UE: Feliz fracaso de la ley de cookies
Libertad Digital, Madrid
Acaba de finalizar el plazo para que los Estados miembros de la UE traspongan la directiva sobre protección de datos y privacidad en telecomunicaciones, más conocida como "ley de cookies". Y como era de esperar, casi todos los Gobiernos no se han dado por enterados y han incumplido con la obligación de hacerlo. Y han hecho bien.
En su afán de proteger la privacidad de los internatuas frente a las empresas (aunque esa privacidad led molesta frente a los Estados y es violada con normativas como la Retención de Datos), los eurócratas han diseñado un sistema tan riguroso que su aplicación convertiría la navegación por internet en algo lento y engorroso.
Según la citada norma, el usuario debería autorizar de forma previa la descarga de cada tipo específico de cookie que se fuera a realizar en su equipo. Para ello, además de informarle de que se va instalar uno de estos archivos en su disco duro, debería indicársele qué tipo de datos concretos se almacenarán, con qué fines y por qué periodo de tiempo. Además, desaparecería la posibilidad de guardar en la propia memoria del ordenador preferencias de uso de sitios que se visitan con asiduidad, o incluso la de no cerrar la sesión en webs que requieren el uso de contraseñas. El internauta estaría obligado a rellenar un mayor número de cuestionarios en cada sesión de internet.
A lo anterior hay que sumar que los responsables de las web recurrirían al uso de pop ups en los que se les solicitaría la autorización para la descarga de cookies. En dichas ventanas emergentes, además de la petición de permiso y de la información sobre las cookies en cuestión y la corresponde legislación, aparecerían dos botones: uno de "aceptar" y otro de "rechazar". Navegar así sería realmente incómodo. Si añadimos que numerosos internautas tienen bloqueados en sus navegadores la apertura de pop ups, su experiencia por la red sería aún más lenta debido a que se multiplicarían las ocasiones en las que el programa le pediría permiso para abrir un "elemento emergente".
Todo lo anterior tendría un efecto evidente no previsto por los eurócratas: una gran cantidad de internautas terminarían dejando de lado los sitios web europeos. Optarían por visitar otros de fuera de la UE que les ofrecieran los mismos servicios y que, al no estar sometidos a la misma legislación, serían más rápidos y cómodos de visitar.
Por fortuna, por una vez algunos políticos y burócratas (los de casi todos los países europeos) han sido más hábiles que otros (los de la UE). La eurocracia ha estado a punto de poner en peligro internet en Europa, y nos hemos salvado por los pelos.
Antonio José Chinchetru es autor de Sobre la Red 2.0.
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