Ecuador: La derrota política de un modelo autoritario
QUITO.- La consulta popular celebrada en Ecuador nos deja lecturas fundamentales que debemos procesar y decodificar.
La primera y más clara es la derrota política del gobierno de Rafael Correa. Considerando la enorme maquinaria electoral que el oficialismo puso en movimiento, los resultados han sido desastrosos para el régimen.
Más allá de las posibles diferencias entre el sí y el no, queda en claro que la "revolución" no goza de un respaldo ciudadano contundente y que, en estricto sentido, su base electoral es hoy por hoy minoritaria y clientelar.
Recordemos que la enorme popularidad del mandatario ha sido invocada siempre para legitimar atropellos e injurias. A partir de ahora será muy difícil justificar el despotismo en nombre del pueblo.
La segunda se refiere al reiterado fracaso de las empresas encuestadoras. El asunto no es menor, ya que los sondeos de opinión legitiman constantemente el poder del gobierno y alimentan sus excesos. Los medios de comunicación son utilizados a diario por estas compañías para robustecer artificiosamente la imagen del gobierno u otros actores políticos. El nuevo fiasco de las encuestadoras debería servir de lección a los medios que publican encuestas sin beneficio de inventario y contribuyen ingenuamente a nutrir ficciones peligrosas.
La tercera se refiere a que el contundente rechazo al gobierno representa un triunfo ciudadano que no puede ser reivindicado por partido o movimiento alguno.
Si bien ciertos líderes y referentes ciudadanos estimularon la necesaria reflexión, el no fue una expresión espontánea frente a los abusos e intemperancias del populismo autoritario de Alianza País. Esta victoria ciudadana demuestra, también, que las grandes causas democráticas exigen consensos mínimos, tácitos o expresos. Esa lección es fundamental si queremos enfrentar con éxito los graves desafíos económicos, sociales y políticos que nos aguardan en la era post-Correa.
El desenlace del proceso demuestra, como lo anticipamos, un error político del régimen y un poderoso catalizador de la oposición. Acosado por los demonios del 30-S (la rebelión policial de 2011), el gobierno pensó que debía exorcizarlos a través de una consulta popular que renovara su legitimidad y el supuesto mandato para gobernar por encima de instituciones y leyes. Alianza País no necesitaba una consulta que, desde el inicio, comportaba demasiados riesgos para su modelo autoritario. La borrachera política y los malos cálculos de los iluminados asesores pudieron más que los razonamientos obvios.
Creo que la oposición yerra al creer que Alianza País tomará su derrota con humildad y que rectificará su abusiva conducta. Pienso -ojalá me equivoque- que el gobierno profundizará su autoritarismo y tratará desesperadamente de reconstituir su agrietado poder por todos los medios. Debemos saber que lo peor aún está por venir y que es necesario defender como nunca nuestros derechos y libertades.
- 23 de enero, 2009
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