Paris Hilton con los indignados
ABC, Madrid
PARIS Hilton apoya el movimiento de los Indignados, extraordinario hecho que no me ha sorprendido tras haber asistido en directo a un fuerte aplauso para tal movimiento en ¡un foro empresarial! Ambas cosas dejan claro que la mayoritaria opinión favorable a este movimiento, constatada en más de una encuesta, tiene poco que ver con su anticapitalismo. Ni los empresarios ni Paris Hilton apoyan, supongo, la diatriba contra la «dictadura actual de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia» o la denuncia de «la inmensa distancia que existe hoy entre los muy pobres y los muy ricos» del inspirador intelectual del movimiento, Stéphane Hessel.
Su extravagante capacidad de atracción tiene que ver, más bien, con su éxito mediático. Con un entusiasmo de los medios de comunicación, salvo contadas excepciones, que hace imprescindible estar con ellos si uno no quiere quedarse fuera de lo que las revistas de moda llaman estar in. Apuntarse a un partido político es estar out, apuntarse a los Indignados es estar in. Y Paris Hilton, que lo ha entendido perfectamente, ha optado por el lado correcto del in/out. Lo que demuestra, a su vez, lo cierto que es en esta ocasión aquello de que el medio es el mensaje, que decía Marshall MacLuhan. Ha importado la puesta en escena y la estética del movimiento, no lo que reclama el movimiento. La juventud, el lookhippy, la plaza, las redes sociales, el medio es el mensaje. Y poco importan los contenidos anticapitalistas, populistas y demagógicos. De hecho, ni Paris Hilton ni casi nadie se ha enterado muy bien de ellos.
Pero el éxito del movimiento tiene también que ver con otro elemento, los sentimientos antipolítica y antipartidos. De una simpleza y demagogia lamentables, no sólo cuando exigen un nuevo sistema electoral sin haber entendido nada del existente, sino, sobre todo, cuando rechazan la democracia de partidos, que es la única alternativa a los autoritarismos. O cuando reclaman una democracia ¿real?, como si la democracia indirecta, la única posible, fuera inválida.
Demagogia que no debe impedir una llamada de atención a los partidos políticos para hacer un nuevo esfuerzo de apertura y comunicación con la sociedad. Para abrir sus puertas a todos aquellos que quieran movilizarse políticamente por los cauces legales y no por las ocupaciones ilegales de plazas. Para explicar que las vías democráticas de reivindicación pasan necesariamente por las organizaciones colectivas, las elecciones y los parlamentos. Resultan lentas, complicadas y poco mediáticas. Seguro que Paris Hilton no se apunta. Pero es la única Democracia Real. Lo demás es puro populismo.
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