La verdad de la vivienda en la Venezuela chavista
Mientras el tiempo sigue pasando, y el régimen de Chávez insiste en incumplir sus promesas en materia de vivienda popular, lo que desde luego incrementa el déficit habitacional, el drama de la falta de vivienda digna se vuelve tragedia. Y explosiva por las grandes expectativas que crea el reciclaje de ofertas fallidas por parte de los jerarcas oficiales.
Recordemos que no hace mucho, a finales del 2010, el señor Chávez declaró reiteradamente que asumía el problema de la vivienda como un reto personal… y juró que no descansaría hasta resolverlo… Curiosa actitud, por cierto, proviniendo de un gobernante que entonces llevaba casi 12 años en el poder, y cuya ineptitud y desidia había hecho aumentar las necesidades habitacionales por el bajísimo promedio de construcción de casas de sus gobiernos, en medio de un vendaval de petrodólares.
En todo caso, el “compromiso” presidencial no pudo ser más elocuente: el tema de la vivienda lo asumo yo…
¿Y qué pasó? Según el BCV, la construcción registró una caída de 7,7% en el primer trimestre del 2011. Según datos de entes ejecutores del MTC y del Ministerio de la Vivienda, publicados por la prensa nacional, la construcción del gobierno central se desplomó en 49%, en el mismo lapso. Y según la información de organismos gremiales de la construcción, ésta ha sufrido en un descenso superior al 20%, en lo que va del año.
Es decir, desde que se anunciara tan personalísima promesa presidencial, la ya menguada construcción se ha venido en picada, y las evidencias demuestran que esa tendencia continúa. Siete grandes planes de vivienda ha presentado el régimen de Chávez, nada más que para Caracas. Y los siete han terminado en el vasto cementerio de los fraudes rojos. En conjunto, se ofreció construir más de 70 mil casas para la capital y la cifra de unidades completadas no llega a 3 mil.
Y la llamada Gran Misión Vivienda Venezuela, muy bien empaquetada y mercadeada, está generando la ilusión de que ahora sí, por fin, el gobierno va a ayudar a resolver tan desbordado problema. Lo que no ocurrirá, por una razón tan sencilla como patética: los mismos personeros y las mismas “políticas” que son responsables del descomunal fracaso habitacional del siglo XXI, son la “base de sustento” de la referida misión. O sea, esa nueva oferta está montada en los aires de la demagogia y la incuria.
Y en ausencia de nuevas viviendas, al menos en las cantidades ofertadas, la “revolución bolivarista” apelará a las fórmulas de la denominada “reforma urbana”, a la cubana, que incluye el estímulo a las invasiones, las “expropiaciones” o asaltos a la propiedad raíz, más leyes para trabar el mercado inmobiliario y, no faltaba más, acciones de puro populismo electoral como las “ocupaciones” de terrenos o inmuebles emblemáticos de la pretextada “oligarquía”.
Esa es la verdad de la vivienda, bajo el imperio de la proclamada “revolución”. Y si en el muy lejano 1973, por ejemplo, el Estado y el sector privado pudieron construir 100 mil casas, esa combinación indispensable bien podría, en teoría, construir acaso el triple o hasta más, cada año. Pero ni es ni será así, mientras la tragedia de la vivienda esté en las manos en que está.
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