Impuntuales: la vida a deshora
En su mundo ideal, no existen los relojes, ni los horarios. Les cuesta acatar normas, les molesta esperar a los demás, pero siempre son lo que deben ser esperados. Viven, por lo menos, treinta minutos atrasados respecto del resto de los mortales y siempre tienen la excusa perfecta para justificar su retraso.
Pero ser un impuntual crónico -de ellos se trata- trae consecuencias: desde discusiones de pareja, hasta pérdidas de vuelos y de años académicos; multas económicas e imprevistos de los más insólitos.
El licenciado Andrés Rascovsky, presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), explicó: "La impuntualidad obedece a diferentes causas y componentes. Algunos son culturales, y otros, personales. En América latina, la puntualidad tanto en negocios como en eventos personales es una excepción. Un mexicano, un brasileño o un colombiano no se sorprenderían si él o su invitado llega con una hora o más de retraso. En cambio, un norteamericano o un inglés se ofenderían".
Por otro lado, Rascovsky estima que, detrás de la impuntualidad, puede esconderse un síntoma. "A modo general, la tendencia a ser huidizo entraría entre los rasgos fóbicos, evitativos. También puede responder a cierta angustia frente al encuentro con un otro. Siempre implica una desconsideración y maltrato a los demás. Pero cada caso es único y debe analizarse individualmente", explicó.
Otras veces se trata de la repetición de viejos padecimientos. "Recuerdo que tuve un paciente que no podía ser puntual. En realidad, repetía el maltrato de sus padres hacia él, que solían buscarlo en la escuela cuando todos sus compañeros ya habían sido retirados, y él esperaba junto al portero la llegada de sus padres para que el colegio pudiera ser cerrado", contó Rascovsky.
Según la psicóloga Lía Rincón, la impuntualidad se da especialmente en cierto tipo de personalidades que, en general, nada harían prever que pueden ser impuntuales. "Son las llamadas personas lógicas. Estas personalidades pueden desarrollar patologías de tipo neurosis obsesivas. Son personas prolijas, ordenadas, ceremoniosas. En general, tienen rasgos opuestos a la impuntualidad, pero, como conducta reactiva, pueden ser dramáticamente impuntuales."
Las consecuencias pueden ser graves para quienes acostumbran a dejar esperando a los demás. Se los aparta y quedan aislados. "Esto interfiere en las relaciones con otras personas; se prefiere, dentro de lo posible, no hacer citas con los impuntuales", ejemplificó Rincón.
En otros casos, pueden perder trabajos, vuelos y hasta la regularidad académica, como en el caso de María Freire, que, a causa de su dificultad para llegar a horario, recuerda que de adolescente se quedó libre en el colegio y tuvo que repetir de año. "Como llegaba siempre tarde, me ponían media falta. Fui acumulando, acumulando, hasta que llegué a las 25 inasistencias y quedé libre en dos ocasiones", recuerda.
Pero ese mal hábito no logró corregirlo. "Sigo llegando tarde a todos lados. Me cuesta ser puntual, siempre pasa algo que hace que no pueda llegar a horario. Sé que está mal dejar a los demás esperando, pero no puedo evitarlo", reconoció Freire.
Una de las cualidades de Juan Patricio Boido es ser impuntual. De los incorregibles. "No lo veo como un defecto, sino como una cualidad que puede llegar a molestar a los demás, como cualquier otra cuestión de personalidad", se defiende, y atribuye su impuntualidad a "errores de cálculo".
Precisamente, por uno de esos errores de cálculo ha perdido vuelos. "Llegué tarde al aeropuerto. Vivía en los Estados Unidos y tenía que tomar un vuelo de Chicago a Boston. Debía viajar, sí o sí, esa misma noche porque por la mañana tenía que estar ahí. Perdí el vuelo y viajé en una avioneta de hélice con cinco pasajeros. Aterricé en Salem, una ciudad a 200 kilómetros de Boston, y el resto del trayecto tuve que hacerlo en micro", contó Boido, que reconoce que amigos y parejas lo han llegado a esperar más de tres horas.
Al conocer esa cualidad de su novio, su mujer lo amenazó con no casarse si la dejaba esperando en el altar: "Soy impuntual, pero sé cuando tengo que llegar a horario, como el día de mi casamiento. Es algo que trato de mejorar, no tengo mala intención, sé que el tiempo del otro vale y pido disculpas, aunque mi mujer y mis amigos ya saben cómo soy", explicó Boido.
Los políticos no son la excepción. Desde la presidenta Cristina Fernández de Kirchner hasta varios de los ministros de Mauricio Macri llegan tarde a compromisos protocolares y reuniones de gabinete, características que han disparado desde críticas hasta sanciones.
"Una de las características de Cristina Fernández de Kirchner es ser extremadamente impuntual." Con estas palabras, el diario El País, de España, se refería así a la presidenta argentina durante su última gira por ese país. Los antecedentes le jugaban en contra: en 2008, durante la cumbre de presidentes del G-20, Fernández de Kirchner llegó tarde a la foto oficial, por lo que tuvo que ser tomada nuevamente. Meses antes, había hecho lo mismo en otro importante acontecimiento regional.
