A pesar de los atropellos institucionales que comete el kirchnerismo, del desborde fiscal, de la falta de inversiones, de la distorsión de precios relativos, de la inflación y demás variables económicas, todo parece indicar que CFK mantiene alta su imagen e intención de voto, mientras que la oposición tiene problemas para poder superar a la presidente. Salvo el caso de la inflación, que es un tema que preocupa, el resto de los desaguisados no parecen hacerle mella al oficialismo frente a la opinión pública.
¿Por qué razón, frente a tantos horrores en la gestión de gobierno, CFK sigue superando a la oposición?
Mi impresión es que hay dos temas a considerar. El primero es que buena parte de la población disfruta del discurso populista y solo lo rechaza cuando el país estalla como en las tantas crisis que hemos vivido en el pasado en el momento que se agota el financiamiento para sostener las políticas populistas.
Por un lado tiene lógica este comportamiento porque el común de la gente no tiene porqué conocer las cuentas fiscales, los datos de emisión monetaria o de inversiones. Por otro lado, tampoco tiene porqué saber que es la soja y el dólar barato en Brasil los que sostienen este precario modelo económico y su artificial auge de consumo. Así que en lo económico, salvo que haya una crisis grave, la gente va a apoyar al gobierno mientras la artificialidad pueda financiarse.
Por el lado institucional hay dos puntos a considerar. Si hablamos de instituciones en cuanto a la calidad de la república, a la gente no le interesa demasiado. Por ejemplo, hoy un DNU tiene vigencia aunque lo apruebe una sola Cámara. Un disparate porque es como si una ley entrara en vigencia con la aprobación de una sola de las cámaras. Mi visión es que, en líneas generales, el pueblo argentino tiene escasa vocación republicana. Los golpes militares contra Frondizi, Illia y el de 1976 no podrían haberse producido sin, por lo menos, la indiferencia de la gente. De manera que no debe extrañar que hoy las violaciones más elementales al estado de derecho y el creciente autoritarismo no constituyan un tema de relevancia para un elevado porcentaje de la población.
Si por instituciones entendemos las reglas de juego que imperan en la economía, mucho menos le interesa a la gente. Que Moreno presione a las empresas, que el gobierno quiera meter directores en las empresas privadas, que se hayan confiscado los ahorros que estaban en las AFJP o que ahora se haga populismo con las prepagas de salud son datos irrelevantes para la población. Es más, hasta en algunos casos están bien vistas estas maniobras considerando que buena parte de la gente cree que la riqueza de los otros es causa de la pobreza de ellos. Al empresario exitoso no se lo ve como alguien que hizo algo útil para la gente, sino como un explotador que gana dinero a costa del pueblo o como un corrupto. En rigor, algo de razón hay en este razonamiento cuando uno ve como algunos empresarios lograron hacer fortunas gracias a que se ganaron el favor de los funcionarios de turno. Sus ganancias no son por ser emprendedores exitosos sino por tener un buen lobby y estar cerca del gobierno del momento.
En este contexto de auge artificial del consumo y de destrucción de los valores republicanos, pareciera ser que la oposición no logra tener un discurso que atraiga a los votantes. Cuando uno ve a los mismos dirigentes políticos opositores hacer sus giras artísticas por los diferentes programas de televisión, son un verdadero bostezo en su discurso. Muchos de ellos ponen el acento en la violación de los valores republicanos y la verdad es que con eso no conmueven a nadie, y encima lo explican mal. Es más, la mayoría de los dirigentes opositores son incapaces de explicar la relación que hay entre calidad institucional y bienestar de la población. No logran transmitirle a la gente que mientras el gobierno siga siendo arbitrario en las reglas de juego, Argentina no tendrá inversiones, y que si no hay inversiones no habrá más y mejor trabajo para la población. No consiguen hilar un discurso entre gobierno limitado y prosperidad de la población.
