Las inversiones y los mitos
En algunos casos es por simple desconocimiento, pero en otros es por burda manipulación. Cualquiera sea la razón, lo cierto es que alrededor del tema de las inversiones se generan mitos. De esos que terminan siendo monstruos de siete cabezas.
Es en consecuencia oportuno decapitarlos con energía, pues las inversiones son vías imprescindibles para que El Salvador salga de un subdesarrollo que, como en toda sociedad, condena con mucha más saña a los pobres que a los ricos.
Un primer mito es que, por estar medidas en dinero, lo único que importa de las inversiones es su monto, falacia que queda especialmente en evidencia en el caso de la inversión pública: el rendimiento, que en tal caso habría que denominar impacto social, de los 200 millones de dólares destinados al Puerto de La Unión no es independiente del esquema que se adopte para su operación.
En efecto, el beneficio de esa inversión portuaria sería enorme si el Estado se convenciera de que su función es dictar y hacer cumplir reglas que faciliten una operación internacionalmente competitiva, propiciando la generación de empleos dentro y fuera del puerto. De esos que hoy faltan.
Ese nivel de actividad incremental le permitirá al Estado recaudar mucho más en impuestos. Dinero que hoy le falta. Pero que no recaudará si equivocadamente creyera que su función es manejar los tristes ganchos de una grúa. En vez de estar contando los billetes cobrados por concesión y por impuestos.
Un segundo mito es el de creer, más por prejuicio que por razonamiento, que una masa crítica de inversiones y de comercio puede lograrse con las PyME (pequeñas y medianas empresas), cuando la evidencia internacional muestra que un enorme porcentaje del comercio es entre empresas grandes. Que son también las que hacen el grueso de las inversiones.
Cierto impulso a las PyME está bien como gesto oficial de apoyo a los emprendedores, pero en América Latina se ha exagerado, y mucho, su verdadera importancia económica dada la baja productividad que tienen (Banco Interamericano de Desarrollo, "La era de la productividad", 2010).
El reporte dice asimismo que "la instrumentación de políticas que fomenten la productividad en la región es un verdadero reto, porque pueden ser contrarias a medidas que rinden beneficios políticos inmediatos, como las exenciones de impuestos para ciertos sectores". Más claro, el agua.
Finalmente, un tercer mito es el que a algunos les hace creer que una táctica de corto plazo es sinónimo de una estrategia de desarrollo: si bien es innegable la importancia que en este momento tienen ciertos regímenes de fomento para generar empleos e inculcarle el hábito del trabajo formal a parte de la población, no debería perderse de vista que eso es apenas un movimiento táctico en la dirección correcta.
Y que sería un error conformarse con tan poco, creyendo que El Salvador alcanzará el desarrollo económico sólo por la vía de inversiones y exportaciones relacionadas con la maquila. El principal, pero temporal, beneficio de tal actividad es social. Que no es poca cosa. Pero no todo puede quedar en táctica.
Desde un punto de vista estrictamente económico la maquila tiene un impacto modesto: en el primer trimestre de 2011 generó exportaciones por 283 millones de dólares e importaciones por 220 millones de dólares (datos del Banco Central de Reserva). Es decir, por su propia naturaleza es una actividad que agrega poco valor. Por eso es una respetable táctica de empleo, pero no una estrategia sostenible de desarrollo.
Es una actividad que depende demasiado del costo de la mano de obra local versus la de otros países. Que siempre los habrá más pobres. Y como el desarrollo de un país es incompatible con mantener su mano de obra barata, algo que de todos modos en El Salvador la húmeda liquidez de las remesas tiende a impedir, al cabo de mil horas las maquilas terminarán diciendo "loco, estás mojado, ya no te quiero".
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 26 de enero, 2014
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- 27 de noviembre, 2024
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