Uribismo contra santismo
BOGOTA. – Aunque seguirán sin aceptarlo en público, las diferencias entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, dos personajes que desde adolescentes se prepararon para ser Jefes de Estado, se agrandan por días. No es que fueran íntimos ni sus nexos políticos estrechos, lo de ellos era una unión de pura conveniencia. Pero al actual mandatario lo eligieron como continuador del uribismo e incluso algunos lo consideraron, de forma errónea, su delfín, por lo que pueda sorprender que siga marcando distancias con su predecesor, algo que empezó a hacer el mismo día de su posesión, y que ambos libren una soterrada guerra de poder.
Aunque en múltiples declaraciones se le llena la boca alabando al ex Presidente, Santos acostumbra a lanzarle dardos envenados como quien no quiere la cosa. Pretende demostrar que la suya es una Administración con sello propio, ajena tanto al espíritu de confrontación permanente que caracterizó a la anterior como al rosario de escándalos que afectan a los uribistas.
Una de las batallas tiene como fin el control de los dos principales grupos parlamentarios, el de la U y el Conservador, algo que incidirá en la definición del mapa político del futuro. Uribe mantiene fichas en ambos, mientras Santos hace juegos malabares para que continúen apoyándole como si fuesen sus mejores aliados, al tiempo que refuerza al Partido Liberal de sus entrañas.
Uno de los dardos recientes que más hizo trinar a Uribe, fanático de twitter, ha sido el debate sobre si Colombia sufre un conflicto interno o una amenaza terrorista. Uribe, que hizo de la seguridad democrática el eje de sus dos gobiernos, piensa que las Farc dejaron de ser combatientes revolucionarios para convertirse en una vulgar banda terrorista y como tal hay que combatirla allá donde se encuentre. Por ende, cambiarles esa etiqueta es darle alas políticas y casi que estatus de fuerza beligerante.
Santos, por contra, afirma que existe desde hace décadas un conflicto interno y reconocerlo no implica hacerle a la guerrilla concesión alguna.
Era necesario definir quien tenía razón puesto que había que incluir el término en la Ley de Víctimas que pronto aprobará la Cámara. Por tanto, lo que parecía un debate de ideas se convirtió en un pulso político que tenía a conservadores e integrantes de la U decidiendo hacia qué rincón del ring corrían. Al final, la disputa terminó más o menos en tablas. Incluyeron la definición que quería Santos pero esta semana agregarán un parágrafo resaltando que no otorgarán a las Farc categoría política, para contentar un poco a Uribe.
En otro escenario y también en estos días, Santos felicitó expresamente a la Fiscal General y al Procurador por su lucha frontal contra la corrupción y añadió que apoya que investiguen y castiguen a cualquier implicado, sea quien sea. Lo que parecía la lógica manifestación de un Jefe de Estado, debió escocer a Uribe porque no se le pudo escapar que la Fiscal acababa de solicitar la captura de dos de sus más íntimos colaboradores, amén del puñado de ex funcionarios del Ministerio de Agricultura que mandó a la cárcel, destino que le espera a quien ocupó la cabeza de dicha cartera, Andrés Felipe Arias. Poco después, en esa estrategia de golpear y retirarse, Santos salió a defender a dos de los implicados.
Aparte de continuar mandándose mensajes por distintas vías, las elecciones locales y regionales de octubre serán un buen momento de medir fuerzas. Santos solo puede actuar tras bambalinas, porque la Constitución no le permite tomar partido. Uribe, por su parte, recorre el país con el fin de reclutar candidatos que defiendan sus ideas. Necesita contar con un ejército numeroso para dar la batalla final en las presidenciales del 2014, donde el uribismo, desdibujado en el actual gabinete, intentará recuperar su espacio.
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