Colombia: Un país loco
El Tiempo, Bogotá
Así lo veo yo. Así lo vemos cuantos no alcanzamos a entender cómo, a espaldas del Estado y del país entero, se asaltan los fondos destinados a obras de la capital o los recursos millonarios de la salud, y aun después de que se revelan tan colosales desfalcos descubrimos que los propios órganos oficiales de control participaron del festín.
Es una locura, dice la gente a medida que se va conociendo la dimensión del escándalo. Pero lo más sorprendente es que otra similar locura alcanza las más altas ramas de la Justicia. Si no, recordemos el reciente fallo de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia por el cual se declaran ilícitas las pruebas recogidas en los correos de 'Raúl Reyes'. Según ellos, al lado de los militares que fusil en mano avanzaban hacia el bombardeado campamento de 'Reyes', deberían haber marchado representantes de nuestra Justicia Penal ordinaria para recoger con todas las normas de la ley los correos de las Farc; todo ello, claro está, con la debida autorización de las autoridades ecuatorianas.
Esta locura, vestida con pomposos ropajes jurídicos, impidió a nuestros magistrados recordar que tres años antes Interpol había comprobado que los correos de 'Reyes' no habían sido alterados y, por lo tanto, eran válidos como prueba judicial, y que países como EE. UU., Canadá, España, Francia, Paraguay, Perú y Chile se habían servido de ellos para detener agentes de organizaciones terroristas.
Es posible que la locura de la Corte tenga como causa un virus político y/o ideológico. De ahí que en sus juicios no existan culpables de 'Farcpolítica', así aparezcan, como doña Teodora Bolívar, bendecidos por 'Reyes' y 'Tirofijo'. En cambio, bastan testigos falsos y fantasmales para condenar a treinta o más años de cárcel a militares hasta ayer vistos como limpios defensores de la ley, al paso que confesos autores de horrendas masacres quedan libres al cabo de siete años. Nuestros nobles magistrados aceptan anónimos o terciadas declaraciones de delincuentes para detener, sin pruebas confiables, a quienes por aversión desean ver como culpables de 'parapolítica'.
Y las locuras siguen: un juez deja en libertad al muchacho de 15 años que asesinó a puñaladas a un celador, por no tener antecedentes penales. Y al mismo tiempo nuestra Fiscal, sorprendiendo a quienes confiábamos en su mesura, no vacila en calificar de "empresa criminal" las 'chuzadas' supuestamente ordenadas por Bernardo Moreno y María del Pilar Hurtado. A lo mejor, el loco seré yo por recordar que los servicios de inteligencia en todo el mundo interceptan llamadas cuando buscan la sutil penetración de agentes del narcotráfico o del terrorismo en órganos del Estado.
Otra locura en ciernes: la que gira en torno al reconocimiento de nuestro conflicto interno. Que me perdonen mis amigos uribistas, pero yo creo que ese conflicto existe: más aún: es una guerra que debíamos librar con todas las armas militares, políticas y legales del Estado. Pero de ahí a soñar que esa comprobación permita el reconocimiento de las Farc como fuerza beligerante y nos autorice a vislumbrar una opción de paz con ellas, es una locura, y de las grandes. ¿Otro Caguán? Espero que el presidente Santos no tenga la ilusión de que las Farc ahora sí buscan el diálogo como consecuencia de los golpes que han recibido. No, derrotadas no están. Renacen ahora gracias a una nueva estrategia enderezada a controlar con milicianos suyos regiones, municipios o comunidades indígenas; gracias también a su infiltración en el ámbito político y mediático y a una justicia que le presta grandes servicios.
Mirar la realidad de frente y no dejarse engañar por lobos vestidos de Caperucita es la mejor receta contra la locura.
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