El Darién, un tapón monetario
Agrupar de manera forzada a un conjunto de países sólo porque (supuestamente) reúnen ciertas características comunes suele terminar evidenciando, de manera paradójica, mucho más sus diferencias que sus similitudes.
Ocurrió con el término BRIC, acrónimo utilizado originalmente por el banco de inversión Goldman Sachs para incluir a quienes, sin duda alguna, son los países emergentes más grandes del mundo: Brasil, Rusia, India y China. Los cuales, de todos modos, es poco lo que tienen en común.
En efecto, tal como indica el reciente reporte "Perspectivas económicas latinoamericanas", de la Brookings Institution, "China es un caso aparte, Rusia es esencialmente un exportador de petróleo, y Brasil comparte con los exportadores latinoamericanos de materias primas serios límites al crecimiento sin inflación".
Peor estuvo Michael Geoghegan, hasta hace poco jefe del banco HSBC a nivel mundial, quien el año pasado tuvo la insólita ocurrencia de asociar a Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica, quizás porque le gustó el acrónimo CIVETS…, nombre en inglés de una especie de gato salvaje que tiene extrañas costumbres digestivas con los granos de café. Mejor no le cuento.
Supuestamente, los países CIVETS tenían estabilidad política, por lo que quizás habría que avisarle a Geoghegan que Mubarak ya no está más en Egipto.
En verdad, las generalizaciones ni siquiera funcionan cuando se pretende hablar de América Latina como un todo, pues tal como indica el reporte de la Brookings, "el tapón del Darién está dividiendo a la región como nunca antes".
En efecto, esa zona selvática panameña, que marca el límite geográfico entre Sudamérica y Centroamérica, deja a cada uno de sus lados realidades económicas muy diferentes. Relacionadas con sus también muy diferentes extensiones territoriales y disponibilidad de materias primas.
Es por ello muy poco ilustrativo hablar de América Latina como un conjunto de países, siendo más útil subdividirlos, si lo que se pretende es extraer conclusiones válidas, en "LA7" y "Otros".
"LA7" incluye a la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela. Salvo México, que tiene características muy particulares (su tamaño y un poderoso vecino que todo le compra), los demás países están al sur del tapón del Darién. Y todos, sin excepción, gozan de una extraordinaria bonanza en los precios de granos básicos, cobre, oro, petróleo, etc.
Un ejemplo de la generalización errónea puede observarse en el reciente reporte del FMI (Abril 7, 2011), titulado: "Manejando la abundancia en América Latina para evitar las crisis", donde habla del "doble viento a favor que está recibiendo América Latina". Debería haber dicho "LA7".
Por doble viento a favor se refiere a la disponibilidad de capitales, dada la liquidez internacional, y muy particularmente a los altos precios de las materias primas que esos países exportan.
En sus comentarios finales, el FMI recomienda "flexibilidad en los tipos de cambio", cosa que de todos modos debe hacerse con sumo cuidado porque genera inflación. De hecho, la Argentina y Venezuela tienen actualmente las tasas de inflación más altas del mundo. Son efectos secundarios.
Tal recomendación de flexibilidad no tiene nada qué ver con la realidad de El Salvador, cuyo problema está lejos de ser una apreciación monetaria. De hecho, el dólar está enormemente devaluado con respecto al euro, al quetzal, y a muchas otras monedas.
Ello es, simplemente, un dato de la realidad, alejado tanto de los fundamentalistas de la dolarización como de los de la desdolarización. Incapaces, ambos, de argumentar. Como todo fundamentalista.
Si bien un enorme porcentaje, tanto de la población como del PIB, de América Latina pertenece a "LA7", y seguramente así se ven las cosas desde el FMI en Washington…, quienes toman decisiones en países que no forman parte de "LA7", como El Salvador, saben que para bien o para mal aquí no sopla el viento de las materias primas. Y no es cuestión de tomar medicinas innecesarias. Con efectos secundarios.
Porque no hay que confundir pupusas con empanadas de carne. Ni con arepas.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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