Cuando veo a la docena estable de dirigentes políticos que van de un programa político a otro, suelo escuchar que les parece bien el plan universal por hijo. ¡Encima lo muestran como una política acertada del gobierno! Justamente debería ser al revés. Deberían explicarle a la gente que la asignación universal por hijo es un fracaso de la política económica del gobierno, porque si hubo tanto crecimiento como dice el gobierno, la gente tendría que poder vivir de su sueldo y no de un subsidio. No observo que tengan la capacidad para decirle a ese señor o señora que esa asignación universal por hijo que recibe lo denigra como ser humano porque lo digno es que él o ella tuvieran un trabajo bien pago con el cual mantener a su familia. Sin embargo, con su discurso de aprobación de este subsidio están fomentando o justificando la vagancia, porque el mensaje que envían es que está bien que la gente viva sin trabajar y a costa de lo que producen otros. Una cosa es establecer un subsidio en una situación crítica y muy especial y otra justificar que no trabajar y vivir en base a subsidios sea una forma de vida.
Por el contrario, en vez de señalar este subsidio como un fracaso de la política económica, lo presentan como una “conquista social” que ellos mismos venían reclamando, y la única observación que hacen es que no salió por ley sino por un decreto de CFK.
El problema que le veo a la oposición es que no tiene un discurso económico atractivo, más bien se queda en superficialidades que no cambian el ánimo de la gente. No consiguen articular un discurso económico que le advierta al votante cómo lo están usando, engañando y denigrando. Y ante la carencia de ese discurso, la gente se pregunta: ¿por qué cambiar si con este gobierno compro el televisor, el auto y los fines de semana largo me voy de vacaciones? Hoy disfruto de la fiesta de consumo y mañana veremos. Frente a este pensamiento, la oposición no le ofrece un discurso económico que subyugue a la gente con un futuro mucho mejor y más digno.
No está mal que la oposición hable de valores republicanos, el problema es que no le explican a la gente la relación entre esos valores y su nivel de vida. No le dicen que mientras el Banco Central siga generando este fenomenal proceso inflacionario mucha gente nunca podrá acceder a su vivienda propia porque no habrá créditos hipotecarios. Que mientras haya tanta inseguridad jurídica no habrá ahorro interno y, por lo tanto, ese crédito de largo plazo para las empresas o hipotecarios serán imposibles de conseguir. No le transmiten a la gente que desde el 2007, por la inseguridad jurídica, se fugaron del país U$S 57.000 millones que fueron a financiar el crecimiento de países desarrollados y que si no se hubiesen fugado hoy estarían financiando su crédito hipotecario o la ampliación de la empresa creando más puestos de trabajo.
Tampoco le explican a la gente que si nos incorporásemos al mundo hoy podríamos exportar U$S 250.000 millones más de los que exportamos anualmente y esos U$S 250.000 millones son puestos de trabajo que nunca se crearon, riqueza que no se generó y salarios que no se pagaron.
En el mejor de los casos, el elenco estable de dirigentes políticos que transita los programas de televisión, hablan de pobreza e indigencia, pero no explican por qué hay pobreza e indigencia y cuál es el camino para solucionarlas: relacionar gobierno limitado con crecimiento y prosperidad.
Mi impresión es que la oposición se encuentra en un dilema. Por un lado pone el acento en el tema de la calidad institucional, algo que a la mayoría de la población hoy no parece conmoverla. Por otro lado, ante el auge de consumo artificial, carece de un discurso superador que le haga soñar a la gente con un futuro de mayor prosperidad y dignidad. No tiene un libreto que haga soñar a la gente con un país próspero donde todos estén incluidos.
Si la oposición termina teniendo un discurso económico similar al del gobierno y el tema institucional hoy no moviliza la población, es lógico que la gente piense que entre el populismo del kirchnerismo y el de la oposición, prefiere quedarse con el original que ya lo conoce, en vez de apostar por una fotocopia trucha.
En definitiva, la oposición carece de un discurso que haga soñar a la gente con un país que progrese, que ofrezca oportunidades laborales y de desarrollo personal, de dignidad, de seguridad y en el cual cada uno pueda buscar su felicidad. No le ofrecen un sueño a la gente. Solo le ofrecen más de lo mismo. Y si le ofrecen más de lo mismo, no veo por qué la gente tenga entusiasmo por cambiar, por aquello de más vale malo conocido a buenos por conocer.