Convergencia política entre Uruguay y Brasil
MONTEVIDEO. - Unas pocas horas de encuentro, muchos papeles firmados, pocas novedades, pero una señal política fuerte. Brasil y Uruguay tienen una sintonía fina en asuntos políticos. Dos países gobernados por partidos de izquierda, con presidentes de pasado guerrillero y prisión dura, y que sortearon enfermedades que amenazaron borrarlos de la vida política.
Uruguay es un pequeño país, de escaso significado para Brasil, pero a Planalto y a Itamaraty le sirve tener referencias amistosas en la región, países que lo reconocen como líder. Y eso lo hace José Mujica, el jefe de Estado uruguayo.
Abrazo, beso, reunión cumbre con varios ministros de cada país, justo en tiempos de tensión en el Mercosur. Tensión que esta vez no es de todo el bloque sino que está limitado a la batalla proteccionista entre Argentina y Brasil.
El gobierno del kirchnerismo, primero con Néstor Kirchner como presidente y luego con su esposa Cristina Fernández, como jefa de Estado, se ha mofado de los acuerdos de libre comercio y con el argumento que no puede dejar expuestas a sus compañías manufactureras a un libre comercio sin límite alguno. No lo explicitó siempre, pero lo aplicó de la forma que pudo. La demora en las licencias de importación amortiguó el ingreso de productos y benefició a industrias locales. Pero perjudicó la inversión en Argentina porque con reglas de juego poco claras, las empresas no saben a qué atenerse.
Brasil no ha sido el campeón del libre comercio y también se ha ingeniado para poner sus barreras, muchas veces de forma tan informal como era factible.
Pero Brasil es el país grande, el que fue otrora un imperio regional, el que integra el privilegiado club de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica): ellos sí pueden hacerlo. Pero que se lo hagan …
Por eso supo esperar su tiempo y golpeó al kirchnerismo en lo que más le duele: le pagó con su misma moneda.
Las autoridades de ambos países no encuentran la forma de salir.
¿Y Uruguay? Las autoridades orientales preguntaron a sus pares brasileñas si esas trabas al comercio les iban a ser aplicadas, pero encontraron una respuesta satisfactoria a sus intereses: las barreras son solamente para argentina.
Eso favoreció el clima amigable entre los gobiernos de Mujica y Rousseff
Y mientras Argentina y Brasil postergaban su reunión para despejar los problemas de trabas al comercio entre esos países, que son los socios más grandes del Mercosur, los máximos representantes de los gobiernos de José Mujica y Dilma Rousseff firmaban en Montevideo, una declaración de buena voluntad, como si no hubiera problemas.
Ambos mandatarios “reafirmaron su compromiso prioritario con la consolidación del Mercosur como instrumento de mejora de la calidad de vida de sus pueblos y para la inserción internacional del bloque”, pero la realidad indica que las negociaciones con otros bloques, como con la Unión Europea, siguen estancadas. O peor, sin perspectiva de algún tipo de acuerdo.
La declaración oficial de ambos gobiernos sostuvo que Rousseff y Mujica “recordaron la celebración de los 20 años de la firma del Tratado de Asunción”, pero lo que se verifica en los hechos es que hay más olvido a lo firmado que conciencia del texto al que se estampó la rúbrica.
Los presidentes deben hacerse cargo de los compromisos de sus antecesores, no sólo para expresarlo a viva voz con orgullo de los espacios de integración, sino para que se cumpla con hechos, con concreciones.
“Nunca estaremos integrados en América Latina si no logramos la integración de la inteligencia”, afirmó José “Pepe” Mujica delante de Dilma. Agregó que la integración con la región es una forma de multiplicar la independencia “porque en el mundo actual para ser independiente hay que ser fuerte”.
“Queremos crear una sinergia en esta parte del continente y entre Brasil y Uruguay”, agregó el jefe de Estado oriental.
Es entendible que Argentina ha hecho méritos proteccionistas como para que le paguen con la misma moneda. Pero no hay argumento para validar las trabas que la administración Rousseff impone ahora a productos argentinos. Cuando se ingresa en ese juego, todos pierden, incluso los que se creen que ganan en el corto plazo.
Esta semana, Uruguay ha sido distinguido por la visita de la primera mandataria de un país que es visto en el mundo con lupa. Brasil es el principal socio comercial de Uruguay en bienes y además gana peso en el resultado de turismo. La bonanza económica que los uruguayos viven desde 2004, tiene explicación en parte en el motor de demanda brasileña.
La Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dijo que la actual convergencia política entre los dos gobiernos es lo que permite el dinamismo de ambas economías. Y puso énfasis en destacar que la estabilidad jurídica, la democracia y la protección de los derechos humanos son factores que crean el ambiente ideal para profundizar las relaciones bilaterales.
El gobierno del Uruguay siente satisfacción por la distinción y por el empuje que da Brasil, pero el impulso más fuerte y serio, sería que el socio grande del bloque impusiera cumplimiento de lo acordado. Que llevara a los hechos las palabras vinculadas a estabilidad jurídica. Hoy Brasil golpea a la Argentina y Uruguay no se hace problema porque las trabas no le alcanzas. Pero en un futuro puede ser el país perjudicado.
La sintonía fina entre Uruguay y Brasil, la “convergencia política” que destacó Dilma, no significan que ambos países avancen en integración de alta calidad.
- 23 de julio, 2015
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