Argentina: Vargas Llosa nos dejó una advertencia
Al pasar por Buenos Aires, Mario Vargas Llosa nos deslumbró con su brillo literario y su convicción filosófica en torno de la libertad. Tanto su conferencia inaugural en la Feria del Libro como el diálogo que mantuvo después con Jorge Fernández Díaz abrieron anchos caminos al pensamiento. Pero no sólo en sus apariciones públicas sino también en sus conversaciones privadas el ilustre visitante nos dejó, además, un valioso mensaje político porque, en un clima amistoso que fue posible porque la Presidenta, en un gesto que la honra, criticó al director de la Biblioteca Nacional Horacio González que había pretendido censurarlo, repitió un consejo que adquirió el valor de una advertencia para los argentinos: "Tengan ustedes cuidado, no sea que les pase en octubre lo que hoy nos pasa en Perú". El premio Nobel de Literatura nos critica precisamente porque nos quiere, que es lo que hacen los verdaderos amigos. ¿Cuál es entonces su mensaje político? Que evitemos, cuando todavía estamos a tiempo, el dilema que hoy desgarra a los peruanos.
La historia contemporánea del Perú es aleccionadora. Entre 1985 y 1990 gobernó al país hermano un presidente demagógico, Alan García. En ese entonces, los populistas argentinos voceaban en nuestras calles: "¡Qué lindo sería un presidente como Alan García!". Pero hacia 1990, el Perú se hundía en medio de la hiperinflación y la amenaza subversiva de Sendero Luminoso. Los peruanos eligieron a continuación, por dos períodos, a Alberto Fujimori, quien después de rectificar el rumbo económico y derrotar a Sendero Luminoso cedió a las tentaciones gemelas del autoritarismo y la corrupción, lo que le valió una condena de 25 años que aún está purgando. Aleccionados por esta dura experiencia, los peruanos eligieron en 2001 a un presidente gris pero serio, Alejandro Toledo. Entre 2001 y 2006, Toledo reencaminó al país por la senda de la democracia y el desarrollo económico, una senda que su sucesor, un "segundo" Alan García convertido a la responsabilidad, confirmó hasta un punto tal que hoy Perú figura a la cabeza de los países latinoamericanos más exitosos, incluso por delante del Brasil de Cardoso-Lula-Rousseff, del Chile que pasó sin temblores de la Concertación Democrática de centroizquierda al gobierno de centroderecha de Sebastián Piñera y de un Uruguay que ostenta un gran progreso económico y social en el transcurso del período de veinticinco años que inició Julio María Sanguinetti en 1985 y que ahora remata, después de sucesivos gobiernos democráticos, el presidente José Mujica ("Pepe").
¿De dónde proviene, entonces, la advertencia de Vargas Llosa a los argentinos? De que teme que su país pueda perder las conquistas iniciadas por Toledo y continuadas por el "segundo" Alan García en las elecciones presidenciales que culminarán el próximo 5 de junio y de que también teme, al advertir similitudes políticas entre su país y el nuestro, que nosotros reiteremos el "error peruano" de aquí a seis meses.
¿De quién es la culpa?
Lo mismo que el nuestro, el método peruano consiste en una elección presidencial de dos vueltas. En la primera vuelta del Perú, cinco candidatos sobresalieron, tres de ellos en continuidad con la línea Toledo-García: el ex presidente Toledo, su ex ministro de Economía Pedro Kuczynski y el alcalde de Lima Luis Castañeda. Sus votos, si hubieran sabido sumarlos, habrían llegado al 44 por ciento del total. Pero los dividieron entre ellos tres. El candidato "chavista" Ollanta Humala alcanzó, así, el 32 por ciento, en tanto que Keiko Fujimori, la hija del ex presidente hoy preso, obtuvo el 24 por ciento, lo cual quiere decir que el 5 de junio los peruanos sólo podrán decidir entre dos males: el chavismo de Humala y la tradición autoritaria de los Fujimori, lo cual, al decir de Vargas Llosa, será como elegir entre "el cáncer y el sida" aunque, ante esta situación límite, el premio Nobel escogerá a Humala sobre Fujimori, cuyo padre había derrotado al propio Vargas Llosa en unos comicios anteriores.
