Keiko, Humala y Venezuela
Las últimas elecciones en toda América han constituido, como nunca antes, temas de discusión de cierta relevancia para los venezolanos. Teniendo presente el aparatoso y despilfarrador desempeño internacional de Hugo Chávez, quien ha querido comprar liderazgo en el continente a punta de petrodólares, parte de la disidencia democrática ha hecho sus apuestas en cada proceso electoral reciente en el hemisferio.
Así ocurrió cuando en 2006 fue derrotado por estrechísimo margen Andrés Manuel López Obrador por el actual Presidente Calderón en México. AMLO fue acusado de recibir fondos del gobierno venezolano y parece que no poco daño le hizo este señalamiento. En Nicaragua, gracias a la absurda desunión del sector democrático y a un oscuro arreglo con el ex presidente Alemán, Daniel Ortega volvió al poder. El apoyo de Chávez a la campaña de los sandinistas se supone y el trasvase de recursos de Venezuela al gobierno nicaragüense nadie lo niega y está entre el grupo de privilegiados que reciben los cheques petroleros: Cuba, Bolivia, Ecuador, Argentina, Uruguay, Rusia, Bielorrusia, Irán.
En Argentina, los Kirchner fueron favorecidos con maletines en la campaña de la Presidente viuda; caso que el sistema judicial chavista ni siquiera ha investigado. En El Salvador, el actual Presidente Funes logró desmarcarse del chavismo en la campaña y, luego de triunfar en las elecciones, ha mantenido una línea independiente de la influencia del socialismo petrolero.
Las últimas elecciones colombianas fueron un motivo de intensa polémica en Venezuela: varios articulistas y muchos foristas de Internet participaron. Al sorprendente finalista de la segunda vuelta, Antanas Mockus, se le endilgó –injustamente— la etiqueta de “chavista” y no pocos venezolanos se declararon fervorosos seguidores del hoy Presidente, Juan Manuel Santos. Los dimes y diretes no estuvieron exentos de acritud y agresividad, sobre todo de parte de quienes atacaban al candidato verde y defendían al abanderado de (vueltas que da la vida) Álvaro Uribe. No sabían estos antichavistas que estaban trabajando por el “mejor nuevo amigo” de Chávez.
Ahora, las elecciones peruanas se han convertido en un tema importante para muchos venezolanos seguidores de la política. El 5 de junio se enfrentarán, gracias a la miopía de los tres candidatos centristas desplazados y a los votantes, Keiko Fujimori y Ollanta Humala. Éste, como hace cinco años, obtuvo el mayor porcentaje de votos en la primera vuelta. Entonces, en el segundo turno, Humala fue derrotado por Alan García, en parte gracias al rechazo que levantaba la relación con su colega militar Chávez. Este debate se ha dado con mucha menos vehemencia que la que despertó el pasado proceso electoral colombiano.
Se han reproducido los alegatos de varios articulistas peruanos. Destacan los del laureado Mario Vargas Llosa y los de Jaime Bayli. El primero, a pesar de haber dicho que tal escenario para la segunda vuelta (Keiko-Humala) era como “escoger entre el cáncer terminal y el sida”, se ha decantado por Humala, debido a que –dice Vargas Llosa– votar por la hija de Alberto Fujimori sería reivindicar a la dictadura de éste (1992-2000) y en la práctica votar por él quien será el verdadero poder detrás del trono. Bayli ha respondido –a grandes rasgos—que a Keiko Fujimori no se le pueden cobrar las culpas del padre y que quien ha sido militarista y golpista, además de admirador de Hugo Chávez, es Humala.
Se podría comentar mucho sobre las posiciones de estos dos escritores peruanos y sobre las promesas de Keiko Fujimori y Ollanta Humala. En especial, deseo anotar éstas que creo que serían muy difíciles de cumplir por una o por otro, si llegaran a ceñirse la banda presidencial: Keiko ha prometido no indultar a su padre condenado por delitos de corrupción y violación de los derechos humanos; Ollanta ha jurado no promover ninguna reforma de la Constitución que permita la reelección presidencial.
Pero para los opositores venezolanos no debería ser crucial apostar a alguno de los candidatos peruanos. No sólo porque ese es un problema de los peruanos, sino porque, en todo caso, tanto Humala como el fujimorismo han tenido buenas relaciones con el chavismo en el poder: ¿o es que se olvida que el número dos del dictador Fujimori, Vladimiro Montesinos, estuvo oculto en Venezuela, protegido por el gobierno chavista, mientras era buscado por la Justicia?
Como lo han demostrado las piruetas del presidente Santos, hoy América Latina es una comunidad de países cuyos gobiernos, en las relaciones internacionales, sólo tienen intereses contingentes, de corto alcance. No siempre fue así: Rómulo Betancourt, siendo Presidente, practicó la doctrina (que luego llevó su nombre) de no mantener relaciones con gobiernos dictatoriales. La hora de la trascendencia, de los principios, no es ésta.
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