Multas y sanciones
En el gobierno porteño, Macri decidió combatir la impuntualidad con multas a quien llegara tarde a las reuniones de gabinete. Diego Santilli, actual ministro de Ambiente y Espacio Público, encabezó durante bastante tiempo ese ranking. Hoy jura que dejó de ocupar ese puesto porque ya no es el encargado de llevar a sus hijos al colegio.
Desde el punto de vista protocolar, la impuntualidad denota una falta de cortesía muy grande. Según la directora del Centro Diplomacia, Karina Vilella, diez minutos es la tolerancia máxima. "Hay personas que, por su jerarquía, están autorizadas a llegar sobre la hora de inicio [de un encuentro] para que no tengan que esperar demasiado", explicó Vilella, que destacó que la impuntualidad es, en muchos casos, cultural.
"Existen culturas que son sumamente impuntuales. De hecho, hay países donde se hicieron campañas para combatir la impuntualidad, como, por ejemplo, Perú", destacó la especialista en protocolo.
En ese país, el gobierno lanzó, en 2007, la campaña "La hora sin demora", tendiente a que los ciudadanos tomaran conciencia para corregir esa mala costumbre.
Cuentan que el ex presidente de Perú, Alejandro Toledo, solía llegar tarde a las cumbres presidenciales y lo hizo, incluso, a la toma de posesión de su sucesor, Alan García. Otra famosa tardanza fue la del líder nacionalista Ollanta Humala, que llegó con 20 minutos de retraso al debate televisado durante la campaña presidencial porque paró en el camino a comer un sándwich.
En México, en tanto, se dicta un curso sobre puntualidad al que, como corresponde, el 80% de los inscriptos llega tarde a la primera clase.
TIPOLOGÍAS DE LOS ENEMIGOS DE RELOJ
Clases y tipos de impuntuales
El psicólogo mexicano Mariano Lechuga dicta un curso para dejar de ser impuntual.
En su taller, distingue siete tipos de personas con esas características:
El racionalizador
- Es el que siempre se justifica. Piensa que las otras personas son muy "cuadradas" y él no es impuntual. "Quince minutos no es para tanto, no pasa nada", dice.
El productivo
- Es el que siempre tiene algo que hacer. Arregla muchos compromisos con poco tiempo de separación para parecer una persona ocupada.
El que posterga
- Es el que deja todo para último momento. Nunca se programa; le gusta la adrenalina de sacar todos sus compromisos a última hora.
El consentidor
- Es el que acepta que tiene el mal hábito, pero no puede quitárselo. "Hay cosas peores", se justifica frenta a él y a los demás.
El distraído
- Es el que olvida las citas; no sabe dónde deja el coche o los papeles necesarios para sus compromisos. Siempre anda como en otro mundo.
El rebelde
- Es el que no sabe respetar el tiempo de los demás, por lo que llega tarde adrede.
El evasivo
- Es el que tiene poca autoestima, se devalúa a sí mismo y evade responsabilidades, entre ellas, la de ser puntual.
Siempre parto de un cálculo optimista
No voy a decir que la impuntualidad es una virtud porque sólo conseguiría exacerbar a quienes alguna vez tuvieron
que esperarme más de la cuenta. Pero tampoco creo que sea justo tratarla sólo como un defecto o como el principio de una neurosis.
Debo admitirlo: soy una impuntual crónica. Debo haberme atrasado 40 minutos el día de mi nacimiento, por esa razón suelo llegar en promedio 40 minutos tarde a todos lados. En la secundaria, tuve más faltas por llegadas tardes que por ausencias. Por culpa de mi impuntualidad, me perdí el casamiento por civil de mi hermana y de dos primas. No llegué tarde a mi propio casamiento porque no podía empezar sin mi presencia.
Debo decir en mi defensa que también una vez salvé mi vida por mi impuntualidad: salí de casa 15 minutos después de lo previsto. Si hubiera salido en horario, habría estado parada justo en la esquina en el momento en el que chocaron dos colectivos. Cosas del destino…
Para ser justos, creo que mi impuntualidad se debe a que siempre parto de un cálculo optimista: salgo con el tiempo justo, o menos, sin contemplar la posibilidad de un imprevisto en el camino.
Mi marido es todo lo contrario a mí. Decide la noche anterior qué ropa usará el día siguiente y la deja ya lista. También, siempre sale con por lo menos 15 minutos de tiempo, para llegar tranquilo, en horario. Demás está decir que odia esperarme en el auto.
He tomado distintas medidas para mejorar este rasgo. Desde adelantar relojes, hasta dormir vestida. Pero sólo conseguí confundirme a mí misma, llegar aún más tarde y amanecer con la ropa arrugada.
De todas formas, con múltiples métodos he ido bajando mis tiempos hasta los 10 o 15 minutos de demora. Por otro lado, intento no hacer compromisos demasiado apretados de tiempo y evito relacionarme con fundamentalistas de la puntualidad.
Como dije al comienzo, no creo que la impuntualidad sea una virtud, pero tampoco lo es la puntualidad. En general, las personas a quienes les cuesta llegar en horario pueden ser menos estructuradas y más creativas que otras. ¿Eso no es una virtud? Y, por lo menos, cuando se encuentran con los demás, no asumen una odiosa
actitud de estar pidiéndole cuentas. Dejo de escribir en este mismo momento. Mientras redactaba estas líneas, le dije a una persona que la vería en diez minutos. Ya pasaron nueve, voy a hacer un esfuerzo y voy a ser puntual.
- 23 de enero, 2009
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