Humala, para seducir al 44 por ciento que apoyó a la línea Toledo-García, ahora dice que su modelo ya no es Chávez sino Lula. ¿Es creíble? ¿Humala podrá repetir la conversión del propio Alan García hace cinco años? Esta es una pregunta aún sin respuesta. Pero hay otra pregunta cuya respuesta es posible y que apunta, además, al corazón del dilema argentino: ¿quién ha tenido la culpa por el riesgo que ahora corre Perú? ¿Su pueblo o sus dirigentes?
Si el 44 por ciento de los peruanos viene de votar por la línea Toledo-García, ¿podrá echárseles la culpa a los votantes por la encrucijada en la que ahora se encuentra Perú? ¿O son, al contrario, sus dirigentes, y en especial los tres más esclarecidos entre ellos, los verdaderos responsables? ¿Cómo al menos dos de ellos no tuvieron la grandeza de pensar en su país y no en sus ambiciones personales? Julio César, que terminaría sus días asesinado como dictador, dijo un día que prefería ser el primero en una aldea que el segundo en Roma. ¿Es éste el mismo síndrome que no han sabido superar Toledo, Kuczynski y Castañeda? Es la obstinada negativa a ser el número dos de un frente más amplio, o de retirarse de la contienda en beneficio del conjunto si ello es necesario, la que ahora afecta a los mejores candidatos peruanos a dos mil años de Julio César? ¿Qué culpa se les puede achacar entonces a los ciudadanos peruanos, si la mezquina tozudez de ser los primeros en sus respectivas "aldeas" antes que los segundos en Roma habría que asignársela a sus dirigentes, precisamente a quienes tenían la responsabilidad de conducirlos?
Segundos en Roma…
Con una intención electoral que ronda el 40 por ciento, Cristina Kirchner sobrepasa por ahora fácilmente a cada uno de los candidatos opositores pese a que ellos, reunidos, podrían sumar el 60 por ciento. ¿Muestran hasta ahora un Alfonsín, un Macri o un enigmático Reutemann, para mencionar sólo a algunos de los precandidatos, la generosa voluntad de resignarse a ser, llegado el caso, "los segundos en Roma" o reiterarán, finalmente, el error peruano?
El dilema que enfrentarán los argentinos de aquí a seis meses parece acercarse al drama actual de los peruanos porque, así como la elección del 5 de junio los pone a ellos frente a candidatos institucionalmente disfuncionales , ya que ninguno garantiza la república progresista que habían fundado Toledo y el segundo Alan García, también entre nosotros aquellos que compitan el 23 de octubre serán heterogéneos con el kirchnerismo porque, sea quien fuere el principal candidato opositor, y aun cuando puedan exhibir fallas de gestión, todos ellos son confiables desde el punto de vista republicano, algo que el kirchnerismo no es.
Y en esto reside el "dilema argentino": no en si Alfonsín, Macri, Reutemann o el principal candidato opositor que resulte, será más o menos "eficiente", sino si entre todos sabrán urdir la trama capaz de contener el "hiperpresidencialismo" hegemónico de los Kirchner. Si se advierte que el 23 de octubre no estará en juego una conducción económica , ya que el "viento de cola" continuará soplando a favor de la Argentina por varios años más, sino una definición institucional que resuelva la encrucijada entre una democracia republicana y un despotismo antirrepublicano. Si se cree que ésta es la verdadera disyuntiva que se nos está por ofrecer, ningún esfuerzo de unidad opositora será desdeñable. En caso de que nuestros políticos no acierten a verlo así, la advertencia que nos dirigió Vargas Llosa a su paso por Buenos Aires habrá resultado tan lúcida como vana.
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