El Salvador abandona el modelo de mercado
The Wall Street Journal Americas
El mismo brillante publicista que hizo magia para que en 2009 El Salvador eligiera a un izquierdista como presidente, está conduciendo la campaña del candidato nacionalista y socialista Ollanta Humala en Perú. Si la capacidad de João Santana se traduce en una victoria de Humala, más les valdría a los peruanos esperar que las similitudes terminen ahí.
El exitoso cliente salvadoreño de Santana, Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), ha sido un desastre para la alguna vez floreciente economía salvadoreña. Un ejemplo: la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL) informó este mes que mientras "los flujos de Inversión Extranjera Directa a la región crecieron 40% con respecto a 2009", El Salvador no se benefició de ello. "En América Central, la inversión extranjera a todos los países creció, excepto en el caso de El Salvador", dijo la CEPAL. Experimentó una caída de 79%.
Hasta no hace mucho tiempo, la perspectiva de que El Salvador se ubicara a la zaga en materia de competitividad en la región hubiera parecido imposible. Incluso antes de que los acuerdos de paz de 1992 fueran firmados, el país inició un proceso de modernización que duró más de una década. Las reformas de libre mercado fueron algo único para América Central y casi sin parangón en el conjunto de la región. Solamente la liberalización económica de Chile en la década de los años 70 y 80 fue comparable.
Los resultados fueron destacables, incluso para un país con una fuerza laboral mayoritariamente de baja educación. Entre 1989 y 2008, El Salvador tuvo el más alto crecimiento de las exportaciones en la región (un incremento de alrededor de 800%) y una expansión del Producto Interno Bruto per cápita que estaba entre las más rápidas de la región. Esto llevó por primera vez a un fuerte desempeño en el sector industrial en vez de en la agricultura más tradicional. Para 2006, el nivel de pobreza había caído a 31% de la población, frente al 60% de 1991.
Entonces las ruedas perdieron el curso. El partido ARENA (Alianza Republicana Nacionalista) que encabezó el proceso de reformas, logró colocar un candidato suyo en la presidencia por cuarta vez consecutiva: Tony Saca, que fue elegido en 2004. Desafortunadamente, mostró mucho menos interés en el ámbito de desarrollo que sus antecesores.
Un buen ejemplo de esto fue su negativa a otorgar permisos a la Pacific Rim Mining Corporation para su mina de oro El Dorado, en una de las zonas más pobres del país. La mina fue bloqueada sin una explicación oficial, aunque el equipo de Saca nunca refutó las afirmaciones de la compañía de que cumplía o más que cumplía con todas las exigencias ambientales de El Salvador. Miles de empleos quedaron truncos, los inversionistas perdieron millones de dólares y la reputación de El Salvador como destino para las inversiones, sufrió un golpe.
Los salvadoreños ya estaban desilusionados cuando el candidato Funes apareció en escena para ofrecer una alternativa. Se postuló como un izquierdista moderado que se comprometió a terminar con la endémica corrupción que floreció bajo el gobierno de Saca y a mejorar la situación de todos los salvadoreños. Fueron sólo promesas de campaña. Desde que asumió Funes, la situación en cuanto a la deuda de El Salvador se ha estado deteriorando rápidamente. En diciembre de 2008, la relación deuda-PIB era de apenas 36%. En diciembre de 2010 se ubicaba en más de 51%.
La manera en que los préstamos están siendo utilizados es todavía más preocupante. De acuerdo con cifras fiscales del gobierno correspondientes al primer trimestre de este año, hubo un incremento interanual de 17,5% en el gasto. Esto incluyó un salto de 15,5% en el gasto por salarios públicos, un crecimiento de 21% de las erogaciones del gobierno en bienes y servicios y un aumento de 48% en los pagos por transferencias, en su mayoría subsidios. La inversión bajó 3,6%, en tanto que el déficit fiscal se expandió 28,6%.
A las agencias de calificación no les gusta lo que ven. Durante la presidencia de Funes, Moody's ha bajado dos veces la calificación de la deuda del país y Standard & Poor's realizó una rebaja.
Cuando Fitch Ratings advirtió a El Salvador a fines del año pasado que debía mejorar el clima para las inversiones o se arriesgaba a una rebaja de la calificación, Funes se mostró arrogante. El diario de El Salvador "Diario de Hoy" lo citó diciendo que si el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo no tuviesen confianza en el país, no le seguirían prestando. Obviamente, no ha oído hablar de Grecia.
La Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos también sigue trabajando en El Salvador con lo que su administrador, Rajiv Shah, ha llamado la "nueva asociación para el crecimiento" del presidente Barack Obama.
El problema no es solamente el gasto imprudente sino la hostilidad hacia las empresas. El índice de Libertad Económica de la Heritage Foundation y The Wall Street Journal, que alguna vez calificó a El Salvador como la novena economía más libre del mundo (en 2000), ahora lo coloca en el puesto 39. Buena parte de la caída ocurrió durante el mandato de Saca (bajó 17 puestos en tres años) pero continuó bajo Funes, que también se rehúsa a permitir que la mina de Pacific Rim opere.
Hoy en día, El Salvador no tiene concesiones activas para la minería. Pero esa pérdida de inversiones y empleos no ha satisfecho a las bases del FMLN. Se quejan ruidosamente de que Funes todavía no ha sofocado totalmente al capitalismo salvadoreño.
El único que parece haber salido bien de todo esto es Santana, cuya empresa ahora tiene el monopolio de la publicidad gubernamental en El Salvador. Quizás eso mismo sea lo que deba buscar si su candidato gana en Perú. El futuro de los peruanos podría no ser tan rosa.
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