Ping pong migratorio
El presidente Barack Obama lleva cuatro semanas seguidas hablando de migración. Está usando su capital político tras la captura de Osama bin Laden para buscar la legalización de indocumentados y su reelección en el 2012.
Las dos cosas están ligadas. Nadie puede llegar a la Casa Blanca sin el voto de los latinos. Ni Obama ni nadie. Esta es la nueva regla de la política en Estados Unidos. Y si bien es cierto que el tema migratorio no es el más importante para los latinos –según las encuestas, primero están educación, trabajos y salud– el apoyo a los inmigrantes es fundamental para ganar votos hispanos.
Obama, como todos los presidentes demócratas que le han precedido, ganará el voto hispano en el 2012. Pero la pregunta es si los republicanos le robarán suficientes votos latinos como para impedir que se reelija. Por eso los dos partidos políticos nos están tratando de enamorar. Otra vez.
El presidente criticó a los republicanos en su reciente discurso en El Paso, Texas, diciendo que ellos “nunca estarán satisfechos” a pesar de que él ha aumentado el número de agentes migratorios en la frontera (20 mil) y ha deportado a más indocumentados en sus primeros dos años de gobierno (cerca de 800 mil) que cualquier otro presidente norteamericano.
Obama culpa a los republicanos por no apoyar una reforma integral al sistema migratorio. En eso tiene razón. No hay suficientes votos republicanos en el Congreso para aprobar una legalización de indocumentados y quizás, ni siquiera, para el Dream Act (que legalizaría a estudiantes que llegaron ilegalmente con sus papás al país).
Los republicanos, por su parte, culpan al presidente Obama por no haber cumplido su promesa de campaña de presentar una propuesta migratoria al Congreso durante su primer año de gobierno. Además, dicen que cuando los demócratas controlaban ambas cámaras del Congreso no pusieron el tema a votación y prefirieron, en cambio, empujar por una reforma de salud.
En una crítica más, los republicanos acusan al presidente y a los demócratas de utilizar el tema migratorio con fines electorales. Su argumento: ¿Para qué hablar de reforma migratoria y de insistir en el Dream Act cuando todos saben que no hay los votos necesarios en el Congreso para su aprobación?
Los hispanos y los inmigrantes estamos en medio del ping-pong político entre demócratas y republicanos. Los partidos se acusan mutuamente por la falta de acción en la cuestión migratoria. Y mientras, millones viven en la oscuridad, con miedo a ser perseguidos y deportados en el que se supone es el país modelo de la libertad y justicia.
Cada vez que hablo sobre el tema migratorio en mi cuenta de Twitter (@jorgeramosnews) recibo montones de comentarios de hispanos y de inmigrantes en que me piden “que no nos usen más los políticos” y “que dejen de jugar con nosotros”. Y es cierto. Los latinos están cansados y frustrados de que los políticos de ambos partidos les coqueteen con el tema migratorio para luego no hacer nada. Se habla mucho pero se hace muy poco.
Está claro que no habrá una reforma migratoria en los próximos dos años. El Dream Act, que valientemente se ha vuelto introducir en el Senado norteamericano, no cuenta por ahora con los 60 votos necesarios para sobrevivir. Y la campaña por la presidencia en el 2012 dominará por completo la agenda política y las noticias nacionales en cuestión de meses.
“El tiempo de legislar se acabó”, me dijo en una entrevista el congresista Luis Gutiérrez, quien le ha pedido al presidente Obama que utilice su autoridad para detener las deportaciones. Obama recibió –a través del llamado Mayorkas Memorandum, que fue filtrado a la prensa– varias opciones para evitar las deportaciones y la separación de las familias pero hasta el momento se ha negado a adoptar algunas de las sugerencias. El insiste en que está deportando a más criminales; sin embargo, la mayoría de los deportados no tiene un récord criminal.
Al final, los números se van a imponer. Tarde o temprano habrá una reforma migratoria porque eso es lo que quieren los votantes hispanos. Más de 12 millones de latinos podrían decidir la elección presidencial del próximo año. Y la que sigue. Y la que sigue.
Pero por ahora es inevitable sospechar que casi todo es teatro. Por eso entiendo el enojo de tantos inmigrantes y de tantos votantes que se sienten usados por ambos partidos. La realidad es que no va a haber pronto una reforma migratoria y que las esperanzadoras promesas de los políticos son como globos en el cielo: siempre se desinflan y caen a tierra.
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