A los jóvenes nadie les debe nada
Decía el gran Mark Twain: "No ande por ahí diciendo que el mundo le debe su sustento. El mundo no le debe nada. Estaba aquí antes".
Los tiempos cambian y actualmente la gente no sólo cree que el mundo le debe su sustento sino que además añaden la factura el piso, el trabajo y la pensión. Eso al menos es lo que parece que pide el nuevo movimiento de extrema izquierda, colaborador en la preparación del 15M y la famosa "acampada" de Sol, que trata de sacar provecho al descontento de la juventud por la situación actual (40% de paro en este colectivo) para el fin de siempre: más socialismo.
Una lectura del manifiesto (firmado por profesores y otros profesionales de vivir de lo público que no creo que estén muy afectados por la crisis) deja bastante claro que en realidad lo que quieren estos revolucionarios es que todo se quede exactamente igual que está ahora. A saber, la educación debe quedarse tal como está porque son la generación mejor preparada de la historia, las condiciones laborales ni tocarlas que gracias a los sindicatos y a la negociación colectiva los trabajadores tienen derechos, y por supuesto que los pisos no los vendan los malvados especuladores y que se encargue el Estado de repartirlos socialmente.
Dicen que señalan a los culpables de la crisis, pero aparte de la socorrida alusión al capitalismo no se ve por ninguna parte a quiénes acusan. Se nota que no hay un chivo expiatorio claro y, puestos a movilizar a las masas, cuanto menos tengan que pensar, mejor.
Aunque entre todo este maremágnum revolucionario/conservador hay algo que sí moviliza a la juventud: la idea de que la sociedad les debe bastante y no está cumpliendo con su obligación. Pues bien, es una demanda que merece una respuesta muy clara por parte de la sociedad y voy a intentar darla en su nombre:
Cuando las personas nacemos, no servimos para mucho: comemos, dormimos y lloramos cuando no podemos hacer alguna de estas dos cosas. Nuestros padres u otras personas se encargan de nosotros durante esta etapa y nos cuidan hasta que nos desarrollamos y aprendemos a valernos por nosotros mismos. En otra especie ese aprendizaje constaría en saber cazar, recolectar frutos y huir de los depredadores. En cambio, como somos seres humanos que viven en un entorno social, para poder sobrevivir necesitamos aprender algo mucho más complicado y productivo: servir a otros miembros de la sociedad.
A nadie le gustar servir a otros. Todo sería mucho mejor si cada persona se pudiera dedicar a lo que quisiera y recibiera lo necesario para vivir por ello. Pero, mira por dónde, vivimos en el mundo real, un mundo donde los recursos son limitados y para hacerte con una porción de ellos tienes dos opciones: robar o intercambiar tus servicios por ellos. Y para poder intercambiar tus servicios por algo tan valioso como una casa o un salario no te queda más remedio que adecuar éstos a algo que la sociedad valore lo suficiente.
Por lo tanto, antes de afirmar que la sociedad te debe algo, pregúntate qué has dado para merecer ese pago. Si la respuesta es nada, es que estás intentado quitarle a la sociedad algo por lo que no has pagado. En otras palabras: la estás intentado robar. Y la sociedad no son sólo los banqueros o las multinacionales; la sociedad son tus tíos, el vecino de enfrente, el padre de tu mejor amigo y el panadero que se levanta a las 4 de la madrugada para hacer el pan que tanto te gusta.
¿Esto quiere decir que la juventud no tiene derecho a protestar? Todo lo contrario, porque de la misma manera que la sociedad no les debe nada, ellos tampoco deben nada a la sociedad. Por lo tanto, no tienen por qué pagar las pensiones de gente que contribuyó a un sistema piramidal, ni tolerar leyes que privilegian a los trabajadores en activo por encima de los que se incorporan al mercado laboral, ni que se les hipoteque para sostener a cajas y promotoras que no quieren vender sus activos (pisos) a precio de mercado.
En definitiva, en vez de intentar robar a la sociedad, deberían intentar que cierta parte de la sociedad deje de robarles a ellos. Aunque, claro, para eso que no cuenten con los abajo firmantes habituales, es lo que tiene ser un revolucionario financiado por el Estado.
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