismos y conviven con el riesgo. No es sorprendente entonces que el próximo 28 de abril se reúnan en Lima los presidentes de Colombia, Chile, México y Perú, para suscribir lo que se ha bautizado como el Acuerdo del Pacífico.
El anuncio lo hizo el presidente del Perú, Alan García luego de suscribir el reciente tratado de libre comercio con México. El objetivo es lograr poner en marcha una mecánica de integración profunda entre las cuatro economías, con miras a insertarse y competir mejor en la región más dinámica del mundo, la del mundo asiático. En Lima se firmará una hoja de ruta, con fechas y objetivos, así como con tareas concretas.
Mientras los bolivarianos y la Argentina se encierran en sus propios ámbitos, todos los actores del Pacífico comparten una destacable voluntad de integración. Sincera, por encima de los dobles mensajes.
Complementaria, al máximo posible. Más allá de la retórica. Obviamente, si finalmente Ollanta Humala se impusiera en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del Perú, el apoyo peruano a los TLC se desvanecería. Así lo acaba de confirmar el propio candidato, en declaraciones a los medios. El resultado será el llamado área de integración profunda. Lo ya ocurrido con la integración de los Mercados de Valores de tres de esos actores es una muestra de la voluntad de ir hacia delante.
El Tratado de Libre Comercio de Colombia con los Estados Unidos
Suscripto en el 2007, el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y los Estados Unidos se está finalmente concretando. Gracias al apoyo explícito de Colombia y de Chile, así como de México y Perú. Y a la decisión de los legisladores republicanos de no aprobar el Tratado de Libre Comercio suscripto por su país con Corea del Sur si, previamente, no se concreta el celebrado con Colombia.
Además a la gestión del Presidente colombiano, Juan Manuel Santos, que al tiempo de escribir estas líneas se apresta a visitar oficialmente a los Estados Unidos. Esta es una oportunidad para tratar de cerrar el acuerdo comercial después de haber cumplido con las modificaciones legales y reglamentarias (incluyendo el Código Penal) sugeridas por los legisladores demócratas y por los sindicalistas norteamericanos como una condición previa a la puesta en ejecución del TLC.
Cuando Colombia concrete su acuerdo, los cuatro países del nuevo grupo comercial latinoamericano del Pacífico tendrán un mismo denominador común: el de haber suscripto TLC con el país más rico del mundo.
Los otros socios
El avance conjunto de los cuatro países del Pacífico no supone dejar de comerciar con los demás. Por eso se están apurando a concretar los pactos comerciales que gobiernen las relaciones con los demás países del área. Y no se deja de avanzar en la relación comercial con Brasil, que transitará por la carretera transamazónica.
Esto incluye a Venezuela, que -en el 2006- decidiera abandonar la Comunidad Andina de Naciones, en desacuerdo con los TLC, tratando de presionar a sus pares a no suscribirlos. Pero no lo logró y Venezuela ha quedado encerrada en si misma y en su retórica. Empantanada socialmente y sumida en una profunda recesión económica, pese a su fortuna petrolera. Venezuela debe aún a los exportadores colombianos unos 800 millones de exportaciones consumadas e impagas. Por esto la relación comercial bilateral, que alguna vez alcanzara los u$s 7.000 millones anuales (de los cuales 6.000 eran exportaciones colombianas) está congelada, con un flujo comercial disminuido, por debajo de los u$s 1.250 millones, este año. Es difícil confiar en Chávez. Y apostar al cumplimiento de sus compromisos. Por esto buena parte del intercambio bilateral entre Colombia y Venezuela se hace de contado. Una pena, pero esta es la consecuencia de los caprichos de Hugo Chávez.
Emilio J. Cárdenas fue Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
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